Columna Política «La Feria», Sr. López (07-IV-2020).- Tía Diana, del lado autleco paterno, le hacía competencia desleal a la otra Diana, la de la escultura (con la ventaja de que la tía no era de bronce). Contaban que un fuereño no muy guapo tirando a feo, que hablando era capaz de vender bufandas en Acapulco, la convenció de contraer nupcias.
Pasaron unos meses y la mamá de Diana, notándola entre rara y triste, le sacó la sopa (mexicanismo: dícese cuando alguien declara la verdad, toda la verdad): seguía como antes de casarse, virginal e intocada. Diana siguió los prudentes y expertos consejos de su mamá sin obtener el ansiado intercambio lúdico de secreciones corporales que caracteriza la vida conyugal (más aún en sus comienzos, sepa usted). Días después, volvió a reportar su inmaculado estado y la mamá le dijo que iba a hablar con los dos juntos, cosa que hizo esa misma tarde, sin rodeos, a la ranchera: lazada directa a las patas. Para su sorpresa el teóricamente esposo de su hija, le respondió con largo y bien hilvanado discurso en el que hizo referencia a la dominación de moros sobre españoles, la explotación de las masas por la burguesía y el injusto patriarcado que acabó por debilitar al Imperio Romano de Occidente. Terminada que fue la parrafada, la mamá de tía Diana sentenció: -Mire, en todo eso ha de tener razón, pero si para mañana no le ha cumplido a mi hija, me la llevo sin oír sus explicaderas de usted –y se la llevó. Lueguito resolvió su situación (la tía Diana) con un garrudo doncel del pueblo (el querido tío Marcelo), y se casaron años después ya con siete hijos. Faltaba más.
El mensaje presidencial del domingo fue más breve de lo esperado y tan interesante como una repetición del programa de ‘La familia con Chabelo’. El país esperaba oír grandes anuncios sobre las acciones de gobierno ya ejecutadas (no cosas que piensa hacer), para atender y aliviar la pandemia del Covid 19 y también decisiones de Estado para atenuar, limitar, controlar y si se pudiera, resolver la indudable crisis económica que después de terminada esta peste, nos hará la vida muy difícil a los azogados integrantes del peladaje nacional. A cambio, escuchamos un apretado resumen del habitual contenido de sus madrugadoras conferencias de prensa, con novísimo agregado que cito textualmente (usted agregue como fondo musical al gusto, ‘La marcha de Zacatecas’ o el ‘Requiem’ de su preferencia, se recomienda el de Mozart):
“(…) lo que estoy viendo es que se está derrumbado el modelo neoliberal (…) El coronavirus precipitó la caída de un modelo fallido, por eso la crisis mundial”.
¿Qué nos anuncia con esto el Presidente?… ¿el regreso al estatismo y la planificación centralizada de la economía?, porque si de eso se trata, se le recuerda que ningún país, nunca, ha tenido éxito rindiendo culto al dogma de la economía de Estado, arbitrario principio ajeno a la realidad y la libertad, que en lugar de equidad e igualdad, termina en hambrunas, atropellos, matanzas y privilegios para una selecta y diminuta minoría, la que detenta el poder (los del Soviet Supremo; los de las cúpulas del maoísmo, castrismo, chavismo, etc.). ¿O nos anuncia haber encontrado la ansiada tercera vía?, porque si es eso, se le recuerda que eso fue al menos en su origen, el ‘neoliberalismo’ propuesto por Rüstow en 1938 (reducir al Estado al mínimo necesario -NECESARIO- y dejar en manos de la gente la solución del resto, que es no poco, más bien mucho, pues no somos manumitidos del Estado Patrón, ni menores de edad a las órdenes del Estado Papá).
El neoliberalismo real se opone a ese dejar suelto todo (el ‘laissez-faire’ del capitalismo salvaje), y sostiene la necesidad de un Estado fuerte -FUERTE- que regule la economía de mercado, evitando abusos al trabajador y monopolios y trampas al consumidor, al tiempo que ejerce toda función pública que no interese a la inversión privada o sea inconveniente dejar en sus manos, lo que deriva en el actual modelo mixto: la economía social de mercado. Ahí que revise el Presidente cómo funciona hoy la economía de la muy comunista China, o la de los países socialistas del norte de Europa. Nadie queremos que abusen de nosotros usureros y quincalleros; pero tampoco queremos el retorno de los gobiernos mandones, los señores feudales ni los autócratas.
Es novísimo el anticipado funeral del neoliberalismo que anunció nuestro Presidente, pero además es extraño, siendo como es su política macroeconómica, rigurosamente neoliberal (aunque él debe sentirse el más digno nieto de Castro, primo de Chávez… o cristiano con influencia esenia, tal vez, ya ven que anda con estampitas): aplaudiendo la firma del T-MEC; aferrado al superávit fiscal; empeñado en no crecer la deuda y siendo el más atento y seguro servidor de los dictados de Donald Trump
Luego, ayer, en su implacable mañanera, aseguró que ese plan es el único y no habrá otro. Y tan entusiasmado en sí mismo está que adelantó que su plan del domingo (que no es plan), será el “modelo a seguir” para otros países (Putin se muerde los carrillos para no soltar la carcajada; Trump, frunce la boca, molesto; Xi Ping entrecierra los ojos, asombrado; la Merkel se acomoda la enagua, divertida; el Papa lo encomienda a Dios, preocupado por México).
El Presidente se aferra a unas cuantas pobres ideas polvosas que repite incansablemente y desecha todo, así sea necesario, si sospecha se opone a su proyecto personal (ser estatua, ser prócer). El plan que le presentó el Consejo Coordinador Empresarial, remitido a este menda por don Raúl, es sensato, realista, salva empleos y empresas, y no pide condonación de impuestos… pero no es el plan de él, que habita en Palacio porque es el Juárez modelo XXI. Y que arda Troya.
Lo malo es que él no pagará los platos rotos. La gente adinerada resentirá el empujón, pero como sea la libra; son los de abajo los que no tienen sino el hambre como opción. Lo peor es que sí nos va a dejar transformados, irreconocibles, deshechos. Por eso dice que le vino como anillo al dedo.