Por Jimena Quintana.-
La historia de la democracia en nuestro país no ha sido precisamente la cosa más sencilla del mundo ni algo a lo que estemos muy acostumbrados aún. La vida democrática del país es realmente muy joven. Tan solo pensemos que la primera constitución fue promulgada en el año 1824. El siglo XIX fue un particularmente inestable para el país. Fue invadido en tantas ocasiones y eran tal las pugnas entre liberales y conservadores que verdaderamente resulta milagroso que México siguiera existiendo. De eso se obtiene una dictadura como la del General Porfirio Díaz. La entrevista que publicara James Creelman del general Porfirio Díaz causó una gran efervescencia política en el país –aunque esta ya se encontraba latente-. En esta entrevista Don Porfirio decía que “la mayoría de nuestra población es indígena y ellos se ocupan poco de la política. Están acostumbrados a guiarse por aquellos que poseen autoridad, en vez de pensar por sí mismos. Es esta una tendencia que heredaron de los españoles…”.
Pero poco tiempo después Francisco I. Madero ocupó la silla presidencial. Madero fue un hombre verdaderamente demócrata, que creía que el país estaba realmente preparado para la democracia. Tristemente fue asesinado en un golpe de estado organizado por Victoriano Huerta comenzando así la etapa del caudillismo al frente del país.
En 1922 las mujeres obtienen el voto, siempre y cuando supieran leer y escribir. En los años 70’s se modifica la constitución para que los mexicanos que tengan 18 años puedan votar. Esto significa que el voto, en las condiciones que lo conocemos, tiene a penas 40 años. En los años 70’s los partidos políticos más fuertes eran el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN). Los partidos de izquierda cobraron más fuerza al unificarse en uno solo, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) hasta 1988.
En las elecciones presidenciales de 1988 hubo tanta controversia respecto al fraude electoral que se creo, en 1990, un organismo dedicado a organizar las elecciones federales y cuidar su transparencia: El Instituto Federal Electoral (IFE). Sin embargo, en las elecciones que han estado a su cargo, cuatro para elegir presidente, aún no se ha podido garantizar la transparencia. Hay caídas del sistema, compra de votos, robo de casillas, insuficiencia de papelería, errores en la captura del voto y la constante corrupción dentro del organismo.
El pasado 1 de julio fue un día nublado y lluvioso en la capital del país. Mucha gente despertó temprano para ir a votar pero las casillas aún no estaban listas. Hubo largas filas que causaron mucha molestia a los participantes. Cuando llegue a mi casilla ubiqué de inmediato caras conocidas, mi hermano fue escrutador y una vecina que conozco desde la infancia fue funcionaria de casilla. Eso fue muy agradable por que te permite sentir que tu voto estará bien resguardado. Alguno se quejo de que un crayón rosa se borraba, mi hermano lo probo y pudo constatar que no era así, pero igual decidieron poner otros crayones negros. La casilla estaba siendo vigilada por observadores de cuatro partidos. Todo estaba en calma. En mi casilla ganó la izquierda.
En el resto de la capital las cosas no sucedieron con tanta calma. Las casillas especiales tenían sólo 750 plantillas por lo que se terminaron a la una de la tarde. El descontento de la gente se hizo notar y junto a los resultados de esas casillas se anexó un papel bond que decía “Si no puedo votar al menos puedo opinar” y marcaban una línea delante del nombre del candidato presidencial de su preferencia. Enrique Peña Nieto no tenía ninguna línea al frente.
La cadena de tiendas de autoservicio Soriana también estuvo muy movida pues cientos de personas, que abiertamente confirmaban que habían vendido su voto al PRI, apresuradamente hacían compras en dicha tienda con la tarjeta que se les había dado. Temían que les fuera cancelado el saldo de un momento a otro. Como éstas hay miles de irregularidades en éstas elecciones.
En la oficina en la que trabajo hay varias personas que dicen haber votado por Enrique Peña Nieto. Su argumento principal es que “si ya se sabía que iba a ganar desde el principio para qué no hacíamos, mejor votar por el que va a ganar”. La campaña mediática del PRI surtió efecto. Mi abuela dice tener años anulando su voto por que asegura que ninguno es confiable. Tiene una profunda desesperanza.
La lucha por la democracia en México no ha sido sencilla. Llevamos siglos buscándola y a veces pensamos que ya estamos cerca. Después de todos los ultrajes, injusticas, genocidios y años y años de corrupción cometidos por el PRI aún hay personas que creen en él. Sin embrago no estamos en el mismo lugar. Sí existe un progreso. En estas elecciones hubo más participación ciudadana, hubo un despertar de los estudiantes en búsqueda de transparencia y, además, tenemos la ventaja de las redes sociales. A pesar de que el PRI estuviera de regreso un pensamiento me alienta: si sumamos los votos de quienes están en contra del PRI –la suma de los votos de otros partidos- en realidad son mayoría.
Porfirio Díaz tenía razón en algo, la población se ocupa muy poco de la política. Aún no terminamos de conformar la democracia por que aún hay gente que no valora su voto, que le pone precio a su voto. Los movimientos estudiantiles actuales demuestran que esto está cambiando. Un amigo me recordaba las palabras de Sergio Aguayo “El desánimo no está permitido con país en emergencia”.