Por Francisco Zamudio Muñóz.- Una vez concluido el años del 2013, quienes nos encontramos en las luchas del pueblo, independientemente de nuestras concepciones ideológicas o políticas, debemos de hacer un alto en el camino y repensar con objetividad acerca de nuestras luchas populares. Preguntarnos: ¿En qué hemos fallado?, ¿Porque nos han impuesto las reformas multimencionadas, como lo son la energética, la política, hacendaria y la educativa?. O ¿Por qué no fuimos capaces de impedir esas acciones de un sistema, según nosotros, caduco y antipopular?.
He leído con atención un análisis que desarrollo el gran Intelectual John M. Ackermann, en donde el considera, que la ausencia de AMLO, en los días que se discutió y analizo la reforma energética en el senado y según él, esa ausencia de AMLO, es la debacle de una izquierda anquilosada y tradicional. Que es una referencia obligada, en donde se muestra la conclusión de una etapa de la izquierda tradicional de nuestro país. Pero no solo se refiere al proyecto y liderazgo de AMLO, sino también a la actitud de traición de diputados y senadores del PRD o al silencio del EZLN y el Subcomandante Marcos, ante esta andanada política de los neoliberales.
Y en lo particular podría comentar, que esa apreciación no está fuera de la realidad. Prácticamente en todo nuestro país, quienes luchamos o nos reivindicamos de ser de izquierda, hemos estado con actitudes y prácticas, muy separadas de las causas justas del pueblo. Todos, sin excepción organizaciones sociales, sindicales, populares y partidos de izquierda, hemos caído únicamente en acciones mediáticas, callejeras o legales, pero están reducidas a un sector, exclusivamente al que representamos. Nuestras luchas son sectoriales, gremiales o partidistas, que han caído en una monotonía y en un divorcio con el pueblo.
¿Qué hacer?, como decía Lenin. Primero, reconocer que estamos mal y que requerimos una reflexión profunda. Salir del marasmo y aceptar que todos los proyectos de lucha social y política, hemos caído en un bache sin salida, porque además, prevalece la cultura de seguirse sintiéndose los “ombligos del mundo”. O esa actitud de canibalismo infantil, de echarse la bolita los unos a los otros, creyéndose los revolucionarios con toda la razón, pero carentes de respaldo social.
En segundo lugar, debemos de reconocer, que debemos de rehacer el tejido social político de nuestras luchas. No podemos continuar pensando solo y exclusivamente en nuestras fuerzas organizadas, cuando tenemos a un mundo de más de 100 millones de mexicanas y mexicanos. Tenemos que llegarle a esos millones que no están organizados, ni tienen esperanza alguna. Que están siendo bombardeados por televisa y TV Azteca. O que el sistema los mantiene en el engaño con la religión, el futbol o las noticias amarillistas. Todo aquel luchador, está obligado a brindarle a esos millones de nuestra gente, nuevas alternativas de organización y de participación política. Entonces hablar de unidad, no está ya acotado solo en partidos y organizaciones sociales o de la sociedad civil, sino de a exploración de prácticas distintas y diversas que convenzan a esos millones olvidados, incautados, controlados o adormecidos por este sistema PRIANISTA NEOLIBERAL.
Entonces si reconocemos nuestras deficiencias y comprendemos que no somos los únicos en este país como gente de lucha, y que junto a esto, nos reactivamos con una actitud más unitaria, más popular y más objetiva, entonces, podemos reafirmar una dinámica política novedosa y junto al pueblo.
Como dice Adolfo Guilly, en el documental del canal 6 de julio, denominado ¿Adiós a la Izquierda?, “Debemos de reconocer que lo que fue, ya no será. Que los pensábamos que era, nunca fue y que los queremos que sea, en nuestras manos esta lograrlo”. Necesitamos un José Mujica Mexicano, amigas y amigos.