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La inestabilidad se apodera de Perú: claves de la crisis que llevó al «suicidio político» de Castillo

08 de diciembre del 2022.- La frenética jornada del miércoles en Perú acababa con una nueva presidenta y con Pedro Castillo detenido por un presunto delito de rebelión tras un movimiento calificado mayoritariamente de golpe de Estado. El ahora exmandatario, que llevaba poco más de año y medio al frente del país, anunció la disolución del Congreso y el establecimiento de un Gobierno de emergencia en un fallido intento de esquivar la moción de censura que amenazaba con expulsarle. La Cámara finalmente destituyó a Castillo después de su inesperada maniobra, que consolidaba la profunda crisis política que atraviesa el país.

El “suicidio político” de Castillo
El miércoles estaba prevista en el Congreso peruano la votación de una moción de censura contra el ya expresidente por su presunta “permanente incapacidad moral” para seguir en un cargo que asumió en julio de 2021, después de un apretado pulso electoral con la derechista Keiko Fujimori.

Sin embargo, horas antes del comienzo de la votación, Castillo proclamaba en un mensaje en vídeo la disolución del Congreso y la instauración de un Gobierno de Emergencia, dando comienzo a la convulsión política de una jornada que acabaría irremediablemente con una destitución que el entonces presidente parecía querer evitar a toda costa.

“Con la información que manejábamos, no se iban a reunir los 87 votos necesarios para sacar adelante la moción”, expone a RTVE.es el analista político peruano Joel Díaz Rodríguez, que califica la decisión tomada por Castillo de “suicidio político”. “Creo que la desesperación o la falta de frialdad para aceptar la moción le llevó a tomar una decisión suicida para la que no había marcha atrás”.

Por su parte, el investigador sénior del Real Instituto Elcano especializado en América Latina, Rogelio Núñez Castellano, se refiere a la maniobra de Castillo como “chapuza en toda regla” y señala que el exmandatario creía que iba a ser destituido. “No tiene sentido promover un golpe de Estado tan mal organizado y tan mal llevado a cabo si creía que el Congreso no iba a conseguir sacar adelante la vacancia”.

El pulso entre el Congreso y Castillo
El del miércoles no era el primer pulso político entre el expresidente y un Congreso notablemente dividido. La moción de censura suponía el tercer proceso al que se enfrentaba Castillo, que ya había esquivado un primer intento de destitución en diciembre de 2021, cuando la moción no llegó a ser admitida a trámite, y un segundo proceso en marzo, que no contó con los apoyos necesarios para salir adelante.

Las razones del inicio de ambos procesos giraban en torno a los diversos casos de corrupción que persiguen al presidente y multitud de críticas a la gestión de un Gobierno que en un año y medio de vida no contaba con un gabinete cercano a la estabilidad.

Para Díaz Rodríguez, las dos primeras mociones sirvieron para visibilizar que la oposición no estaba contenta con Castillo. “Nunca hubo temor real a que salieran adelante, no había consenso en el Congreso, pero sí existía ese malestar social, político y mediático por lo desastroso que estaba siendo el Gobierno y por los casos de corrupción que iban saliendo”.

Núñez Castellano apunta, además, a la poca credibilidad política de un Congreso “penetrado por la corrupción” y sugiere que, si las primeras mociones no salieron adelante, fue porque al resto de Congresistas tampoco les interesaba la celebración de unas elecciones anticipadas que harían peligrar su escaño y, por lo tanto, también sus ingresos y su capacidad de influencia.

El descontento social en Perú y un Gobierno a la deriva
Los precipitados acontecimientos de estos días llegan en mitad de un clima de enorme descontento social. En el último mes, las calles de Lima y otras ciudades peruanas se han llenado de manifestantes que alzaban pancartas y entonaban cánticos pidiendo la destitución del expresidente. «Fuera Castillo, fuera ya», «Fuera delincuente», o «Corrupto», eran algunos de los mensajes que se lanzaban.

Según declaraciones a RNE de la productora general de América TV en Perú, Rosana Cueva, el exmandatario ha ido decepcionando a unos votantes que esperaban más de él. «Precisamente por tratarse de un campesino, un profesor rural, podría haber adoptado medidas distintas para la población y, sobre todo, la población más vulnerable. Esto no ha sido así», apunta.

