Columna Política «La Feria», Sr. López (02-III-2021).- Una prima del lado materno, cuyo nombre se reserva este menda, se fue a estudiar a Madrid y a los cinco años regresó sin título ni boletas de calificaciones, porque se dedicó a actividades lúdicas que un caballero no debe detallar. Pero no era de poco ánimo: sus papás con gran sorpresa la vieron salir de Llegadas Internacionales del aeropuerto del entonces D.F., vestida de monja. La interrogaron con la cabeza revuelta y ella solo decía que la había llamado Dios, que ya era esposa de Cristo y se iba de misionera al Congo, que había venido a despedirse, estaría con ellos un mes y jamás la volverían a ver.
Fueron semanas muy amargas para sus papás, tratando de convencerla de que podía servir al Señor sin necesidad de irse a la jungla en África, pero ella, firme. Ya para cumplirse el mes, la primita esa, ¡por fin!, cedió, que iba a pedir dispensa a su Superiora y se quedaba con ellos. Júbilo de los papás y ni se les ocurrió preguntarle por sus estudios ni nada. El único que no se tragó el cuento fue el primo Pepe que la calificaba con una palabra que rima con entrona.
Le urge al Presidente la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica que ya aprobó la Cámara de Diputados y ahora está en la de Senadores. Cuenta con la mayoría simple para imponerla. Esta reforma en resumidas cuentas significa el restablecimiento de facto del monopolio de la CFE que produzca caro o barato, contamine o no, va mano, y las empresas privadas de generación se van a la cola (y los que generan su propia electricidad, van a tener que comprarle fluido eléctrico al gobierno, a fuerza).
El Presidente hace como que no sabe que esta reforma va a provocar arbitrajes, impugnaciones, demandas y el pago de indemnizaciones, por violaciones al T-MEC, a la Constitución y a contratos vigentes. Hacienda informó que nada más al 27 de agosto de 2020, hay 845 mil 623 millones de pesos en 157 proyectos de generación de electricidad financiados por capital privado; además, según el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), hay 180 mil millones en 57 proyectos de operación y 14 nuevos contratos en ejecución, financiados por 28 empresas privadas.
También hace como que no es cierto que nos va a salir caro el chiste, no solo en las indemnizaciones que tendremos que pagar tarde o temprano, sino en el ‘recibo de la luz’ como le decimos, ya sea al pagarlo de nuestro bolsillo o mediante subsidios que son nuestros impuestos, no se le olvide. Y por cierto: ¿quién va a invertir en nuevas plantas generadoras?… ¿CFE?… ¿Hacienda?… no, andan muy apretados; seguramente contratarán más deuda pública… ¡y ahí van otra vez los impuestos!
El Presidente arenga a la recuperación de la soberanía energética de México, así, a brocha gorda, como si no supiera que toda la inversión privada en el sector eléctrico y energético en general, se sujeta a las leyes y reglamentos nacionales, leyes que no le impuso nadie a México, sino la necesidad o nuestra ineptitud para hacer de CFE y Pemex, dos sólidas y prósperas empresas, a pesar de haber tenido al país entero durante largos decenios como mercado cautivo.
Si de veras el Presidente piensa en verde, blanco y rojo, hay que aplaudirlo, digo, es bonito tener en Palacio Nacional a un viejo héroe (porque niño no es). Pero váyase preocupando, porque si el Ejecutivo piensa así, por coherencia tendrá que recuperar otros cachitos de soberanía; mire usted:
México importa el 43% de sus comestibles (dice la FAO de la ONU) y más del 25% de la leche que se consume en el país. A cerrar fronteras, esas empresas ni invierten en México y nos saquean recursos. El Presidente cuando menos, debería mandar una iniciativa de ley al Congreso para crear Lechemex, por dignidad, digo, cuando menos para no seguir bebiendo leche del tío Sam.
Hay otro tema en el que puede ratificar su calidad de prócer: en solo los últimos 20 años, mineras extranjeras han sacado de México el doble del oro y la mitad de la plata que en los 300 años que fuimos Nueva España; aparte se llevan cobre, hierro, plomo y zinc. Son empresas de los EUA, Canadá, Australia, Reino Unido, Luxemburgo, Corea, Japón, Perú y Chile, que pagan impuestos simbólicos, de 5 a 112 pesos por hectárea concesionada, no conforme a utilidades ni ganancias comerciales que ya se puede usted imaginar deben ser algo sustanciosas, digo, sacar una tonelada de oro algo vale. Obviamente están cobijadas en el TLC y ahora en el T-MEC… que alguien le avise al Presidente… en esto el pueblo, como un solo hombre lo apoyará.
Pero, ¡espere!, como dicen en los infames ‘infomerciales’, el Presidente sabe de esto, lo sabe muy bien. En la mañanera de apenas el lunes pasado, 22 de febrero, negó tener intensión de hacer reformas para cobrar impuestos a empresas mineras extranjeras que laboren en México y de las que no están cumpliendo dijo: “(…) Hay una empresa canadiense que no quiere pagar impuestos (…) son poquitas -sic-, quiere llevar el litigio a instancias internacionales cuando se trata de una obligación fiscal, no quiere pagar impuestos y está queriendo utilizar el tratado (T-MEC) protegiéndose para ir a tribunales internacionales (…) ojalá el embajador de Canadá en México convoque a esta empresa a entrar en razón”.
¿Ojalá?… ¡ojalá!… o sea, más le vale a un sastre estar al corriente con Hacienda, pero a una empresa extranjera que saca oro y plata, que le toca pagar impuestos simbólicos y no los paga, hay que tratarla con paños calientes, hablar con su embajador y esperar que Diosito quiera, entre en razón.
Queda claro, la gesta eléctrica es cuento. El patriotismo selectivo es tan falso como la justicia selectiva, la apertura selectiva y el diálogo selectivo que practica. Ante el alud de fiascos que su gobierno ha propiciado en dos años, le urge aparentar ante la ciudadanía que está enfrascado en una lucha desigual contra el imperio del capital, en defensa de la patria, cuando lo que está haciendo es distraernos, ¿dónde quedó la bolita?, ¿dónde quedó la bolita?, grita el merolico.