La Feria
Columna Política «La Feria», Sr. López (16-VI-2021).- Tía Amalia tenía 18 años divorciada de tío Lalo y los mismos de echar pestes contra él, cuando se vino a enterar por boca de su sabandija exmarido, que su senil exsuegro había pasado al definitivo estado de fiambre legando una robusta cantidad de dinero a la pareja formada por “su hijo Eduardo y su esposa Amalia”. Bromita ‘post mortem’. Reconciliación inmediata. Boda por lo civil organizada en un día. ¡Herencia cobrada! Qué feo es el interés.
El Presidente anda de malas. Se le nota. El discurso triunfalista sobre los resultados de los comicios del 6 de junio pasado, lo pronuncia con sonrisa torcida. Los resultados oficiales del Instituto Nacional Electoral, ya concluidos los cómputos distritales, ponen las cosas en su sitio (usted verifíquelo por su cuenta en https://computos2021.ine.mx/votos-distrito/mapa, a uno no le crea nada):
La oposición formada por PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano (MC), recibió 22’798,242 votos, equivalentes al 46.6467% de los votos válidos emitidos por el gallardo elector tenochca. MC no está coaligado con los otros tres, pero es oposición, firme.
El partido en el poder, Morena junto con sus aliados, el PVEM y el Partido del Trabajo, recibió 20’904,670 de votos, el 42.7723% de los votos totales emitidos por el pueblo bueno. Al menos el PVEM es un partido del tacón dorado, con esos socios, cuidado.
Con ánimo pedagógico, para facilitar la retención de datos gruesos: la oposición sacó casi 22.8 millones de votos; Morena & Asociados, casi 21 millones de boletas a su favor. Hasta que nos alcance la aritmética mañanera, 22.8 es más que 21. Y los porcentajes a brocha gorda son: oposición, 46.65%; Morena & Cía., 42.8%.
Estas cifras corresponden a la votación emitida para la elección de los 300 diputados de mayoría, falta la distribución de los 200 diputados plurinominales. Hasta el momento Morena lleva 186 curules, la oposición, 114 (cosas de la distribución de la ciudadanía: no necesariamente gana más curules el que saca más votos del total nacional).
Por más que el Presidente y Mario Delgado se echen confeti uno al otro, por sus avasalladores triunfos en elecciones estatales de gobernadores y por haber conservado la mayoría simple en la Cámara de Diputados, perdieron en votos y eso es lo que cuenta de cara a las elecciones de 2024. ‘I’iñor’, diría el norteño.
Al Presidente nadie le tiene que deletrear nada que tenga que ver con la política en su acepción de ‘grilla’, de eso sabe todo y sabe que en 2018 su coalición obtuvo 30.1 millones de votos y ahora 20.9, sabe que perdió 9.2 millones de votos, el 30.58%, casi la tercera parte. También sabe que el golpe recibido en la CdMx es de pronóstico reservado, junto con el abrumador voto de castigo de todos los principales municipios del país. Por supuesto, también sabe que bajó 122 curules, porque ganó 186 pero que en 2018 se hizo con 308 (que subió a 334 con los plurinominales y algunas travesuras). Lo sabe.
Un indicador que pone todo muy claro es que el Presidente a lo largo de no pocos años, ha atacado con su abundante y florido arsenal verbal al PRI… y ahora dice muy seriecito: “Si se quisiera tener mayoría calificada, se podría lograr un acuerdo con legisladores del PRI, o de cualquier otro partido (…)”. O sea, a lo mejor le propone negocio a la mafia del poder. De ese tamaño es el problema que tiene y de ese tamaño sus convicciones. Valiente liderazgo moral.
Ayer adelantó el Presidente tres cosas de su ‘agenda legislativa’: este año y el siguiente, reforma eléctrica para recuperar el monopolio de la CFE y una reforma electoral, eliminando los diputados plurinominales y metiéndole mano al INE; y para 2023, la incorporación de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional. Las tres requieren de reformas a la Constitución y la primera, la de la CFE, va a contrapelo del T-MEC.
¿Qué quiere el Presidente?, es imposible que no sepa los obstáculos que enfrentarán sus iniciativas legislativas. Para ninguna tiene los votos en el Congreso y para la reforma eléctrica, no tiene la aprobación de los EUA y Canadá, que no firmaron el T-MEC para permitir su modificación al contentillo del Presidente de México al bat. La reforma electoral no encontrará eco en la oposición, 2024 parece lejos pero está encima para ni mencionar que el INE, precisamente ahora, está más fortalecido que nunca ante la opinión pública: sorteó con éxito las embravecidas babas matutinas. Y lo de meter a la Guardia Nacional a la Sedena es una locura, no porque se militarice la vida nacional (más), sino porque es poner a nuestras fuerzas armadas dentro del albañal en que no es nada difícil que se pudra todo.
¿Qué quiere el Presidente? Tal vez que le digan que no a todo para probar ante su claque que no lo dejaron transformar al país, que los enemigos del pueblo se lo impidieron; esto es improbable, su terquedad es legendaria, sí cree conseguir las reformas. Pero si confía en poder empujar esas reformas obligando de alguna manera a que le den su apoyo sus opositores, debe recapacitar en que también es posible que pierda apoyos de entre sus aliados: el que a estas alturas se fíe del PVEM, es por decir lo menos, ingenuo. En ese corral ya están ensillando.
Por último: ya irá viendo el Presidente cómo el segundo trienio del periodo, se hace chiquito. En el calendario le quedan tres años y tres meses, sí, pero su poder va disminuyendo conforme se acerca a la fecha de salida y también, porque en cuanto hay candidatos a la presidencia y luego Presidente electo, muy pocos pensarán en serio en ir a tratar de amarrar compromisos con el señor que ya irá rumbo a su finca en Palenque. Seis meses de campaña, tres meses con Presidente electo, nueve menos de poder pleno.
Por supuesto el Presidente disfrutará a todo trapo la plenitud de su poder, cuando vaya a designar a su candidato a sucesor, quien ya nombrado, si gana y se queda con el puesto, también lo va a traicionar, nadie va a querer cargar en nombre de nada, con su herencia maldita.