México, D.F; 08 de febrero de 2013.-Las explicaciones que el gabinete de seguridad de Enrique Peña Nieto ha ofrecido a lo largo de toda una semana para justifica la versión oficial sobre las causas de la explosión ocurrida en la Torre de Petróleos Mexicanos no han dejado satisfecha a la opinión pública, pues entre más elementos se ofrecen para “cuadrar” la hipótesis de un “accidente” menos credibilidad le queda a un gobierno que adolece de confianza ciudadana.
El presidente de la República, a través de los titulares de la PGR, Gobernación y Energía, ha recurrido a los tecnicismos (difusa, lenta, horizontal y definida) y la jerga propia de un tema que sólo los “expertos” comprenden (explosión limpia que no dejó residuos) para tratar de confundir a los millones de mexicanos que esperan información fehaciente sobre un hecho de suma gravedad que se ha tratado de minimizar, y que sólo han recibido información contradictoria acerca de las causas que ocasionaron dicha tragedia.
Vladimir Aguilar García, Secretario de Planeación del CEN del Partido de la Revolución Democrática señaló que a siete días de tan lamentables hechos, hablar de la presencia de gas pero desconocer la fuente son afirmaciones que arrojan más dudas que certezas, que lo único que dejan al descubierto es la existencia, dentro del gabinete presidencial, de los esfuerzos de varios de sus integrantes por sacudirse la responsabilidad jurídica por los 37 muertos y los cientos de heridos que quedaron como saldo y por no garantizar las condiciones mínimas de protección en un edificio que se supone debería ser considerado como estratégico para la seguridad nacional.
Mientras Peña Nieto no se atreva a hablar con la verdad seguiremos escuchando versiones tan disímbolas como causas del percance, y continuaremos presenciando a supuestos expertos en seguridad que confunden el olor a comida descompuesta con el de un combustible.
Haya sido un accidente, un atentado o un mensaje divino, es tiempo de que el gobierno de Enrique Peña Nieto señale a los verdaderos responsables de un hecho que no puede quedar sin castigo, pero sobre el cual el presidente de la República sigue haciendo cálculos políticos para lastimar lo menos posible la imagen de un gobierno que se debate entre la mentira y la pantomima.