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Por Rubén Ignacio Pedraza.- Michoacán vive la peor crisis en materia de seguridad de su historia, aunado a ello se agravan los problemas sociales y económicos que la entidad ha padecido durante los últimos años; décadas de interinatos, sismas políticos, crisis económica, protesta social y estridencias en materia de seguridad han sido una constante que a lo largo del año pasado y en este 2014 han desbordado de esa hoya de vapor que durante mucho tiempo acumulo la indiferencia y falta de atención de todos los gobiernos federales.
La entidad ha sido siempre un estado con una gran competitividad política, mucha efervescencia electoral y sobre todo un presupuesto gubernamental atractivo para acomodar en la nómina a colaboradores, amigos, aliados y familiares, situación nada despreciable para los distintos partidos políticos; sin embargo en los últimos lustros se acrecentó una crisis y una exacerbada debilidad institucional que deterioro las instancias y poco a poco dejaron de ser eficientes y de cumplir a cabalidad su cometido para con la ciudadanía, no solo en materia de seguridad pública, también en un lo que se refiere al desarrollo social, económico, político y jurídico.
Si bien es cierto que los grupos de poder económico en el país o dicho más rimbombantemente, los grandes inversionistas, solo ven en Michoacán como un semillero de mano de obra barata y en muchos casos optan por no invertir en el estado por cuestiones de seguridad, lo real es que caso contrario, nuestro estado representa para los grupos delincuenciales la joya de la corona por su ubicación estratégica en el centro de la República, la facilidad para conectarse con otros estados y sobre todo su litoral que durante mucho tiempo ha sido señalado como la puerta de entrada de precursores químicos para elaborar drogas.
Sin que haya sido aceptado o negado por el gobierno federal, el crecimiento y avance de los grupos de “autodefensas” en el estado durante los últimos tres meses, fue la alerta roja que motivo una movilización masiva de elementos de las fuerzas federales de seguridad en la zona de tierra caliente, registrándose como primeros operativos el intento de desarme de los integrantes de estos grupos, ejercicio militar que resultó fallido, situación que género en la opinión pública y sobre todo en las redes sociales la percepción de que el operativo no está dirigido a la detención de los grupos de la delincuencia organizada o que no está enfilada la estrategia a detener a los líderes de los carteles de la droga.
Lejos de desarmar, desarticular o desactivar las autodefensas, la incursión militar de tropas en las zonas en conflicto ocasionó enfrentamientos entre soldados y civiles, donde desafortunadamente resultaron civiles muertos; con esto se desacreditó la iniciativa de seguridad, potenciando una apología de los grupos de “autodefensas” en las redes sociales, al grado de ser considerados como revolucionarios o héroes; a la par se han ridiculizado las corporaciones que a pesar de estar apostadas en el primer cuadro de Apatzingán, no se percataron del incendio de una farmacia a unas cuantas cuadras de su ubicación.
Los escenarios en Michoacán son inciertos, la designación de un comisionado plenipotenciario por parte del gobierno federal causa todavía más incertidumbre a los michoacanos, la sociedad se pregunta de que se trató el acuerdo por la seguridad y si el gobierno del estado ha cedido sus facultades a la federación y sobre todo si de verdad ahora se sembraran condiciones duraderas para recuperar la paz y estabilidad en Michoacán, o si solo será una incursión más de militares y policías que exacerbaran la violencia e inseguridad cuando se retiren los efectivos de la entidad.
Los dos escenarios posibles están en manos de las autoridades estatal y federal, uno tiene que ver con un clima de violencia, inseguridad e inestabilidad política y social si no se atienden las causas que originaron estos flagelos como la miseria, marginación y exclusión; el otro escenario a construir vislumbra un clima de desarrollo, prosperidad y paz duradera, que en gran medida tiene que ver con el radical combate a la corrupción, la instauración de programas agresivos para disminuir los índices de pobreza, reactivar la economía en todas las regiones del estado y por si fuera poco, promover un cambio cultural que erradique la narcocultura tan arraigada en varios sectores del estado.
Michoacán no puede continuar siendo uno de los eslabones más débiles de la cadena, ni permanecer en el abandono presupuestal ni en la línea meramente discursiva, se requieren acciones cuantificables y que se traduzcan en mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
