Columna Política «La Feria», Sr. López (20-XII-19).- Silvita, prima del lado materno-toluqueño, sin ser muy agraciada gozaba de un alto índice de popularidad entre mancebos y gañanes de su escuela, el barrio y sus alrededores. Silvita se las ingeniaba para tener siempre una excusa creíble para las deshoras en que regresaba a su casa, donde sus atribulados papás rogaban a la corte celestial no fuera a dar un mal paso su chamaca (¿mal paso?… guaracha bailaba la Silvita): a veces era por un trabajo de la escuela, otras por horas extras en la oficina donde era auxiliar contable, y también hacía viajes a cursos de capacitación (que sí lo eran: capacitó a varios de sus amigos en un tradicional deporte en pareja, ‘full contact’, sin límite de tiempo). Pero, tanto va el cántaro al pozo (usted entiende la fina analogía), que de repente se encontró en buena esperanza (?), cuyos primeros signos explicó como gastritis crónica, para luego atribuirlos a un desorden glandular que la hacía subir de peso, pero cuando nuestra terca madre natura hizo evidente su estado de gravidez, su mamá la acorraló y para su sorpresa, Silvita le exhibió un certificado médico que consignaba su virginal condición, a lo que tía Ifigenia (su mamá), respondió rechinando los dientes: -Tú no eres la Virgen María… tú te embarazaste como cualquier otra y se acabó el cuento -sí, todo tiene límites.
Para todo problema un discurso, una declaración, un escudo de babas. Hay quien domina esta disciplina y le funciona, claro que sí. Hasta que topa con la maldita realidad, necia como las ganas de evacuar el sistema digestivo.
Nuestro actual Presidente es maestro en eso. Nada lo salpica, nunca se mancha, de todo se zafa, a todo da respuesta (o evasiva), todo tiene responsables ajenos a él y cuando se confronta con hechos duros que contradicen el discurso que tan bien maneja (no lo puede manejar mal, es su micrófono, su conferencia mañanera, en su casa con sus reporteros), sin rubor recurre a concederse nuevos plazos, nuevas metas o al abandono de compromisos: primero eran seis meses para dar resultados en seguridad pública, luego un año, ahora dos; primero era un 4% de crecimiento económico anual, luego 2%, ahora ostenta garboso el 0.1% y por si cae al 0%, niega la importancia del crecimiento del producto interno bruto y establece porque sí, por sus reverendos y presidenciales calzones, que eso del PIB no importa sino el ‘bienestar’, definido de rara manera ajena al dinero en el bolsillo. Lo mismo con la baja en creación de empleos que no es tal según él, pues sostiene que quien recibe óbolo oficial, cuenta igual que quien tiene empleo formal, así no tenga prestaciones, antigüedad, fondo para el retiro, seguridad social ni nada de lo que es ser empleado, empezando por desempeñar una actividad productiva a cambio de un salario.
Y en lo que llegan las agruras de la realidad, jubiloso confirma ante él mismo su autoridad vía cancelación del NAICM en Texcoco, la construcción de Santa Lucía, Dos Bocas, el triunfo del ‘Sí’ al trenecito Maya, y los avances que no se ven pero ya se verán del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec; ratifica que ahora la verdad la define él, al conseguir que no se llame recesión a la recesión en que estamos y al presentar como logro suyo la decisión de los empresarios de elevar como nunca el salario mínimo (reflotando el poder de las centrales sindicales que él se ha propuesto debilitar y el capital desea conservar por obvios motivos de mutuo conchabamiento, cosa que sabe pero no acepta o no la sabe y negará).
Así, a paso de vencedor, pregona su salvífica economía moral (no neoliberal), sostenida contra viento y firma de las nuevas exigencias yanquis al tratado de libre comercio de Norteamérica (el T-MEC), haciendo como que no entiende que es la rotunda negación esencial de la transformación que predica (la Cuarta), al sostener en los hechos un modelo económico sueño húmedo de Friedman, Hayek, los Chicago Boys, Salinas, Fox, Calderón y Peña Nieto. Urge sin aceptarlo, que crezca el PIB. No importa el precio de la incoherencia. ¡Ajúa!
Sin embargo, un monstruo crece en el bajo vientre de este gobierno federal y tarde que temprano lo va alumbrar pues hay embarazos de diez meses pero no de tres años: la inseguridad pública les va a estallar en las narices y va a arrastrar la economía: estemos listos a oír nuevas justificaciones tratando de evadir lo obvio, su responsabilidad, ya malgastado el recurso de su peculiar concepción del ejercicio del poder en comandita, cargando a los gobernadores de los estados responsabilidades monopolio del Ejecutivo Federal.
Algún respiro les da la detención de Genaro García Luna, que el gobierno de la 4T usa con descaro como ratificación de que el tiradero recibido justifica la dilación en resultados de su estrategia de abrazos por balazos y reparto de dádivas en efectivo para llevar al buen camino a narcos y sicarios. Pero la coartada García se agotará y puede tener un giro inesperado:
Aun siendo públicas las prendas morales del tal García, no es tan fácil que los fiscales yanquis desacrediten a quien fue laureado por su FBI y su DEA, España y Colombia; no es tan fácil probarle que el dinero que tiene lo recibió de los narcos, menos desde ayer cuando López, Nieto y Cía., le regalaron una impecable explicación de su riqueza: la Secretaría de Gobernación le dio 2 mil millones de pesos, no el Cartel de Sinaloa (y si fue indebido ese pago, es lo de menos: basta para comprobar generosas fuentes de ingresos ajenas a las bandas de malandrines bota punta pa’rriba).
Sabida la falta de escrúpulos de García, se puede suponer sin ser mal pensado, que pasado el achuchón de su detención meditará con calmita (en la cárcel sobra tiempo), sobre las ofertas que sin duda ya le hace el Departamento de Justicia yanqui. (Y para más INRI, sume a esto los cinco funcionarios que declara el gobierno investiga por supuesta complicidad con su entonces jefe, que así ya no está solo). Juego que tiene desquite, ni quien se pique.