Los analistas consultados coinciden en que, pese al sorpresivo giro de guion protagonizado por el exlíder peruano, su mandato tenía el final escrito. Castillo, que proviene de una de las regiones más pobres de Perú, llegó a la política como un campesino de extrema izquierda dispuesto a traer el cambio pero, desde que tomó posesión, no ha logrado encabezar un Gobierno estable en Perú.

“Cuando se construye un Gobierno no se espera que el presidente sea un gran técnico, ni que tenga un doctorado en política. Pero sí se espera que tenga una visión de país, cómo y a dónde quiere llevarlo. Eso es lo que le faltaba a Castillo”, expone Díaz Rodríguez.

Castillo llegó al poder “por azares de la historia”, impulsado por el ‘antifujimorismo’ que quería evitar a toda costa la victoria de su adversario, la líder de Fuerza Popular e hija del exmandatario Alberto Fujimori, que llevó a cabo un golpe de Estado en los años noventa.

La profunda división política en Perú, explica Núñez Castellano, es lo que lleva a que “el electorado ‘antifujimorista’ acabe votando a candidatos con tan poca capacidad de dotar de gobernabilidad al país como Pedro Castillo”. Su imagen de hombre de pueblo, alejado del sistema corrupto, fue tomada como virtud, pero no ha servido para dotar de un gobierno estable a un país que ha visto seis presidentes distintos en los últimos cinco años.

“Pedro Castillo es la punta del iceberg de los problemas estructurales de Perú”, expone Núñez Castellano, que apunta a la debilidad de los Gobiernos que se han sucedido en Perú en los últimos años y a su incapacidad de impulsar reformas.

Dina Boluarte y el futuro de un país en crisis
Poco después del arresto de Castillo, la que hasta entonces había sido su vicepresidenta, Dina Boluarte, juraba como nueva presidenta de Perú, convirtiéndose en la primera mujer en asumir el cargo en la historia del país. Horas antes, se desmarcaba de la jugada perpetrada por el exmandatario y denunciaba el «golpe de Estado» que estaba teniendo lugar.

En su discurso, Boluarte, que se había mantenido del lado del exmandatario hasta los últimos meses, mencionaba asumir su nueva labor hasta julio de 2026, fecha en que vence la actual legislatura. Asimismo, Boluarte pedía al Congreso «tregua política» y «diálogo».

«Ninguna de estas dos cosas garantizan que Perú vaya a encontrar la estabilidad, pero lo que es seguro es que sin ellas dos no se puede llegar a ese objetivo», apunta Núñez Castellano, que subraya la necesidad de «romper» la dinámica de inestabilidad política establecida en Perú en los últimos años.

Rodríguez, por su parte, duda de la capacidad de liderazgo de la nueva presidenta para agotar la legislatura, teniendo en cuenta que se presentó a los comicios en la misma papeleta electoral que Castillo y apunta a que la solución pasa porque presente «su plan para un futuro cercano y convoque elecciones». El Congreso peruano, añade, está muy desprestigiado y la salida más honorable es devolver la palabra a la ciudadanía para que vuelva a elegir a sus representantes.

El politólogo destaca, por otro lado, la capacidad de las instituciones, los poderes públicos y la ciudadanía peruana, para reconducir el intento de salir del marco constitucional del expresidente.

El futuro de Castillo, detenido e investigado
Tras su destitución al finalizar la votación en el Congreso, el expresidente, que había estado en paradero desconocido durante cerca de media hora, era detenido en la sede de la prefectura de la Policía de Lima. Antes, había perpetrado un intento de fuga, supuestamente en dirección a la Embajada de México en la capital.

El exmandatario fue trasladado después a la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía peruana, donde se encuentra la cárcel de Barbadillo, en la que cumple 25 años de condena el expresidente Alberto Fujimori, encargado de perpetrar el golpe de Estado de 1992, con más éxito que el de Castillo.

La Fiscalía anunciaba después el inicio de diligencias preliminares contra el expresidente por los delitos de rebelión y conspiración, aunque se desconoce por ahora a qué cargos podría enfrentarse el exmandatario.

«La ironía de todo es que Pedro Castillo ganó por ser un candidato capaz de canalizar el voto ‘antifujimorista’ y finalmente ha terminado haciendo lo mismo que hizo Alberto Fujimori y ha terminado en la cárcel, como terminó él», concluye Núñez Castellano.

Con información de RTVE

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