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PRD inercia o transformación radical

(En diciembre del 2011 el Dr. Rafaél García Tinajero escribió un artículo sobre la situación que venía privando en el Partido de la Revolución Democrática y a 3 años de distancia, la situación se ha agravado y por ello es oportuno presentar nuevamente esta valiosa colaboración en la que se hace una crítica constructiva y opciones de cambio).

Artículo de Fondo, Por Rafael García Tinajero Pérez.- No cabe duda, mi  partido, el de la Revolución Democrática, vive hoy en el país  y en Michoacán una de sus recurrentes crisis, sin embargo la actual es muy grave, terminal si se profundiza,  y aún en el caso de que se supere el partido no podrá seguir siendo el mismo, deberá transformarse radicalmente.

Nadie lo duda, el PRD de hoy no es un instrumento útil para reformar o transformar el poder vigente en México con miras de conquistar espacios de libertad, igualdad, democracia y justicia. Por el contrario parece ser un lastre, una pesada loza que ha contribuido a generar en el imaginario colectivo la certeza de que el único camino posible para éste país es hacia atrás, la restauración del viejo régimen priista.

Los perredistas nos encontramos pasmados, en la inacción, fragmentados, sin rumbo, incapaces de capitalizar a favor de una propuesta alternativa la más grave crisis que el modelo económico político dominante en nuestro país haya sufrido en décadas.

Esta situación no surgió de un día para otro, se fue incubando lenta y progresivamente Nuestro presente es producto de viejos defectos y vicios que  yo agrupo en seis rubros fundamentales: indefinición ideológica; falta de claridad programática; ausencia de vida orgánica, un grave problema de ética política, una mala imagen pública y la entronización de una oligarquía en las esferas de poder real del partido.

La indefinición ideológica se remonta a nuestros orígenes, nacimos como un partido frente, que aglutinó a diversas expresiones políticas e ideológicas, en general de izquierda, desde los socialistas y comunistas hasta los nacionalistas revolucionarios escindidos del PRI.

En el afán de mantenernos unidos y ante situaciones de coyuntura que amenazaban con desunirnos y destruirnos,  optamos por dejar de lado la discusión ideológica y la formulación de, al menos, un pequeño pero sólido cuerpo de doctrina que sirviera de base para la acción.  Han sido nuestras sucesivas declaraciones de principios retazos de ideologías, ideas y ocurrencias, no siempre coherentes entre sí, ni claramente distinguibles. Podemos ser socialistas, liberales, progresistas o conservadores al mismo tiempo o según soplen los vientos. Hace algunos años nos autodenominamos de izquierda sin que a la fecha hayamos definido que entendemos por tal. Si somos de izquierda definamos donde nos ubicamos dentro de éste espectro del pensamiento político, y sí somos de izquierdas en plural, definamos el cuerpo de ideas que nos son comunes, que nos aglutinan y orientan.

Por que podemos hablar de  la justicia, libertad, igualdad, democracia, etc.,  pero si no damos a éstas expresiones un contenido ideológico  claro e inconfundible vinculado a la izquierda que somos o decimos ser, no vamos más allá de la palabrería hueca y el lugar común, consignas que hasta la derecha podría suscribir.

De la mano de la indefinición ideológica va el déficit programático, no hemos podido realizar una elaboración teórica sobre los grandes problemas que afectan a Michoacán a  México y al mundo, esto ni se discute en el partido, las grandes definiciones,  desde la Transición Pactada, pasando por el Gobierno de Salvación, la Presidencia Legítima o la República Amorosa y los documentos definitorios como Un México Para Todos, el Proyecto Alternativo de Nación o Un Nuevo Proyecto de Nación, no han sido fruto de la discusión y deliberación en los órganos del partido sino la expresión del pensamiento y, a veces, hasta del talante de algunas de las personalidades más relevantes de este.

No existen prácticamente posiciones generadas por los órganos de discusión y deliberación del partido. Podemos estar en contra de la política económica que han seguido los gobiernos panistas y priistas durante los últimos lustros o lo mismo podemos decir de la manera en que el gobierno actual ha enfrentado al crimen organizado,  pero el partido, como tal, no ha planteado alternativas. Lo mismo podemos decir de prácticamente cualquier asunto de mediana o gran importancia.

La ausencia de vida orgánica es el tercer gran problema. El estatuto es letra muerta; el  comité de base en la práctica no existe o de plano no es tomado en cuenta para nada. Los órganos de dirección, deliberación y decisión, ni dirigen, ni deliberan, ni deciden

Las llamadas corrientes, que no debieran serlo mas que de opinión y pensamiento, han devenido (al menos sus líderes, que a veces solo se representan a sí mismos) en partidos dentro del partido, en tomadores de decisiones por encima de sus órganos de dirección. No es raro presenciar, con vergüenza, que miembros de un consejo o delegados a un congreso esperen, apaciblemente, el momento de sancionar legalmente lo que se ha decidido en otro lugar y por otras personas, generalmente los jefes de las corrientes, sin haber sido tomados en cuenta para nada más.

