Columna Política «La Feria», Sr. López (17-VIII-2020).- Tía Paz vivía con el Jesús en la boca porque su marido, tío Cayo (en serio), era un macho de película en blanco y negro, pero menos activo que una vaca en Bombay, mentiroso como candidato en campaña y más irresponsable que un virus.
Tres hijos tenían y los tres adoraban a su papá porque los consentía de un hilo. Tío Cayo no tenía oficio conocido pero de alguna manera en su casa no faltaba nada; aparte de eso, como ha quedado dicho, todo estaba mal. Por mal fario, tío Cayo enfermó, se puso muy mal y estuvo en cama algunos meses. Tía Paz, ya agotado el fiado, tronándose los dedos, le preguntó que iban a hacer; tío Cayo le dio un nombre y una dirección, le indicó que fuera de su parte y preguntara por un tal Martín, que le pidiera lo que hiciera falta. Tía Paz fue muerta de pena y el tal Martín le dio sin preguntar la cantidad solicitada. La cosa se repitió varias veces más y tía Paz fue perdiendo la pena. Sí señor. El mismo día que el médico dio de alta de su enfermedad a tío Cayo, tía Paz lo dio de alta como marido… y tío Martín sí nos cayó bien a todos, más a ella. ¡La vida!
A ver, a ver… hasta noviembre termina la fase 3 de pruebas de la vacuna contra el Covid-19 (que ahora sabemos es la última etapa de pruebas antes de poder aplicarla masivamente), si es exitoso el resultado, en el primer trimestre de 2021 empezará la distribución y la vacunación.
Carlos Slim, puso de su dinero el costo de producción de 150 millones de vacunas durante la fase 3, asumiendo que si no es positivo el resultado, tiran a la basura todas las vacunas y él pierde más o menos 600 millones de dólares que ya comprometió. Pero si todo sale bien, como es lo más probable, entonces de inmediato se empieza a vacunar a la gente, ahorrando seis o siete meses de espera: ya van a tener listas las vacunas y cuando el laboratorio y Cofepris aprueben, a repartir. Esto es un acto de humanidad de Slim, que no se puede regatear y que nadie debería tener la cara dura de tratar de usufructuarlo para saludar con sombrero ajeno, empezando por el Presidente López Obrador (ahí le avisan).
Lo único que le interesa al Presidente es él mismo, eso primero y luego y por lo mismo, la política en general y las elecciones de julio de 2021 en particular porque, disculpe usted, no se enoje, pero al arrimado de Palacio Nacional le importan un reverendo y serenado cacahuate la violencia contra las mujeres, los niños con cáncer, la inseguridad pública, el hundimiento de la economía, la dislocación del sistema de salud y el desempleo que se ha enseñoreado del país; a él solo le preocupa mantener reluciente su imagen de líder absoluto, purísimo redentor patrio y transformador nacional… y tampoco hace caso a los trompetazos de aviso que la sociedad civil da sobre la rampante corrupción que ya cundió en su gobierno; para él todo eso no es sino parte de la estrategia de los conservadores (?), para desacreditarlo. Bueno, con su pan…
Ante el anticipado grito de victoria de nuestro Presidente por la vacuna y considerando su verdadero interés, no viene mal repasar un poco las cifras:
Con datos de la Secretaría de Salud, de febrero a julio de este inolvidable año, llegamos a un total de 451,582 contagios de Covid-19 y 48,599 muertes.
Para el 14 de agosto, ya estábamos en 505,751 enfermos y 55,293 fallecimientos. Esto equivale a un crecimiento de poco más del 12% de contagiados en una quincena y del 14% de muertes. Es mucho, es un aumento del 24% mensual de enfermos y del 28% de muertos. Con ese ritmo de incremento de la pandemia, para fines de agosto tendremos cerca de 560 mil contagiados y 62 mil fallecimientos.
Supongamos que esto bajara un 20% mensual (fíjese, si bajara rapidito, un 20% cada mes), cerraríamos septiembre con 667 mil contagiados y 75 mil difuntos; octubre con 763 mil enfermos y 87 mil muertes; noviembre: 836 mil contagiados en total y 96 mil defunciones; diciembre: 871 mil enfermos y 101 mil fallecimientos.
La anterior es una estimación ramplona y de brocha gorda, pero demos por bueno que la pandemia baje un 20% cada mes, considerando que el Presidente nos asegura que ya la domamos, que ya pasó lo peor, bueno, seamos optimistas aunque sepamos que los contagios y defunciones van para arriba y que están subestimadas las cifras que informa la autoridad… pongámonos las gafas de cristales color de rosa que usa nuestro Ejecutivo.
Lo anterior son números de una alegría insultante, de baba muy espesa, por supuesto, pero si el gobierno federal no cambia (ya) la ‘estrategia’, para el cierre del primer trimestre, vamos a estar platicando en la fila, arremangada la camisa mientras esperamos la vacuna, de cerca de 900 mil contagiados, de más de cien mil difuntos. ¿Qué va a decir el Presidente?… ¿qué se enfermaron por darle la contra, que se murieron por el gusto de dejar mal a la 4T?
Un señor que dice que trabaja cerca del Presidente -cosa que no consta a este menda-, comenta exigiendo la más rigurosa discreción sobre sus generales que las cuentas del Presidente son otras: su voto duro aguanta hasta el doble de muertos, porque 200 mil familias rechinando los dientes de rabia significan cuando mucho, un millón 200 mil votos perdidos (de a seis deudos por fiambre), y él tiene cerca de 15 millones de voto duro y otros más que votarán por candidatos que él sembrará en partiditos que se aliarán con él para efectos de control legislativo.
Me dice este señor que los que estamos equivocados somos todos, él no, porque él está en otra cancha, en otro juego. Lo suyo es solo conseguir votos para asegurarse un plácido segundo trienio.
Puede ser y más por la abulia política del 40% de los electores que no se toman la molestia de ir a votar.
Pero si esas son las cuentas presidenciales, se anda equivocando:
Efectivamente, 100 ó 200 mil muertos no le abollan los resultados electorales, pero 70 millones de mexicanos con hambre y el estómago pegado al espinazo, sí.
Es de mal gusto decirlo pero los muertos se olvidan, el hambre no, la panza manda.