Columna Política «La Feria», Sr. López (21-X-2020).- En la familia materno-toluqueña, a todos los niños y jóvenes se nos erizaba el cabello si se presentaba en alguna reunión el tío Rafael, sacerdote severo como Savonarola, con quien nos obligaban a confesarnos, para ‘aprovechar’ su presencia.
A él no le importaba lo menudo de los ‘pecados’ que confesara uno (decir mentiras, distraerse en misa, copiar en los exámenes, decir groserías), siempre recetaba 20 Padrenuestros y 20 Avemarías, ¡20 días!, una tortura. Pero al primo Pepe que confesaba cosas gordas, le ponía una Avemaría. Como este menda era el preferido de Pepe, le dio el secreto: -Para la otra, dile que has tenido malos pensamientos porque te conté que tiene hijos con dos señoras de su parroquia, ya verás -en la próxima casi temblando se lo soltó este su texto servidor y… ¡milagro!, una palmadita en el hombro, una Avemaría y hasta ‘domingo’ me dio.
Uno quién es para dudar de las decisiones del Presidente de la república y mucho menos cuando benévolo y tolerante como es, se toma la molestia de darnos razones. ¡Qué caray!
Así el caso de la desaparición de los fideicomisos. Ya nos dijo con paciencia de maestro de primero de Primaria, que esa figura jurídica es una coartada de ladrones, abusivos y similares. ¿Qué queremos, que de uno en uno, nos explique a domicilio?… no, para eso es nuestro líder, para con olfato de sabueso, machete en mano, desbrozar el berenjenal de la corrupción, sabiendo dónde asestar cada mandoble, acompañado (¡bendito sea el dios en que cada quién crea!), por los gallardos legisladores de Morena & Asociados, S. de R.L., quienes se saben servidores de las mejores causas de la patria, con el solo sometimiento a sus dictados: ¡Es un honor obedecer a Obrador!
Y para que vea que este López -hay de otros-, es equilibrado: de la misma docilidad inexcusable se tachaba a los tribunos de la era del PRI imperial; no se nos olvide: la vocación natural de nuestros bizarros legisladores es la de chicas del coro (va la advertencia de siempre: salvo las excepciones de rigor), con la diferencia de que los de ahora, tienen como libro de cabecera ‘50 sombras de Grey’ (versión parlamentaria), porque su jefe máximo los trata feo, es tosco y les aplica lo que Salinas decía de sus opositores: ‘Ni los veo ni los oigo’.
Como sea, por sensatez y humildad intelectual, aceptemos: ¿fideicomisos corruptos?… ¡abur fideicomisos!, a grandes males, grandes remedios.
Ya establecido este principio (¡no nos falle Presidente!, sígale, limpie, pula y dé esplendor a la nación), después de los fideicomisos, toca turno a otros nidos de corrupción. Estamos con Usted, que no le tiemble la mano, extirpe esos tumores malignos.
Para abrir boca, señor Presidente, elimine los sindicatos, sabiendo como sabemos, que son una peste. Ya verá que la gente se echa a la calle a vitorearlo el día que decrete la desaparición de la CTM, el sindicato de Pemex y los demás, pues aunque -como en los fideicomisos-, justos paguen por pecadores, es muy bajo precio por dejar a la nación más limpia que un pañalito del Niño Jesús. ¡Éntrele!
Luego -y a lo mejor primero-, suprima los partidos políticos, no hay un tenochca que ignore la clase de bellaquerías que se cocinan en esos fraudulentos y pútridos institutos. ¡Cero impunidad, señor Presidente! Un partido horizontal nacional, cuyo único requisito para afiliarse a él, sea ser pobre. ¡Hitazo!
Luego la banca, cómplice tradicional de corruptos, lavadores de dinero y narcotraficantes. Pruebas sobran. Decrete la nacionalización de todas esas fétidas instituciones y que pasen a formar parte del Banco del Bienestar. ¡Así se forjó el acero!
Y con el mismo principio que justifica lo de los fideicomisos, extinga las secretarías de Estado, todas; en ellas, cual más cual menos, se cometen actos deshonestos. Usted muy bien puede seguir como hasta ahora, decidiendo todo, ¿para qué necesita secretarios?… quédese con una sola secretaría la SP (Secretaría de los Pobres), cuya estructura se integre con departamentos a cargo de los mandos medios de las hoy existentes; se ahorra un buen dinerito y todo discurrirá por donde su beatifica voluntad disponga: ¡el cielo es el límite, señor!
No se le pasen las organizaciones empresariales ni las grandes empresas, perpetuamente a contrapelo del gobierno, siempre empeñadas en pagar lo menos que se pueda de impuestos. Decrete la desaparición de esas asociaciones de enemigos de la patria y expropie las empresas, señor Presidente, son el cáncer del país, Usted puede dirigir todo así como maneja su gobierno y las paraestatales, al fin que no tiene tanto chiste producir: se toma materia prima, se mete en las máquinas, salen los productos y ¡listo!, tal y como nos explicó lo fácil que es sacar petróleo o construir carreteras.
Y si necesita ayuda, pida asesoría a Cuba y Venezuela, ejemplos de economías florecientes y prósperas. Apriete.
No suprima los medios de comunicación aunque lo ataquen poniendo en riesgo el plácido sueño mexicano, pero sí decrete que la información no puede ser fuente de lucro, que sean empresas filantrópicas y el gobierno les provea los contenidos. Y de las benditas redes sociales, pida ayuda a China o Corea del Norte, para que le digan cómo las controlan allá. Sin paños calientes, ya nos lo ha dicho: esto es una revolución. ¡Duro!
Como puede ver, señor Presidente, nada de lo anterior es posible. Se equivocó de siglo, México hoy no va por la libre, no puede: somos un país integrado al bloque económico más poderoso del mundo. Ubíquese.
Y para muestra un botón: el tío Sam sin contemplaciones le aplicó la terapia Cienfuegos, trozando de golpe la columna vertebral de su gobierno.
Al Presidente le debería ocupar su tiempo idear cómo controlar los daños que le vayan provocando desde el tribunal de Nueva York donde enjuiciarán al General y desmilitarizar su administración. Y no lo hará, seguirá siendo para 130 millones de mexicanos el gobierno de un solo hombre. Es trágico y es comedia, es una tragicomedia de cuarta.