Antonio TENORIO ADAME
En el transcurso de estos días se vincularon a la memoria política la conmemoración de las elecciones del 6 de julio de 1988 donde se fraguó la llamada “caída del sistema” para impedir la derrota de Carlos Salinas de Gortari, candidato del PRI, ante el desafío de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, quien contendía bajo las siglas del Frente Nacional Democrático.
El pasado es experiencia.
DEMANDAS DE LA MINORIA
El sorprendente despertar de la conciencia cívica de los mexicanos, fue posible por la rebeldía de valerosos integrantes del PRI que se incorporaron del procedimiento del proceso preelectoral de la sucesión presidencial, conformando para ello la llamada Corriente Democrática, donde coincidieron el candidato ya mencionado, la maestra Ifigenia Martinez, Rodolfo González Guevara y Porfirio Muñoz Ledo, quien acaba de fallecer y quien fuera un reconocido político polifacético con solida formación cultural.
Los entonces integrantes del FDN fueron expulsados del Partido Revolucionario Institucional; Jorge de la Vega Domínguez, presidente del instituto los calificó de “caballos de Troya”. Seis sexenios después de ese atropello a la militancia, el PRI se encuentra obsoleto y en estado de descomposición.
La noche de ese 6 de julio al cierre de casillas el órgano electoral, Comisión Federal Electoral, dependiente de la Secretaría de Gobernación, encargado del proceso había ofrecido dar a conocer las actas de escrutinio de casillas .
No obstante en la medida que los resultados llegaban no favorecían al candidato oficial, Salinas de Gortari, por lo que el presidente de la CFE, el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, decidió, después de la consabida consulta, suspender la información en marcha, a lo que se le conoció como “caída del sistema”.
Este termino fue asumido como categoría política y que se trató de un “golpe electoral” de una elección de Estado que culminó con la usurpación del cargo.
El secretario Bartlett no asumió su responsabilidad y la deriva a otros como lo muestra su argumento de que “el no calificó la elección”, sino fueron los diputados.
Es de suponer que el frenón de las cifras de casilla fue consultada con el presidente Miguel de la Madrid Hurtado, quien por disposición constitucional no es responsable de sus actos durante su gobierno; sin embargo, el Secretario del ramo sí es el responsable como lo determina una responsabilidad derivada en el refrendo legislativo cuando ambos, Presidente y Secretario, mancomunan una ley para entrar en vigor.
Así pues el Secretario de Gobernación fue responsable de ese ataque a la recién nacida democracia; un crimen de «lesa nación”.
PARA ASUNTOS DE LA MAYORIA
La formación política de Bartlett Díaz es sólida, como lo muestra su recorrido en las esferas gubernamentales, siendo nombrado por el Jefe del Ejecutivo, secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid, y Secretario de Educación por el presidente Carlos Salinas de Gortari, mismo cargo al que renunció para participar en las elecciones de gobernador de Puebla, del sexenio 1993 a 1999.
La designación presidencial fue a la vez un premio a su lealtad como hombre del Presidente y de Estado, Aunque el reconocimiento agravió a los ciudadanos poblanos de gran historial cívico como lo registra el sueño de Aquiles Serdán.
La ofensa al pudor cívico poblano se recuerda con la repísala de Bartlett de gobernar su entidad de nacimiento, al preferir vincularse con su identidad cultural donde se inscribía la historia familiar, Tabasco.
Pero el mayor daño ocasionado por el autoritarismo del salinato se infrigió al usurpar un acto de formación de gobierno de elección con quien se benefició del mismo, y quien legalmente señalado como responsable de la violación del voto público de la elección presidencial de 1988.
Es decir la violentación electoral federal ahora se reeditaba en su versión poblana para favorecer al violentado.
El juicio de la administración de Bartlett queda a la estima de los poblanos; hay quien considera que fue un impulsor del desarrollo, porque promovió los negocios urbanos, mientras la oposición del PAN no digiere los resultados de las concertacesiones, grises y claros, por supuesto.
No sólo cuenta con ciudadanos que lo apoyan, sino, aún más, con los cuadros formados durante su gobierno, de ahí se desprende un neo-Bartletismo bastante robusto capaz de reeditar las épocas de su administración.
La confianza del Presidente a Manuel Bartlett es desmesurada como acostumbra su convicción; considera que su integración a su gobierno lo libera de cualquier responsabilidad oficial, asi como impugnaciones que salen de Morena al no entender cómo subsiste la contradicción entre el empeño de violación electoral y la gracia de constituir un pilar en el proyecto de transformación en la recuperación de la soberanía energética.
Queda la impresión de que el presidente Andrés Manuel López Obrador considera al exgobernador de Puebla como un hombre de Estado que sirve a la administración fuera del sello partidario, y, sobre todo, cuando ha sido capaz de transmitirle la sabiduría política para su mejor aplicación. El Presidente decide con quién comparte la responsabilidad
DECISIONES CONSTITUCIONALES
Durante las sesiones de debate sobre la formación de la Plataforma Política de Morena al 2024 no se advierte que una contradicción de principios entre el pasado depredador del neoliberalismo y la aspiración a recuperar la soberanía democrática llegue a dilucidar la coexistencia pacifica del lobo entre las ovejas. Todo depende de la vergüenza poblana.