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Una enfermedad llamada poder

 En octubre fui criticado por varios priistas al hacer notar clínicamente algunos síntomas que se advertían en la salud de Fausto Vallejo, hice una ilustración de las causas de un calambre, como las causas de la tos. (1)

Algunos me acusaron de meterme en el derecho a la privacidad del ser humano al intentar encontrar el diagnóstico de la enfermedad de Fausto Vallejo.

En aquellos días me preguntaba honestamente como lo hago ahora, cuando los políticos que gobiernan se enferman, ¿dónde se traza la línea entre su derecho a la privacidad y el de sus gobernados de conocer su estado real?

Ha regresado al centro del debate el quebranto de salud que padece el Gobernador de Michoacán Fausto Vallejo Figueroa, los síntomas particularmente la tos y su intervención quirúrgica de una hernia y no es para menos ya que la capacidad física y mental de los gobernantes depende el futuro de millones de habitantes, un poco más de cuatro en el estado.

En lo personal respeto y admiro a Fausto Vallejo, pero considero que los michoacanos merecemos respeto como no lo dijo en su campaña para que nos hagan saber con exactitud su estado de salud o su estado de enfermedad, para ellos son sólo síntomas o mejor dicho un síntoma, la tos, y el origen de la tos es múltiple, desde una simple gripe, hasta una insuficiencia respiratoria o incluso insuficiencia cardíaca. Se habla de una hernia, pero no se dice que hay en torno a esa hernia, que tipo de complicación, que pronóstico existe en todo ello.

Podríamos señalar varios síntomas o varios signos en el caminar de Don Fausto desde la evidente retención de líquidos, manifestada por edema en miembros inferiores(hinchazón de sus pies) hasta en ocasiones una dificultad para hablar producto de la falta de aire en el aparato de fonación.

Según las leyes mexicanas los datos específicos de la historia clínica son del círculo íntimo del paciente. El problema es que los gobernantes dejan de ser simples ciudadanos para tomar decisiones que afectan a muchas personas y encarnan la institución que lideran. Así queda definida la disyuntiva: ¿cómo conciliar el derecho de los ciudadanos a conocer el estado de salud del alto funcionario con el derecho de estos a su privacidad?

En los últimos meses el estado de salud de Presidentes de América Latina ha estado en el foco de atención de la opinión pública, en algunos casos con reservas y en otros con una actitud responsable. Por ejemplo, el verdadero estado del cáncer de Hugo Chávez se mantuvo en un silencio inexplicable, ello provoco una serie de rumores sobre el avance y tipo de enfermedad del presidente venezolano. Un diagnóstico público permitiría a los electores tomar decisiones sin temores y seguramente alteraría el curso de la campaña presidencial.

Por el contrario, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, reveló su estado de salud a las tres semanas de que le hubieran diagnosticado un cáncer linfático. Con esa información en mente, los electores votaron por ella.

No cree usted que la legislación mexicana debería obligar a los candidatos  a certificar su estado de salud?

Desafortunadamente muchos candidatos y gobernantes engañaron a sus electores y  audiencias sobre su estado de salud y que las enfermedades que padecen pudieran afectar negativamente su capacidad para ejercer sus funciones.

Se abren a diversos rumores ante la falta de información oficial sobre casos de enfermedad del Secretario de Política Social Rodrigo Maldonado o de la Directora del DIF Nelly Sastré, pero nadie abre la boca, el silencio los acompaña.

La actitud de Fausto Vallejo al dar a conocer la imposibilidad de trabajar en los próximos días al cien por ciento de sus capacidades al frente del gobierno de Michoacán es una actitud que lo enaltece, sin embargo, tener la historia completa de su real estado de salud me generaría mayor confianza como gobernante.

Aplaudo por cierto, la actitud de diversos protagonistas de la vida política del estado en donde todos expresan su deseo de salud para Don Fausto y por ende para Michoacán.

Desgraciadamente hay una enfermedad que no es tan fácil diagnosticar como la Diabetes o una Insuficiencia Renal, o la hipertensión o una faringitis, esa enfermedad se llama PODER que quienes la padecen como los alcohólicos y los drogadictos es para ellos en un primer momento imposible reconocerla.

Sigue siendo un tabú para muchos de nuestros políticos reconocer que están enfermos, pero más aún reconocer que están enfermos de poder.

(1) http://www.ignaciomartinez.com.mx/noticias/una_autoridad_tambien_se_enferma_como_cualquiera_9222

Articulista: Ignacio Martínez

 

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