Artículo de Fondo, Por Samuel Maldonado B. (10-X-16).- ¡Viva la Muerte! fue un grito desaforado que brotó desafortunada y vergonzosamente de la garganta del general José Millán Astray y que hoy, esa voz que explosionó en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, voz de locura, amargada, expresada por ese sujeto inválido, tuerto, denominado popularmente como el “novio de la muerte”, ahora se esparce y retumba en muchas partes del Oriente Medio, como Siria, Israel, Irán, Irak, Turquía, etc., matando a miles de indefensas familias. Ese desatinado y desacertado grito de Astray, no termina de extinguirse en todo el orbe y por el contrario, se repite, se expande y repercute con palabras diferentes pero que en sí, tienen el mismo fin: el de matar y extinguir la Inteligencia.
En Colombia se escuchó a Astray y persistió el sí prácticamente a la Guerra. En México, se esparce el crimen y crecen las organizaciones criminales y pareciera que el presidente en sus glorificaciones recientes al Ejercito Nacional y a la Marina, con motivo del cincuentenario de la formalización o de la creación del Plan DN-111, con el que se procede cuando hay daños extraordinarios por derrumbes, temblores, inundaciones, incendios, etc., persiguió, más que hacer una elegía de ese plan, mostrar el poderío militar en un acto de circo pareciera decir el sí, y ya entrado en materia, rendir un póstumo homenaje a quienes han caído en la guerra contra el crimen organizado. Pasó pues de la “elegía” por el aniversario a la elegía de la muerte de muchos soldados (114 entre soldados y marinos), mismos que han caído como consecuencia de los desvaríos presidenciales y de la gran corrupción que inunda a nuestro país.
Hacer una exhibición más del poderío militar en el centro del corazón nacional de nuestro país a menos de un mes del desfile militar del 16 de Septiembre, no se puede entender como un homenaje a los soldados caídos en esta guerra, sino, en lo personal pienso, fue una demostración de la fuerza y poder militar y una alerta a las diversas organizaciones criminales, mismas que nos tienen más que asustados; pero además, una celebración de ese tipo, que normalmente se hacía en los cuarteles y que ahora el presi se los llevó hasta el zócalo capitalino, no fue con el propósito del aniversario señalado de honrar a los soldados y marinos que han perdido la existencia en las contingencias de la naturaleza tenidas, sino en señalar que se va con todo para terminar esta guerra que se ha generado con el llamado “crimen organizado”.
Locura de guerra que ganará la paz, pues la corrupción política es la que la mantiene. Durante años gobiernos diferentes la toleraron y fueron incluso cómplices. Generales de corcholata, como Durazo, los toleraron; agentes federales, se involucraban muy bien y recibían jugosas ganancias. Gobernadores se hicieron de la vista gorda y continuaba el crecimiento de la corrupción política.
Locura de guerra iniciada precisamente por uno de los antecesores, que se significó no precisamente por los logros realizados sino por el consumo de alcohol, su préstamo personal siendo gerente de un Banco del Estado y sus derramadas lágrimas de cocodrilo por su amigo subalterno caído en un accidente de aviación.
Así pues, hacer un movilización de una parte del Ejercito Mexicano, sacándolo de los cuarteles (del Campo Marte, principalmente)para llevarlo hasta el centro de la ciudad de México, seguramente que no es nada barato y que, esos recursos económicos utilizado en la transportación de equipo pesado y , más ahora que la situación económica nacional está más que endeble, hubieran sido aplicados en otras cosas más sustanciosas; quizá para cosas minúsculas, pero más necesarias.
Esa demostración bélica federal, es muy parecida a la manifestación de un partido político, que apartado de sus principios, dio también circo en su manifestación marchista para exigir al gobierno federal, más recursos para los gobiernos que ellos representan y así, marchando lentamente, demuestran su pobre exhibicionismo político. ¡No son ellos los que aprueban el presupuesto?
El crimen organizado y la corrupción política, van de la mano; han crecido paralelamente; han servido también para incrementar el tráfico de armas que traspasan misteriosamente nuestras fronteras sin que se den cuenta las autoridades y permiten también que, de aquí para allá, fluyan las drogas