Homenaje a Natalio Vázquez Pallares en el centenario de su natalicio.
Colegio de San Nicolás de Hidalgo.
Morelia, Mich., 16 de enero del 2013.
Cuauhtémoc Cárdenas.
El 6 de enero, un siglo atrás, nació en Coalcomán Natalio Vázquez Pallares.
Hoy lo recordamos y lo honramos porque Natalio, como nos referíamos a él sus amigos y quienes en él reconocíamos ejemplo y cualidades, destacó y aportó positivamente a México y los mexicanos, a Michoacán y a los michoacanos, en muy diversos aspectos y en muy distintas condiciones.
Fue, ante todo, un patriota y un luchador en favor de las ideas, los principios y las causas que hizo suyos a lo largo de su vida. Su huella la encontramos como hombre de la Revolución Mexicana, como político activo, como organizador social, como ideólogo.
Si nos preguntamos qué fue Natalio Vázquez Pallares, en las respuestas encontraremos que fue un distinguido revolucionario, un hombre de ideas, un socialista imbuido y buen conocedor de las corrientes del pensamiento universal, al mismo tiempo con hondas raíces mexicanas, que fue un nicolaita apasionado, activista entusiasta de sus causas políticas, firme defensor del petróleo y la soberanía de la nación, michoacano por los cuatro costados, siempre con su Coalcomán en el corazón, pero en su corazón también las comunidades indígenas y los campesinos todos del Estado.
Natalio era pasión en el verbo y en la acción, era firmeza y rectitud en las ideas y en la conducta, lealtad a los principios y lealtad, entrega y afecto a las amistades, objetivo para reconocer valores en los demás y respetuoso de diferencias y disensos –por eso hizo amigos y ganó el respeto de quienes se movían incluso muy lejos de él en el espectro político e ideológico-. Nunca se torció, ni cayó en sectarismos o intolerancias.
Era un estudioso de nuestra Constitución y en varias ocasiones le escuché decir que el país por el que luchaba, el que había que construir, estaba claramente delineado en el artículo tercero de nuestra ley suprema: un país con pleno respeto a la libertad de pensar y de creer, laico, donde no hubiera cabida para servidumbres, fanatismos ni prejuicios; con una democracia que fuera sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural de todos los mexicanos; cuyo desenvolvimiento se diera sin hostilidades ni exclusivismos y mediante el aprovechamiento de nuestros recursos, la defensa de nuestra independencia política, el aseguramiento de nuestra independencia económica y la continuidad y acrecentamiento de nuestra cultura, contribuyendo así a una mejor convivencia humana, con el aprecio a la dignidad de la persona y la integridad de la familia, con prioridad en el interés general de la sociedad, sustentado éste en los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, religión, grupos, sexos o individuos.
Con este ideal vivió y por este ideal luchó Natalio Vázquez Pallares desde que dejó su natal Coalcomán para proseguir sus estudios y formarse en esta Casa de Hidalgo y en la Universidad de Guadalajara como hombre del derecho; ese ideal lo guio como impulsor de la Federación de Estudiantes Socialistas de Occidente; como integrante de las Juventudes Cardenistas en la campaña electoral de 1933-34; en su paso por la Rectoría de nuestra Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; en el debate parlamentario, defendiendo el petróleo nacionalizado; en la procuración de justicia; en la brega política por un Michoacán mejor, de progreso y bienestar para su gente; en la defensa de nuestros bosques y el derecho de los campesinos para aprovechar sus beneficios; en la tarea diplomática; como banquero al servicio de los productores del campo; como luchador por la paz mundial.
La vida de Natalio nos deja ver que desde cualquier trinchera –y él, como sabemos, a lo largo de sus fructíferos años de vida estuvo en muchas, a veces sólo en una, en ocasiones repartiendo su tiempo y actividad en varias- se puede construir, contribuir a las causas amplias, proyectar hacia direcciones distintas. Natalio, más allá de qué estuviera haciendo o dónde se encontrara, se condujo siempre como michoacano, mexicano y hombre universal, calando hondo y legándonos ejemplo y compromiso hacia el futuro en todo el trayecto y los sitios en los que hizo escala en los tiempos que vivió.
Él, como saben, estuvo muy cercano en la identidad ideológica y política, la amistad y los afectos a mi padre, Lázaro Cárdenas; por él es que lo conocí y lo traté, pero fue también, más allá de ese vínculo, amigo mío, con el que me identifiqué y al que profundamente aprecié por sus cualidades, su sencillez, bonhomía y el trato cordial y afectuoso que siempre me dispensó. Fueron muchos los momentos que compartí con él.
Profundo en su disertación, abierto y dispuesto a compartir su saber y experiencias, siempre de buen humor. Y así como era conmigo, así era con todos los demás, con todos sus amigos, con todo aquel que se acercara a él.
De cerca lo vi participar activo en la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz y en el impulso al Movimiento de Liberación Nacional que de aquella surgiera, allá por los primeros años de la década del 60, sin importarle la hostilidad de todo el medio oficial hacia aquellos esfuerzos de fraternidad continental y de organización de una pluralidad democrática y progresista en nuestro país; con admiración y respeto ciudadano seguí su valiente y decidida lucha contra la imposición en Michoacán, en una época en que no era frecuente ni menos fácil disentir de la decisión oficial; de él recibí estímulo y apoyo decisivos para mi propia participación en la vida política de nuestro Estado. En las buenas y en las malas fue siempre el mismo, animoso para proseguir en la lucha, ajeno a todo tipo de frustraciones.
El ejemplo de Natalio Vázquez Pallares y el que nos encontremos hoy honrando su memoria, nos establece el compromiso de seguir en el esfuerzo en el que él fue participante destacado por construir una patria soberana, democrática, igualitaria, justa y generosa para con sus hijos.
Por eso no nos deben ser ajenas las luchas actuales por los derechos de los pueblos indígenas –el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés-; por la justicia y el fin de la violencia demencial que azota por todas las regiones; por el empleo digno, el salario suficiente y una sólida y amplia seguridad social de carácter universal; por la recuperación productiva del campo y la elevación de los niveles de vida de los campesinos; por universidades públicas sin rechazados y una educación de alta calidad; por el petróleo nacionalizado como motor del desarrollo y la industrialización; por el fin de las guerras preventivas, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y la paz en el mundo.
Esas, en las expresiones de su tiempo, fueron causas a las que Natalio sin reservas se entregó y en las que empeñó su creatividad, las condiciones mismas de su vida y su esfuerzo material. Comprometiéndonos con nosotros mismos en impulsarlas, será la mejor forma en que cada uno de nosotros pueda honrar al preclaro michoacano que hoy estamos recordando.