Columna Política «La Feria», Sr. López (05-VII-2021).- A tía Magdalena, de las de Autlán, este menda la conoció vieja y da fe que fue espectacularmente bella. Desde jovencita contaba la abuela Elena, la pretendían en manada y ella, sabiendo que estaba como estaba, no aceptaba a ninguno, esperando siempre algo ‘mejor’, pero había uno que aparte de estar bien plantado por más desaires que ella le hacía, no aflojaba el asedio, hasta que por fin, años después, lo aceptó y se casó con él para dejarlo en semanas, porque decía sonriendo la abuela: -No funcionaba para lo mero bueno… ¿pa’ qué pues tanta insistencia? –y sí, para qué.
Imagine que estamos en el año 2027, con el sucesor de nuestro actual Presidente en su tercer año y ejerciendo el cargo a plenitud. ¿Qué trato recibirá Andrés Manuel López Obrador como expresidente?
Por supuesto se puede pensar que es un ejercicio inútil, pero no tanto: nuestro actual Presidente, más que ningún otro de Zedillo para acá, necesita asegurarse que quien lo suceda no lo vaya a molestar… perseguir, pues.
Durante los largos años que el PRI tuvo o detentó el poder presidencial, había reglas que se respetaban y los expresidentes eran intocables, sí, pero mudos, paralíticos y transparentes, hasta que llegó Salinas de Gortari quien intentó repetir lo del ‘maximato’ y le salió fatal porque un Plutarco Elías Calles es irrepetible; a Salinas le mataron al que puso y le pusieron al que no imaginó nunca y ese, Ernesto Zedillo, lo obligó a exiliarse en Irlanda, metiendo a la cárcel a su hermano, Raúl, anulando del todo al ‘salinismo’.
Zedillo, el perfecto pérfido, amarró su asunto entregando el poder al PAN y ya fue juego nuevo. Luego, Fox no tuvo que preocuparse de Calderón y este, menos de Peña Nieto que solo tenía cabeza para encontrar el modo más expedito de cuidar sus intereses personales… ¡ah! y de implantar reformas de gran calado que consideró oportunas o le impusieron, nunca lo sabremos. Peña Nieto ante los hechos consumados y con López Obrador elegido por una mayoría inédita, se plegó con pragmatismo acomodaticio y entregó el poder cinco meses antes a quien bufaba por gobernar.
Y llegó López Obrador al poder (fanfarrias). Algunos no pocos pensaron que con él llegaba al poder la izquierda (entendida como alguna variante del socialismo), pero no, nunca fue de izquierda más que en su discurso. Por su manera de pensar es conservador y por su manera de actuar, un populista de derecha.
Así se exhibió siendo Jefe de Gobierno del entonces D.F., no entiende uno de dónde la gente creía que era izquierdista: no cree en la preeminencia del gobierno y lo adelgaza con su coartada de la austeridad, como si fuera hijo de Reagan y doña Thatcher; no cree en las convicciones ni las formas de izquierda; no abraza ninguna causa de la sociedad civil; desprecia y ningunea al feminismo; no se compromete en lo del aborto ni comprende el movimiento lésbico-gay al que evade; ignora las voces que claman contra la violencia de género; se relaciona con líderes religiosos; rechaza todo grupo con capacidad de convocatoria, así sean padres pidiendo medicinas para sus hijos, pues su dominio de la plaza pública no admite retos; no acepta el diálogo ni los mecanismos de participación, por eso no permite que Morena sea partido político con vida propia y lo usa como ‘movimiento’ solo para validar y legitimar en rebaño lo que él decida porque su tendencia natural es autoritaria, autocrática, lo que explica su súbito romance con el ejército, siempre obediente, siempre leal.
Así como Stalin predicando el comunismo reinventó el zarismo y resucitó la servidumbre; López Obrador con frases de Juárez y la vista en Cárdenas, se parece cada vez más a Porfirio Díaz, primera, última y única palabra en todo… y la ley le estorba, dicho por él.
Hasta ahí, bien las cosas. Nada de eso pondría en riesgo su expresidencia, pero si ya desde antes de ser Presidente hacía enemigos, ya en el cargo, los colecciona y los nutre.
No se trata solo de que su estrategia sea la polarización para dividir a la sociedad como opción deliberada para impedir la consolidación de nada que pueda enfrentar su poder, sino de su aversión a la crítica, venga de donde venga. Por eso agrede cotidianamente a todo lo que le parezca que no se pliega a su voluntad y voluntarismo: feministas, organizaciones civiles, prensa nacional y extranjera, organizaciones empresariales y empresarios, ecologistas, intelectuales, académicos, ONG’s, consolidando repudios que no calibra.
Y todavía hasta ahí, nada de eso pone en entredicho su bucólico retiro en su finca, pero también se ha buscado problemas que no necesita con los partidos políticos y con algunos personajes de su gobierno y su movimiento. Y esos, en cuanto puedan, sí se las cobran y el siguiente Presidente, evaluará fríamente qué tanto le conviene a su administración, defender a quien ya no representa nada.
Por supuesto se puede pensar que hasta sería un alegrón para López Obrador tener una razón para volver a echarse a la calle a convocar a las masas en su defensa. Sí, por supuesto, a condición de que las masas no hayan quedado decepcionadas. Nadie va a ponerse de plantón para defender a quien le falló.
El artículo 114 de la Constitución dice en su segundo párrafo: “La responsabilidad por delitos cometidos durante el tiempo del encargo por cualquier servidor público, será exigible de acuerdo con los plazos de prescripción consignados en la Ley penal, que nunca serán inferiores a tres años…” Cualquier servidor público. Sí el blindaje presidencial es sólido hasta que pasa a expresidente. Nada más la tragedia de la pandemia y la escasez de medicamentos dan para robustas carpetas de investigación. ¡Cuidado!, el poder se esfuma al entregar la banda presidencial.
Mientras tenga el cargo el Presidente, tiene el micrófono y como está convencido de que discurso mata realidad, no es previsible que dé un golpe de timón y se empeñe en dedicar todo su tiempo a lo único que lo puede blindar: dar resultados. ¿Para qué quería el poder… para no poder?