19 de octubre del 2023.- El Hospital Al-Shifa es uno de los 200 centros médicos que atiende a los dos millones de personas que viven en suelo gazatí. Pero no todos están operativos. Desde la mañana de 7 de octubre, 154 centros sanitarios de Gaza han sido atacados y las pocas instalaciones médicas que siguen funcionando en el norte de la Franja están en una situación límite.
«El colapso es inminente. No sé cómo vamos a gestionar el enorme número de heridos», explica el cirujano ortopédico de Médicos Sin Fronteras en el Hospital Al-Shifa de Gaza, Nedal Abed. «Ahora mismo tenemos más de 3.000 pacientes heridos y nuestra capacidad máxima es de 700 camas diarias», añade Abed.
Con cortes intermitentes de luz, escasez de agua y falta de suministros médicos, el sector sanitario «está a punto de colapsar». «No sé como vamos a gestionar el enorme número de personas heridas. Estamos trabajando bajo mucha presión y no sabemos cuánta gasolina nos queda para hacer funcionar los generadores. Es cuestión de tiempo que nos quedemos sin electricidad», se desespera Abed.
A las afueras del Hospital Al-Shifa no hay espacio seguro. Las bombas caen de manera continuada y 40.000 civiles han acudido al hospital estos días buscando un refugio. En Al-Shifa MSF lleva años atendiendo a víctimas de quemaduras. Ahora, el personal médico corre la misma suerte que el resto de los gazatíes: son bombardeados constantemente desde hace casi dos semanas.
«Muchos médicos y otros trabajadores sanitarios han muerto desde el inicio de la ofensiva israelí», explica la coordinadora médica de Médicos Sin Fronteras (MSF) para los Territorios Palestinos Ocupados, Guillemette Thomas.
El pasado martes, al menos 471 personas murieron y cientos de gazatís resultaron heridos en un bombardeo al hospital árabe Al-Ahli (Hospital Bautista) de Gaza, en el que se encontraban centenares de personas, muchas de ellas menores. Es hasta ahora la agresión con más víctimas mortales desde que el 7 de octubre Hamás atacase por sorpresa a Israel.
El acceso a los hospitales es «extremadamente peligroso»
Según los datos de MSF, entre 800 y 1.000 personas resultan heridas cada día en la Franja, pero esta cifra solo incluye a quienes consiguen llegar a un hospital. «El acceso a los centros sanitarios es extremadamente peligroso y complicado por la escasez de gasolina, solo los pacientes más graves buscan atención hospitalaria», añade Thomas.
Desde el comienzo del conflicto, más de 13.750 personas han resultado heridas y en torno a 4.000 personas han muerto víctimas de los bombardeos israelíes, según el Ministerio de Sanidad de Palestina.
«Ya estamos asistiendo al colapso sanitario. El personal médico ya no puede tratar a la gente ni admitir a nuevos pacientes como es debido. Todo se hace en condiciones paupérrimas, con escasez de personal, falta de medicamentos y pocos equipos médicos», afirma Thomas.
Por si fuese poco, gran parte del personal médico se ha visto obligado a huir al sur de la Franja, ya que los ataques israelíes no cesan. El personal restante tiene que hacer frente a un acceso restringido a la electricidad y el agua en un contexto de asedio.
Israa Ali es una de las profesionales desplazados por la guerra. Ella es traductora de MSF en Jabalia, un campamento en el norte de Gaza, pero ha tenido que abandonar su casa para proteger a sus hijos de los ataques israelíes.
«Me culpo de haber tenido hijos y haberlos traído a un mundo terrible»
«El ruido de los bombardeos no nos deja. Mientras estoy con ellos me culpo por haber tenido hijos y haberlos traído a un mundo con condiciones tan terribles y guerras frecuentes, especialmente esta miserable guerra», se lamenta Ali.
Una de cada cuatro personas muertas en Gaza en los últimos 12 días son niños. En la superpoblada Gaza no hay refugios subterráneos y solo en Jabalia hay 25 escuelas gestionadas por Naciones Unidas. Son un refugio porque están protegidas en teoría por el Derecho Internacional, pero están sobrepasadas.
«Cuando se tienen hijos, se hace todo lo posible por protegerlos y proporcionarles de todo. No prestas atención a las numerosas veces que escuchas el sonido de las bombas cayendo durante el día. Es un momento en el que se supone que debes ser una madre o padre fuerte, para mantener la calma por tus hijos. Pero lo cierto es que necesitas a alguien que te tranquilice», añade desesperada la traductora.
Al llegar la noche los miedos persisten. «Tememos el anochecer. Los drones israelíes, los aviones de guerra, los buques de guerra, los cohetes pesados y las bombas se extienden como un reguero de pólvora. Después de intentar calmarme y calmar a mis hijos, que se despiertan muchas veces llorando, pienso en mi padre, mi madre y mi familia, que se refugian lejos, pero en las mismas circunstancias. Intentas pensar en positivo, pero es en vano», concluye Ali.
Bajar al sur de la Franja, siguiendo las indicaciones de Israel, no es garantía porque allí también bombardean. Para muchos, ni siquiera es una posibilidad, porque no tienen gasolina para desplazarse. No hay muchas más opciones que quedarse y confiar en tener suerte, como hasta ahora la ha tenido Ali.