Artículo de Fondo por Por Ignacio Martínez.- Trae un uniforme despintado, raído en algunas de sus partes, los zapatos son viejos y están en algunos lados tan desgastados que se ve la calceta que cubre el pie, sus manos están llenas de callos, de pronto da la impresión que se ve cansado, sus jornadas de trabajo son inhumanas, por horas tiene que estar parado, sin comer en la mayoría de las ocasiones, es normal que su respuesta no esté al cien por ciento ante el cansancio.
Sus ojos también se ven cansados, lleva ya tres días fuera de su lugar de base realizando un trabajo especial.
Le deben sus compensaciones de dos meses, no hay dinero, uno de los males endémicos de Michoacán que como a muchos lo alcanzan también.
Esta lejos de la gente que quiere, de vez en cuando cada dos o tres semanas tiene un par de días libres para ir a ver a su familia, a sus hijos y a su mujer.
Cuando le pregunto que ante tantas privaciones le gusta lo que hace? se le ilumina su mirada, el gesto de su cara toma otra actitud y muestra su orgullo al decir que SI, que disfruta lo que hace.
Ignoro sí en este momento ya haya descubierto usted a quien me refiero, a que profesión se dedica esta persona.
Le daré una pista final, que automáticamente dará con la actividad que realiza el hombre de nuestra historia.
Trae consigo un arma, tiene que comprar las balas que utiliza, el chaleco antibalas usado también fue comprado a un policía federal.
En efecto, se trata de un policía y ya no es un policía común y corriente, sino es un policía de la llamada Fuerza Ciudadana.
Ha pasado todos sus exámenes de confianza, se siente preparado y orgulloso de ser policía.
Pero aún no llega la profesionalización de que tanto habla la autoridad.
El no ha fallado me dice, se entrega diariamente a su trabajo, en los últimos meses ha puesto su vida en peligro en distintos operativos.
Qué más muestra de deseo de servicio es lo que quieren nuestros jefes para que nos den un trato digno, me pregunta con un dejo de desesperación e impotencia.
Aunque no deja de reconocer por otro lado que hay también uno de sus jefes que le ha dado un trato digno y humano como persona, pero de él no depende que tengamos un uniforme, que debamos comprar parque, balas…
Tengo tres semanas que no veo a mis hijos y a mi esposa apenas murmulla.
Es la historia de un policía orgulloso de serlo y de pertenecer ahora a la Fuerza Ciudadana.
Recuerdo hace unas semanas, varios agentes del ministerios públicos se habían quejado conmigo de los horarios mortales y la falta de descanso.
Por todos lados surge esa falta de humanidad hacia servidores públicos.
Hay muchos buenos y entregados, hay muchos que han dejado a sus seres queridos por servirnos a los ciudadanos de Michoacán.
Hoy un modesto reconocimiento a esos buenos policías, a esos buenos servidores públicos que nos hacen aún sentir confianza y que no todo está perdido.