Columna Política «La Feria», Sr. López) (18-I-2021).- Tío Nachón (se llamaba Ignacio pero le decían así por nalgón), tenía fama de tener muy pocas pulgas. En las reuniones de la familia toluqueña nadie le llevaba la contraria por ser fama las majaderías con que contestaba. No respetaba nada y de grosero se pasaba. Sin embargo, en la boda de una hija de él, entre los invitados de la familia del novio, un señor se pasó de copas y de repente gritó de lado a lado del salón de fiestas: -¡Nachito, ven a contarme chistes! –y tío Nachón fue y chistes le contó, para asombro y estupor de los de la familia nuestra que creyeron que tío Nachón iba a romperle la cara, pero, no, buen rato hizo reír al otro. Luego se supo que el impertinente beodo era un usurero con el que el tío tenía empeñada el alma. Desde entonces, a sus espaldas, le decían tío Agachón.
El jueves pasado por la noche se llevó una gran desilusión el sector mononeuronal, mano de metate, de nuestros connacionales: la Fiscalía General exoneró al general Cienfuegos de los delirantes cargos que le hizo la DEA -de los que antes se desistió la Fiscalía yanqui-, porque oiga usted, no se vale privar al respetable del bonito sainete anunciado, sea inocente o culpable, que eso es lo de menos. Ni cuando se serenen los ánimos habrá muchos verdugos orales que se tomen la molestia de averiguarle al asunto para enterarse de los desfiguros y mala prensa de la DEA en los EUA, de los pleitos internos que tienen, de los grupos en que está dividida la nada pulcra institución por más que sean güeritos y hablen inglés; y tampoco acudirán al traductor de san Google para saber de las ácidas críticas que los periodistas de allá hicieron a la tonelada de ‘pruebas’ que presentaron los agentes de la DEA, todas de oídas, todas de delincuentes, con ‘capturas’ de pantalla de mensajes por celular sin su nombre y retacadas de faltas de ortografía supuestamente del General, sin una sola prueba documental, ni grabación telefónica ni nada. Armaron un caso con humo y como no era el jicamero de la esquina (diría don Juan), pues se les cebó. Pero, estamos claros, para algunos de nosotros, se trata de un caso más de impunidad. Vergüenza debíamos tener.
Esa nota ocupó el viernes la atención general, haciendo pasar casi desapercibida la carta que mandaron a nuestro gobierno los secretarios de Estado, Michael Pompeo; Energía, Dan Brouillette; y Comercio, Wilbur Rose; pintando su raya: la política energética de la 4T viola el T-MEC y no les gusta, nada.
La dichosa carta la enviaron el 11 de enero y el viernes salió a la luz. Es una advertencia: las no ocultas intenciones de nuestro transformador gobierno, crean incertidumbre para las “(…) inversiones del Gobierno de Estados Unidos en proyectos de energía realizados a través de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos, Export-Import Bank of the United States e inversiones públicas de Estados Unidos y México vía el Banco de Desarrollo de América del Norte”. Y como sospechan de la dureza de sesera de algunos cuatroteros, agregan:
“Estamos obligados a insistir que México respete sus obligaciones ante el T-MEC, en defensa de nuestros intereses nacionales, que incluyen inversiones financiadas por los contribuyentes de Estados Unidos”. ¡Zaz!, cuando empiezan a decir que es en defensa de sus ciudadanos la cosa promete. Cuidado.
La carta no fue una puñalada trapera. A la cena que ofreció el Trump a nuestro Presidente en la Casa Blanca el 8 de junio del año pasado, asistieron inversionistas y algunos pesos pesados de la industria energética yanqui; hablaron y hablaron claro: ‘cumplan los contratos’, dijeron. Luego, porque no se conformaron con su dosis de atole de dedo presidencial, el 16 de junio del 2020, el Instituto Estadounidense del Petróleo (API, son sus siglas en inglés), se quejó por escrito ante los mismos secretarios que firman la carta del 11 de este mes, diciendo que el Estado mexicano lleva a cabo acciones discriminatorias en el sector energético en contra de compañías originarias de EUA. Y luego ya le mandaron su carta-amenaza a nuestro Presidente.
Bueno, ya podría irse olvidando nuestro gobierno de este peculiar proyecto tardío y ajeno a la realidad, de recuperación de soberanía energética, consistente en un viaje al pasado, violando acuerdos internacionales que México ha firmado y tienen fuerza de ley, timando a inversionistas que ya están aquí y arriesgando, más, la economía nacional.
Si no entendiera nuestro gobierno y siguiera con sus necedades, queda usted advertido: seríamos un Estado paria. El tío Sam, sin sacarse el palillo de dientes de la boca, puede hundir la economía mexicana, cerrarnos las puertas de Europa y aislar a nuestro Presidente. No sucederá, ni se preocupe: la sola amenaza de aranceles del Trump puso a marchar a paso corto a nuestro Presidente.
Sería de desear que alguien le avise a nuestro Presidente, que a diferencia del Trump, al nuevo Ejecutivo de allá, sí le interesa (mucho), defender a las empresas de su país. El fétido Trump no se molestaba si le iba mal a las empresas yanquis en el extranjero porque las quería de regreso a su territorio (con lógica de niño berrinchudo), en tanto que Biden sabe que es su obligación proteger las inversiones de sus connacionales estén donde estén.
También sería de desear que le comentaran lo mucho que le preocupan a don Biden dos cosas más: lo que algunos de su equipo llaman la ‘pésima estrategia contra la pandemia’, que afecta las cadenas de producción transfronterizas; y lo que consideran ‘pasividad’ ante los cárteles de la delincuencia organizada por lo que significa de inseguridad de su frontera sur y para sus ciudadanos.
No faltará quien diga al Presidente que si el tío Sam se pone pesado, siempre queda el recurso de no hacer caso, adoptar la política de ‘no oigo soy de palo’, aplicar la normativa de ‘voy derecho y no me quito’, y para que el gobierno de EUA sepa en qué se está metiendo, mandar bordar en la bandera nacional el lema supremo: ¡Me canso ganso!