El cuarto gran problema es el conflicto ético, el de las prácticas que contradicen totalmente lo que dice representar el PRD. Una suerte de doble moral, pues  para nadie es un secreto que lo que combatimos hacia afuera es más que común hacia dentro: pregonamos la democracia participativa pero en el partido se niega en los hechos el derecho de participación a la militancia;    luchamos por una sociedad de individuos libres y estamos contra el corporativismo, pero el militante sólo puede ser tomado en cuenta si participa en una de esas organizaciones corporativas y clientelares llamadas corrientes.

Estamos en contra de que el dinero o el uso abusivo del poder público sean determinantes al decidir quién nos gobierna, pero en nuestros procesos internos la influencia del poder y del dinero es el pan de cada día.

No queremos imposiciones, pero hacia dentro la imposición de dirigentes, candidatos etc. es la regla.

Estamos contra el nepotismo, pero vemos que es común que se imponga a la novia, el amigo, el hermano, para una posición de partido,  de gobierno o candidatura, o que nuestros legisladores salten de una cámara a otra  sin concluir el encargo anterior, o lo que es peor que aún antes de asumir el recién obtenido se busque otro llevando, sin el menor recato, en calidad de suplentes a consanguíneos, esposos, novios  o amigos.

Pretendemos que la izquierda gobierne, administre y legisle bien, pero la experiencia y el conocimiento, la preparación académica y el trabajo pasan a segundo término cuando se confrontan a la fidelidad a la tribu.

En el PRD se ha producido una oligarquía formada fundamentalmente por los dirigentes de las corrientes y sus cercanos, que concibe al partido no como un medio sino como un fin en si mismo,  que busca por encima de todo garantizar su propia supervivencia y que utiliza a las estructuras del partido para conseguir ese objetivo por encima de cualquier otro. Para éste grupo las bases han ido contando cada día menos para la toma de decisiones, al grado de que ya ni siquiera se les toma en cuenta para legitimar sus posiciones de poder. Esta oligarquía no renunciará a sus privilegios y tiene clara conciencia que éstos solo se mantendrán en la medida en que ellos sigan constituyendo la dirigencia real del partido

Nuestro problema de imagen pública no es menor, una gran parte de la población jamás votaría por el PRD y, aún entre quienes en ocasiones nos muestran cierta simpatía, somos percibidos como una opción disminuida, socavada por los liderazgos y expresiones internas;  un partido dividido, en permanente conflicto interno, rijoso, incapaz de gobernarse a sí mismo mucho menos al país; sin la madurez necesaria para ser un partido confiable; que ha perdido diferenciación con respecto a las otras fuerzas políticas y que ha olvidado aquellos ideales que lo vieron nacer.

Aquí en Michoacán hemos perdido la elección para gobernador,  diputados y  ayuntamientos, pero después de la debacle la conducta de muchos y la vida del partido siguen siendo las mismas, como si nada hubiera pasado.

No se quiere ni siquiera discutir, en un espacio formal del partido, el porque de la derrota. Se multiplican las reuniones informales de las corrientes y grupos donde el común denominador es la autocomplacencia cuya manifestación más recurrente es el atribuir la derrota solo y nada más que a los adversarios. Se habla sobre los abusos del Gobierno Federal apoyando a la hermana del Presidente, o sobre los vínculos del PRI con el crimen organizado, pero se considera una herejía sugerir que hubo otros factores también decisivos que tienen que ver con el  hecho  de que, quienes ocupamos posiciones de gobierno o de la estructura partidaria, quizás no estuvimos  a la altura del reto que significaba mantener a Michoacán como baluarte perredista.

En vista de todo lo anterior concluyo que éste partido solo tiene dos opciones.

La de la inercia, que no es otra cosa que continuar bajo las condiciones actuales. Es la que defienden los que hoy tienen poder real dentro del partido por que creen que les seguirá beneficiando  y hacen el cálculo de que eventualmente una buena votación, aunque no se gane, en la elección presidencial les permitirá seguir usufructuando al PRD y permanecer en su dirección y en puestos de elección popular. Esta opción no tiene futuro, es autodestructiva y sólo llevará a que más temprano que tarde el partido como tal desaparezca y que desde ahora no tenga utilidad como instrumento de cambio social.

La de la transformación radical, entendiendo radical como el cambio desde la raíz, representa el retorno a los principios; la recuperación de nuestra vida orgánica; empatar ética y política a través de la congruencia; incorporar a los mejores hombres y mujeres del partido a los órganos de dirección, sin importar si sus caras son nuevas o viejas pero exigiéndoles apego a los principios; hacer de la vida interna del partido un ejemplo del tipo de sociedad a que aspiramos, recuperando así la confianza perdida. Es el camino de la regeneración, el que apoyan las bases o lo que queda de ellas en el partido, el único que nos permitirá persistir y convertirnos en la gran fuerza de izquierda que éste país necesita.

De lo contrario preparémonos para la extinción; para la instauración de un bipartidismo de derecha que perdurará por decenios si es que no surge pronto una nueva fuerza de izquierda con ideología, programa, principios, valores y conductas que la identifiquen como tal y la hagan digna de la confianza de un pueblo al que urge transformar una realidad que no podemos aceptar ni como nuestro presente ni como el futuro de nuestros hijos.

Morelia Michoacán.  26 de Diciembre del 2011

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