*TURISMO, INDUSTRIA ABANDONADA.
*“LAS LETRAS CHIQUITAS” ROBO CONSENTIDO.
*EMPRESAS AÉREAS, ASALTANTES.
*PROFECO Y LA CARABINA DE AMBROSIO.
*CANCÚN, EL PARAISO DE LA TRANSA Y EL TRINQUETE.
*LA REFLEXIÓN.
Columna Política «Bajo la Lupa», Por Armando Saavedra (18-II-2020).- Y me refiero a todos los niveles de gobierno que de alguna manera u otra, tienen que ver con la industria sin chimeneas, industria que evidentemente está abandonada o de plano, la actividad oficialista y los propios prestadores de servicios turísticos, diseñan políticas públicas e invierten, respectivamente en el renglón de la publicidad para hacer llegar al turista.
Pero, en lo que nadie invierte y la autoridad es omisa, es en el renglón, creo yo, más importante, que es el servicio, la prestación del servicio, el que corre, generalmente, por cuenta de los empleados y trabajadores, los que no son sujetos a capacitación, herramienta indispensable para lograr la satisfacción del cliente.
El obvio resultado de que la industria turística esté a cargo de empleados y trabajadores mal capacitados, es la insatisfacción del cliente, en este caso el turista y no solo eso, sino la pérdida del estado emocional de la felicidad al recibir un mal servicio, la frustración de un descanso pleno y apacible, el que se torna en corajes y rabietas.
“LAS LETRAS CHIQUITAS” ROBO CONSENTIDO.
Otro de los factores que son responsabilidad fundamental de la autoridad, es la inserción de cláusulas con las famosas “letras chiquitas” en las que generalmente el cliente o consumidor no repara, las que implican obligaciones que al enterarse de ellas, generan el clásico coraje y/o rabieta, las que también, generan inestabilidad emocional y muchas cosas más.
En este renglón, no solo la autoridad es omisa en obligar al oferente de servicios turísticos, para que no existan letras chiquitas, sino que todo el contenido de los contratos para la prestación de un servicio o la compra de una mercancía, sea claro y bien definido, de manera que no haya lugar a confusiones ni que haya engaños.
EMPRESAS AÉREAS, ASALTANTES.
Las empresas aéreas, son las más proclives a las letras chiquitas, las que generalmente se traducen en cargos económicos al cliente, cargos que le hacen en momentos previos a embarcarse a un avión, de manera que el cliente no puede decidir su acuerdo o no con el cargo, pues de no reconocerlo, no le dejan embarcarse y el resultado es “perder el vuelo” y en consecuencia, la pérdida es mayor.
Dichos cargos, generalmente se aplican por excesos en el peso del equipaje o en las dimensiones de los equipajes, solo que hay un pequeño detalle: Nunca dicen con claridad manifiesta, cuál es la consecuencia económica por caer en una infracción al contrato como las antes citadas, cuyo costo generalmente es exorbitante, el que te obligan a pagar, so pena de “perder el vuelo”.
Solo para ejemplificar, el reglamento de tránsito en cualquier estado del país o municipio, siempre contiene el capítulo relativo al costo de las infracciones, aspecto importantísimo que contribuye considerablemente a inhibir las violaciones al citado reglamento y en consecuencia, a obtener una mejor seguridad pública.
Revise algún boleto de avión y se dará cuenta que sí, le señala la potencial infracción a las reglas del peso y dimensiones del equipaje o de las políticas de cancelación de cualquier compra a una compañía aérea, empero, en ninguna parte del boleto, se establece cuánto cuesta un kilo, dos o más de sobre peso en el equipaje o bien, cuánto cuesta el pasarse uno, dos o más centímetros en las dimensiones del equipaje o alguna consecuencia mayor por ese tipo de violación al contrato de parte del consumidor.
Se aprovechan perversamente de la urgencia de abordar un avión, para aplicar cobros exagerados por infracciones menores al contrato o la amenaza sin vergüenza de los empleados de la línea aérea, de que sí no paga lo que le cobren, así sea mucho o muchísimo, no le documentan su equipaje o no le dejan abordar el avión.
PROFECO Y LA CARABINA DE AMBROSIO.
Claro, usted me podrá decir, no se deje, vaya inmediatamente a la Procuraduría Federal del Consumidor y quéjese, demande a la línea aérea, para que le devuelvan su dinero, ¿pero sabe qué?, porqué carajos tengo que terminar mi viaje en una oficina de PROFECO, por las transas de las empresas de servicios turísticos, entre ellas, las aéreas, las arrendadores de automóviles o los hoteles que no otorgan el o los servicios que se contrataron y/o se ofrecieron.
¿No acaso es la PROFECO la dependencia del estado, la encargada de velar por los intereses de los consumidores? La que entre otras cosas, tiene la obligación de detectar a empresas que emiten contratos engañosos o que incumplen con lo que ofrecen y cobran por ello, ello de manera preventiva, pues prevenir en mucho mejor que sancionar. ¿O no?
CANCÚN, EL PARAISO DE LA TRANSA Y EL TRINQUETE.
En nuestro país, en el renglón del turismo de playa, la joya de la corona es Cancún Quintana Roo, ubicada en el municipio de Benito Juárez de ese estado. Pues bien, es en esa ciudad donde están las mejores playas del país, donde se realizan las mayores estafas en el renglón de los servicios al turismo, líneas aéreas, empresas arrendadoras de automóviles, hoteles, restaurantes, servicio de taxis, etc.
Las empresas aéreas, aparte de las estafas ya comentadas, con muchas facilidad le pierden su equipaje y le indemnizan con el equivalente a 20 salarios mínimos y/o las famosas UMAS, las compañías arrendadoras de autos, le cobran doble seguro sobre el automóvil arrendado, como si no fuera natural que una empresa que se dedica a rentar vehículos, no tuviera la obligación de tenerlos asegurados.
Los restaurantes, que son bastantes, le ofrecen algún platillo a determinado precio, pero al pagar la cuenta le cobran a precios de oro las tortillas o el pan con el que se acompañan los alimentos, por solo citar un renglón, los hoteles, que no le dan el servicio y la calidad de lo que contrató o la ubicación de la habitación contratada y qué decir de los taxistas, como en casi todo el mundo, los de Cancún no son la excepción, son iguales de bandidos que los de nuestra ciudad.
LA REFLEXIÓN.
A la autoridad, que asuma su obligación, sobre todo, en implementar políticas públicas que impidan que se hagan este tipo de transas en la industria turística, acciones preventivas; a los empresarios que invierten muchos en publicidad para atraer al turista, se gana más con un buen servicio, que haciendo esas deleznables transas. Y a los consumidores, que planeemos nuestras vacaciones con tiempo y que nos demos el tiempo necesario para leer todos los contratos de los servicios que pagamos, sobre todo, las letras chiquitas.