Morelia, Mich., 29 de junio de 2014.- Como parte de las actividades del Congreso Bio-In, que organiza la comunidad de la Facultad de Químico Farmacobiología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), la catedrática del Posgrado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Secretaria Auxiliar Nicolaita, Rosa María de la Torre Torres, impartió la conferencia «Trato ético de los animales en la experimentación científica: posibilidad o utopía», en el Centro de Información, Arte y Cultura de Ciudad Universitaria.
La especialista en Derecho comenzó su participación invitando al auditorio a pensar las siguientes preguntas: ¿Qué somos los animales? ¿Somos realmente diferentes los humanos de los no humanos? ¿Esta diferencia justificaría la explotación de unos sobre otros?
Explicó que sobre las similitudes y diferencias entre animales humanos y animales no humanos, la intuición de igualdad entre las especies es muy antigua. «Basta recordar a Pitágoras quien afirmaba que el alma estaba hecha de la misma materia (fuego y aire) tanto en los humanos como en los animales no humanos. Así, las diferencias corpóreas eran meras contingencias y un alma podría transmutar en humano y en no humano».
Reseñó la postura de diversas prácticas espirituales donde existe un sincretismo en cuanto a las consideraciones de los animales no humanos como nuestros pares.
«Es la doctrina judeocristiana la que nos invitó a considerar a los animales no humanos como entidades “creadas” por Dios al “servicio” del hombre. De ahí se derivan una serie de concepciones que justifican la diferencia entre los humanos y los no humanos.
«La ciencia contemporánea, subrayo De la Torre, parece empeñada en demostrarnos que las diferencias entre animales humanos y no humanos no son tan abismales como se pensaba. Compartimos características que nos acercan ineludiblemente de las cuales la más importante es la capacidad de sufrir».
Sin embargo, abundó, esto parece no importar. Desde la filosofía de la cultura y de la ciencia se puede observar claramente el utilitarismo desde el cual los no humanos son vistos como objetos, como seres inferiores a los que se puede “usar” o “aprovechar”.
Explicó que la investigación se lleva a cabo en universidades, escuelas de medicina, compañías farmacéuticas, las granjas, los establecimientos de defensa, y las instalaciones comerciales que proporcionan servicios de pruebas de animales para la industria.
En contraparte, la investigadora señaló que en Europa la Directiva 15/2003 prohibió la comercialización de productos cosméticos experimentados en animales. Esta misma Directiva regula los requisitos que han de cumplir los productos cosméticos para poder declarar que no han sido experimentados en animales.
Por ello, dijo, es que la práctica de la experimentación con animales está regulada en varios grados en los diferentes países.
Señaló que para concienciar al público, la PETA organizó el Día Internacional del Animal de Laboratorio, posteriormente reconocido por la Organización de las Naciones Unidas; en este día, cada 24 de abril, se conmemora la muerte de millones de animales en todo el planeta. La ADDA (Asociación para la Defensa de los Derechos del Animal) también se ha posicionado en contra de la investigación y el comercio con animales y en 1986 erigió un monolito con la inscripción: “En homenaje a los animales de laboratorio, seres que no tienen la oportunidad de negarse al sacrificio que requiere de ellos la ciencia”.
Asimismo, ofreció un amplio recuento de la práctica con animales no humanos a lo largo de la historia, desde los griegos hasta hace algunas décadas.
En este sentido, recordó que en 1822 se promulgó la primera ley de protección de los animales en el parlamento británico, seguida en 1876 por el «Acta de la crueldad hacia los animales», la primera ley cuyo objetivo específico era regular la experimentación con animales.
La ley fue promovida por Charles Darwin, que escribió a Ray Lankester en marzo de 1871: «Me has preguntado mi opinión sobre la vivisección. Estoy de acuerdo con su uso para investigación real en fisiología es justificable; pero no por mera condenable y detestable curiosidad. Es un asunto que me llena de horror, así que no diré ni una palabra más sobre el asunto, o no dormiré esta noche.»