Artículo de Fondo por Deede.- Indiscutiblemente que nuestro país se debate en un ambiente de inestabilidad social debido principalmente al dominio, hasta ahora, en varios estados del crimen organizado mimo que se dejó crecer con la complacencia y complicidad de las propias autoridades federales en la materia y que por ese contubernio se transformó en una de las causas más sobresalientes de la desestabilidad social que padecemos.
Factor importante en este caos nacional, lo es también la pérdida de la capacidad adquisitiva de los salarios en lo general, la carencia de un empleo bien remunerado por que no hay o simplemente porque la gente no ha tenido la oportunidad de recibir una educación de calidad que les permita forjase por si mismos mejores condiciones de vida y estar en posibilidades de alejarse de la influencia de las organizaciones criminales.
Los mexicanos vivimos pues, tiempos de espanto (con las excepciones de esa minoría que cada día acumula mayores riquezas, ya sea por sus mayores esfuerzos o por la vía de las complicidades con la gente empoderada en el gobierno, misma que reparte contratos diversos, a diestra y siniestra, con grandes beneficios para los que los reciben, de tal forma que el dinero así ganado alcanza para salpicar muy bien a los otorgansters de los contratos.
Sin poder negar la generalización del crimen organizado en todo el país, en estados como el nuestro y los vecinos Guerrero y Morelos, sufrimos las consecuencias del mismo, principalmente en el campo en donde la producción agrícola y ganadera se ha visto mermada; la población considerablemente lastimada, los empresarios retrotraídos, la economía en lo general disminuida, etc., sin que el gobierno de la República, en varios años tuviera la menor disposición de atrapar a los malhechores. y si ahora lo intenta es por que de no hacerlo corre el peligro de cancelar las posibles inversiones esperadas sobre todo en materia energética.
Lo anterior nos hacen retrotraernos a principios del siglo pasado, precisamente a la época porfirista, pues en esa etapa brillante para Porfirio Díaz y los suyos, salvo excepciones, no existía duda alguna de la honestidad y verticalidad de los funcionarios públicos, ni tampoco su característica de entrega a extranjeros de casi todos los mecanismos que se tenían para el desarrollo del país. El poder político no se compartía y se tenía, además, una moneda que no se demeritaba, pues los circulantes eran en plata y oro de alta ley. Desde luego que había prácticamente una muchedumbre esclava en haciendas, con tiendas de raya, analfabetismo y encomiendas; para los inconformes del sistema estaba San Juan de Ulúa y el Valle Imperial, de los que casi nunca salían o regresaban muertos.
Por vivirse en esa época una dictadura perfecta, prácticamente el Poder Legislativo no existía como hoy tampoco parece existir aun cuando en San Lázaro y en la Torre de Reforma, deambulen como sambíes diputados y senadores, que van de escándalo en escándalo (desde luego con sus excepciones casi de milagro) cobrando rigurosas dietas, negando conocencias terracalenteñas como si fuera un pecado haber nacido en una misma cabecera municipal, tener parientes con matices diferentes, compartido un pupitre en la misma escuela, tener el mismo novio o ser vecinos en el mismo pueblo; además, los legisladores se han esforzado en trabajar estoicamente buscando una reelección para poder identificarse plenamente con el buen Porfirio Díaz. ¡Vaya tiempos aquellos!
Vivimos semejanzas tales que hasta parece que el gobierno actual fuese gemelo del que hacemos referencia, almas gemelas pues, coincidencias socioeconómicas con la dictadura de principios del siglo pasado; negros nubarrones como los de 1910, malestar social, pobreza y miseria fenomenales. La realidad actual los hace coincidentes pues los legisladores actuales le siguen la pista a Don Porfirio, época en la que era impensable asociar a importantes personajes de la política, en los diferentes niveles de gobierno, con los bandidos de Río Frio o con el clásico Chucho El Roto. Hoy, se ha publicitado en los medios, los fraternales lasos de gente del gobierno con las organizaciones nada legales.
No tiene que ser escandaloso que haya personajes políticos supuestamente involucrados con la mafia pues se conocen desde su infancia; nacidos son en los mismos municipios; no es extraño que se tengan nexos familiares con los fuera de la ley; lo que no necesariamente sea un indicio cierto de que los publicitados en los periódicos, hayan facilitado la proliferación de los cárteles o recibido recursos económicos de parte de ellos para realizar sus labores de proselitismo.