Artículo de Fondo «Diputado 501», Por Antonio TENORIO ADAME (13-III-2022).- No hay consecuencias sin causas; los orígenes de los conflictos casi siempre al final se determinan por su confrontación o su solución; aunque los arboles no dejen ver el bosque.
POR LA NEGATIVA
En México sucede con frecuencia que los dramas de violencia extrema, tales como: femenicidios, privación de la vida de periodistas o activistas de derechos humanos, desaparecidos, fosas clandestinas, e incluso masacres, sean percibidos como eventos singulares y no como parte de un todo, como corresponde a una sociedad bajo condiciones de una violencia generalizada y permanente; es decir, una sociedad en estado de guerra.
Ucrania sufre una guerra, como México la sufrió en 1848, de conquista territorial. Ese elemento identifica su continuidad de fronteras territoriales con países poderosos; sin embargo, la memoria histórica parece borrada en los mexicanos, incluso su situación presente no se concibe como un conflicto bélico a pesar que las partes de guerra, con las noticias de daños mortales, son drásticos en la parte mexicana. Un ejercicio analógico da cuenta de ello.
Ucrania 2022: bajas mortales 15 mil, desplazados 2 millones, graves daños materiales en infraestructura y vivienda por bombardeos.
México 2022: homicidios, más de 100 mil de 2018 a 2021; femenicidios, de enero a noviembre de 2021, fueron 922; desaparecidos 23 mil, de 18 a 2220, y 95 mil registradas, al 26 de noviembre de 2021; en México han sido encontradas 4.092 fosas clandestinas y exhumados 6.900 cuerpos desde 2006 al de 30 enero de 2021; en 2020 se localizaron 559; la incidencia de casos de impunidad es elevado alcanza al 95 % en casos de tortura, mientras que en desaparecidos es total.
La pregunta que se hace es ¿Por qué a una se le reconoce como conflicto mundial y a otro como guerra híbrida o combate a las drogas? Ambas son guerras, nada más que sus dimensiones y objetivos son distintos; en el primero se disputa la hegemonía mundial en todos los dominios geopolíticos, desde el mercado hasta el ideológico; en tanto en nuestras latitudes el objetivo es de contención y subordinación en aspectos migratorios y control territorial a favor de la seguridad nacional de la Unión Americana.
Es común escuchar que la Guerra contra el narco se ha prolongado por falta de una estrategia adecuada, a partir de que se mezclan los cuerpos que la combaten y se contagian entre sí, es por eso que se considera que la Guardia Nacional se formó y mantiene sus vínculos con las fuerzas armadas federales, así también se señala la debilidad de una estrategia basada en la inteligencia.
No hay avances en disminuir la violencia, sí en cambio en militarizar la vida civil, justo en medio de pequeños infiernitos.
A partir de 2006 que el presidente Felipe Calderón Hinojosa dio orden de salida al Ejército, el país comenzó su periplo de militarización creciente sin cesar. El binomio de corrupción y violencia, no obstante el daño trascendente ocasionado, se evitó asumir un Estado de excepción, y proceder a la declaración de guerra conforme a la Constitución.
¿Cuál es la razón de actuar con simulaciones?, ¿dejamos al margen la democracia?, o ¿acaso se teme la caída de la inversión externa?
En ese laberinto de confusiones destaca el pragmatismo utilitario de los actores principales de la confrontación política en la que ambos intercambian culpas, el Estado se declara objeto de un golpe blando de parte de grupos de poder mediático; por su parte, éstos dicen que son violados los derechos humanos y responsabilizan al poder constituido. Se confunde así una lucha existencial con una prosaica ambición por el poder material.
En cierto modo es el origen de la confrontación del Presidente con la oposición, grupos de presión empresarial y organismos empresariales mediáticos, donde se mezclan las libertades públicas con los derechos empresariales; así todos nos sumergimos en un nudos gordianos que al desanudar nos ahogan aún más.
El fuego doliente de la violencia, que castiga a toda la sociedad, debe ser planteada en una visión de 360º a partir de cómo desacondicionar su proceso de destrucción y establecer la paz.
No existe hasta ahora alguien que conmine a recuperar el respeto a la vida en México, en cambio por doquier se percibe el rumor de la paz en Ucrania como víctima de un Imperio voraz .
Si queremos la paz comencemos por reconocer que existe una guerra ahora, se dice de orden hibrido, porque no se trata de un problema solo de seguridad, pública o nacional, sino de una guerra que debe enfrentarse hasta derrotar a sus enemigos, como grupos armados al servicio de potencias mediáticas extranjeras.
Al tratarse de una guerra irregular su duración es prolongada se requiere de acuerdos con firmes convencimientos de los beneficios aportados, el manejo mercantil de las drogas genera un mercado internacional cuyos efectos son múltiples y complejos, de tal modo que para su atención y solución requiere de acuerdos internacionales. Como es el caso de México que necesita de la participación activa de los Estados Unidos, donde se localiza el mercado de consumo y de operación financiera final, como también la dotación de armas con la que operan los grupos criminales, para desarrollar una política común regional a fin de erradicar la violencia que azota a la América Latina, en México en particular.