Inicio / Noticias / Política / El Provocativo Encanto de Provocar

El Provocativo Encanto de Provocar

 Para Noemí Avilés y en recuerdo de Víctor Ardura, ambos en mi corazón…

 

(Por Gabriel Mendoza).- La explicación para los hechos violentos suscitados durante la Toma de Posesión de Enrique Peña Nieto es sencilla: el enfrentamiento le perjudica a López Obrador -que aunque no lo haya ordenado directamente no puede deslindarse de él- y le beneficia al PRI y su gobierno, que ahora pueden adoptar el papel de víctima. Así como las izquierdas no desperdiciaron el arrogante y absurdo desliz cometido en la Universidad Iberoamericana, para enderezar un movimiento nacional contra el candidato tricolor, bien pudiera ser que los halcones del PRI (que todavía existen, a no dudarlo) se hayan aprovechado del clima de descontento para sembrar un provocación al estilo clásico. Tal vez era mucha la tentación de devolverle el golpe a la Morena. Y -si fueron ellos- les resultó. Para quienes hemos estado en este tipo de situaciones (quien esto escribe tanto en el papel de manifestante como en el de autoridad policiaca) resulta evidente que todas las condiciones estaban dadas: multitudes inconformes, fuerzas del orden en actitud defensiva, momento de crispación y medios de comunicación atentos a cualquier incidente. Nada más hay que procurar que alguien encienda la mecha y aguardar a que estalle el polvorín.

 

Incluso -bien montada- es una carambola de dos bandas, porque la fuerza pública encargada de contener el enfrentamiento está al mando del Gobierno del Distrito Federal, que es un gobierno de izquierda. No hay que olvidar jamás que la policía siempre ha sido la misma. Sus mandos, sus procedimientos y su personal no cambian -sin importar el partido del gobierno que la comanda- y tiene sus propios mecanismos e intereses. La calle es un sitio realmente duro, despiadado, y los jefes policiacos son lobos viejos, muy colmilludos y muy correteados, mientras que los políticos que están por encima de ellos son funcionarios transitorios (tricolores, blanquiazules o negriamarillos)  a quienes hay que tener contentos para que no miren con detenimiento hacia donde no deben. Basta con que los uniformados se demoren medio minuto en actuar o que actúen medio minuto antes de momento preciso, para que los resultados sean totalmente diferentes de los que uno esperaba. La policía es un arma, y como todo arma, es ciego y brutal. Y hace política; hace política en la calle, que es donde se ven los resultados de la política. Visto y conocido lo anterior, para algún aspirante a terrorista callejero que curse su propedéutico en la afamada Academia Fidel Velázquez de Provocación, Grupos de Choque y Porrismo, sería fácil crear una batalla campal de consecuencias inimaginables.

 

Por su parte, el Gobierno del DF está preso -como toda la izquierda- de su discurso histórico. No puede enfrentar con firmeza una movilización política que se sale de control, por la sencilla razón de que no quiere que lo tilden de represor. Muchos de sus integrantes, en su momento, fueron reprimidos violentamente por los mismos policías sobre los que ahora tienen mando. Por eso envían fuerzas antimotines a la acción sin toletes (es decir: sin armas ofensivas cuerpo a cuerpo) aunque, ya entrados en los camotazos, puedan hacer uso de gases lacrimógenos, balas de goma y chorros de agua. Algo que se antoja incongruente, pero parece políticamente correcto. Dicen en Michoacán que el elogio en boca propia es vituperio, pero me atrevo a dar un consejo que nadie me ha pedido: cuando nos encargábamos de dichas cuestiones para otros gobiernos de izquierda, este escribidor y servidor de ustedes descubrió -a costa de mucho sufrir- que la única manera de tratar de evitar los encontronazos es poner, entre la fuerza pública y los manifestantes, un nutrido grupo de operadores políticos (desarmados, entrenados, abnegados, pacientes como monjes budistas y casi suicidas) que intenten mediar y ganar tiempo antes de que comiencen las hostilidades, hasta que los ánimos se enfríen un poco. En varias ocasiones casi nos costó la vida -literalmente- pero se evitaron muchas escaramuzas. A quien esto escribe, por dar un ejemplo, los integrantes del CGH de la UNAM le propinaron lo que podría considerarse como el Monumento Nacional a la Patada en el Trasero.

 

De manera que al que se plancharon fue al Gobierno del DF, por no saber defenderse. Andrés Manuel lo deja pasar y lo usa para vaticinar la represión de los próximos seis años, al PRI le viene de perlas para demostrar que los izquierdistas son una punta de motineros y el doctor Mancera tiene servida a la mesa la primera prueba de fuego de las muchas que tendrá que enfrentar. Lo malo es que -tal vez nadie lo nota- pero la zancadilla es para la izquierda que gobierna, no para la que protesta. Y eso al PRI le conviene mucho…

Ver también

La Presidente Electa Sheinbaum considera que Ernesto Zedillo representa al viejo régimen de corrupción y privilegios. En el Poder Judicial hay corrupción y nepotismo, dijo

CDMX, 17 de septiembre del 2024.- La presidenta electa Claudia Sheinbaum apuntó que no está …

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *