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Caso Fausto: el día que Goebbels no pudo

ahuizote.com le da la bienvenida a la columna política «Mi Villano Favorito», que cada 8 días estará escribiendo el periodista Toño Aguilera, egresado de Filosofía y Letras de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Por Toño Aguilera.- Toda organización o ente individual que tenga aspiraciones de poder y control sabe desde el inicio de los tiempos que lo fundamental es controlar la forma en que la información llega a la gente, de este modo se aseguran no solo informar lo que ellos quieren que se sepa sino además controlar el contenido de la información transmitida. En este contexto es fácilmente predecible el axioma de que quien controla la información, controla el poder.

El control de los medios nos es ninguna novedad, toda tiranía que ha habido a lo largo del tiempo ha mantenido su poder falsificando información y haciendo creer a la gente que la mejor opción de gobierno es la que ellos proponían.

Winston Churchill dijo «La historia será benévola conmigo ya que tengo la intención de escribirla» y George Orwell escribió en su celebre1984 «Quien controla el pasado, controla el presente. Quien controla el presente, controla el futuro».

Esta no es una verdad inédita, en todo momento la mayor parte de los  regímenes políticos y de los medios de comunicación lo han practicado, toda vez que el objetivo no sólo es moldear la opinión pública y las verdades mediáticas a los intereses políticos, sino en muchos sentidos ocultar información que es de interés público.

Noam Chomsky, un clásico ya en estos temas, escribió hace años un artículo referido a las 10 estrategias de manipulación mediática, y ponía en primerísimo lugar colocó la a estrategia de la distracción. Chomsky: “El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales”.

A fin de poder ejercer este control sobre los otros, sin embargo, los actores sociales necesitan, en primer lugar, satisfacer ciertos criterios personales y sociales que les permitan influir sobre los otros. Vemos que la manipulación, destaca Teun A. van Dijk, es una de las prácticas discursivas de los grupos dominantes dirigidas hacia la reproducción de su poder. Tales grupos dominantes pueden hacerlo de muchas (otras) maneras, por ejemplo, a través de la persuasión, proveyendo información, educación, instrucción y otras prácticas sociales que tienen como objetivo influir en el conocimiento, (indirectamente) en las acciones de los receptores y sus creencias.

A lo largo del último año el gobierno de Fausto Vallejo relegó sus funciones administrativas para tratar de emprender un gobierno de orden mediático; sus objetivos para ello fueron varios: desde su último periodo como alcalde de Morelia, era una verdad de los corrillos mediáticos de una enfermedad que aquejaba a Fausto Vallejo, quien por entonces sintetizaba las esperanzas del PRI para retornar al poder en Michoacán. Ya en campaña, el tema de su salud fue negado desde el inicio y a pesar de algunos señalamientos limitados que le hicieron sus adversarios en esa elección (Luisa Ma. Calderón y Silvano Aureoles), el entonces candidato del PRI pudo capotear el tema de su salud.

Ya en el poder, era visible a todas luces un empeoramiento de la salud del incipiente mandatario michoacano, y una de sus primeras decisiones mediáticas fue que nada debería de comentarse en los medios sobre su salud. En ese momento, el gobierno decidió construir su estrategia mediática, y desató su maquinaria para posicionar y propagar el tema de la deuda pública, que era real pero que fue magnificado ad nauseam. Por esos meses, ya con la campaña presidencial a todo vapor, el asunto de la salud del gobernador fue archivado.

Fue el investigador de la UNAM, Ernesto Villanueva, quien a la mitad del 2012 llevó el tema de la enfermedad de Vallejo al espectro nacional, y en un artículo publicado en Proceso habló sobre una posible diabetes.

Ello desató las primeras reacciones del área de comunicación de Gobierno, y decidió implementar su “estrategia” de negarlo, buscando uniformar una sola verdad respecto al caso en los medios estatales.

El tema de la salud del gobernador fue investigado por la Revista Los Periodistas, provocando una virulenta reacción del gobernador, cuando le dijo a Arturo Álvarez del Castillo a voz alzada y frente al público “amigo, no estoy enfermo”.

Desde esa ocasión, comenzaron a ser recurrentes las ausencias del gobernador de los actos públicos y de su quehacer diario, a tal grado que la agenda de gobierno se vio reducida al mínimo. Sin embargo, la estrategia de comunicación fue la misma, negar lo que todos los periodistas veíamos: su salud empeoraba cada vez más.

Sin embargo, para el 30 de septiembre del 2012, en pleno recorrido del bando solemne, el mandatario se doblegó y tuvo que ser atendido por un médico en Palacio de Gobierno. La verdad oficial, que expuso el coordinador de Comunicación Social, Julio Hernández Granados, vía su cuenta de Twitter, fue: @JulioHGranados: “El gobernador @faustovallejof tuvo un espasmo en la laringe derivado de un ataque de tos. Nada de qué preocuparse. Ya está atendiéndose”.

Esta versión fue la misma que se repitió en octubre, cuando el gobernador se ausentó por varios días, y la respuesta del propio mandatario fue la misma: “¡Aquí estoy! ¿Qué mayor contundencia a los que ya hasta me mandaban flores? ¡Aquí estoy!”.

El tema ya era ineludible y se trasladó a los reflectores nacionales cuando a inicios de marzo, el gobernador pidió licencia por 30 días para ausentarse, y ahora la verdad oficial ya no hablaba de que estaba enfermo, sino de que no se trataba de nada grave.

A los 11 días retornó el gobernador, y su frase más rescatable fue: “vengo echando lumbre”. En todos estos días, la verdad oficial se mantuvo en no informar sobre el tipo de enfermedad y sobre la gravedad de la misma.

En días pasados, el canal Foro Tv informó sobre la salida intempestiva de Fausto Vallejo a Chicago, y más allá de aclarar la versión, la “estrategia” fue la negar el hecho e informar que el mandatario se encontraba en la Ciudad de México atendiendo reuniones privadas.

Para entonces, los actores políticos exigían al gobierno que esclareciera el tema, y la negativa fue su respuesta.

El tema de la enfermedad de Fausto Vallejo hecho por los suelos la gran inversión en medios que su gobierno hizo para explotar y mantener el tema de la deuda pública y desperdició el capital mediático que había conseguido con ello.

En este asunto, el cuadernillo de Goebbles ya no alcanzó para buscar desviar el reflector sobre la deteriorada salud del gobernador michoacano.

Políticamente, Fausto Vallejo está desahuciado, y si después de su intervención decide regresar al poder,  lo cierto es que eso agravará más la ya de por sí jodida situación actual del estado.

En el ámbito mediático, ya no hay posibilidad de mantener su postura oficial de minimizar el caso de su estado de salud, y se debe aceptar la derrota. Sin embargo, suele ganar más el orgullo que el talento. Como decía Joseph Goebbles «Cuanto más grande la mentira, más gente la cree».

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