Columna Política «La Feria», Sr. López (14-XI-19).- Tío Neto (Ernesto, de los materno-toluqueños), amaba hasta la locura a su esposa Tina (Ernestina, si lo puede usted creer). La veneraba, casi besaba el suelo que pisaba, todo era adoración, mimos, respeto y consideraciones (daba asco verlo). Un amargo día, tronó el cuete: tía Tina lo dejó y le gritó con todas sus fuerzas que no lo quería, que lo aborrecía, que tenía amante y con él se iba (y se fue). Pero tío Neto continuó hablando maravillas de ella, clamando que seguía enamorado y que por eso ‘no reharía su vida’, pues no había lugar en su corazón para otra (le dije: de asco), hasta que tía Victoria, la portadora de la lengua más temida en la familia (y entre amistades cercanas y lejanas), un día se hartó y lo calló: -Ernesto, ¡ya!, no vas a buscar otra porque no puedes tener mujer, todos lo sabemos ¡ya deja ese cuento! -¡zacapún!… y Pepe, el primo más impresentable que tenerse pueda, certificó la rigurosa veracidad de tamaña cosa, tío Neto padecía de un mal de nacimiento que lo inhabilitaba hidráulicamente para disfrutar del intercambio lúdico de secreciones corporales. Pobre hombre, solo quería mantener su teatro. Ni modo.
Realidad mata discurso. Siempre ha sido así. A la larga o a la corta. Los hechos son más necios que las ganas de ir al baño. Lástima.
Las máscaras pueden permanecer largo tiempo en el rostro pero nunca son eternas.
La Hitler la mantuvo 10 años y ocho meses (de agosto de 1934 hasta abril de 1945): se suicidó por miedo y soberbia.
Stalin nunca se quitó el antifaz, ya mangoneaba desde 1929, se hizo del poder total en mayo de 1941 y lo retuvo hasta su muerte natural a principios de marzo de 1953, o sea: 12 años mintiendo, pero también, 12 años transformando en súper potencia el corral que era Rusia; mató millones y aun así, millones lloraron su muerte y ya hoy, serenados los ánimos está claro que fue un genio de cerebro doble, patriota sin duda, pero un cruel asesino, dictador de la peor calaña (Lenin dijo que deberían quitarle la Secretaría General del Partido Comunista, que era muy ‘brusco’, según la carta que escribió el 4 de enero de 1923… ‘brusco’, dijo).
Franco, también se murió de viejo en su cama. Contra viento y marea conservó la máscara de salvador de España ¡36 años! (de octubre de 1939 a noviembre de 1975), manteniendo a medio país aterrorizado… pero ya están a la vista del mundo las atrocidades que cometió durante su dictadura. Fuera máscaras: es un espectacular impresentable de la historia.
Los criterios modernos desfiguran a algunos no pocos grandes de la historia (actualmente Napoleón tendría pésima prensa; a Julio César lo juzgaría un tribunal internacional; y Felipe II con Carlomagno… en el manicomio). Repasemos solo del siglo XX para acá, cuáles otros hay así… ¿como Mao?, bueno, sí, pero veamos casos de genética más cercana a la nuestra, echemos un ojo a Latinoamérica:
Fulgencio Batista y Fidel Castro en Cuba, ¿cuál fue peor?… Castro, sin duda: si hubiera sido nomás tantito patriota hubiera entregado el poder; es muy alto el precio que ha pagado y paga Cuba por su necedad de eternizarse como jefe de Estado a trancas y barrancas; hectolitros de saliva y kilómetros de mentiras, mucho robo, mucho muerto, mucho sufrimiento inútil; Manuel Antonio Noriega en Panamá (seis años de estropicios); Pinochet en Chile (nada que comentar, apesta); Videla en Argentina, Stroessner (Paraguay), Banzer (Bolivia), Somoza (Nicaragua), Duvalier (Haití), Bordaberry (Uruguay), los seis con el mismo comentario que Pinochet: apestan, a sangre, llanto y sudor muy amargo. Incluya por favor a Fujimori en Perú y Juan María Bordaberry en Uruguay. Todos gozaron a sus anchas del placer de mangonear, del gusto de oírse, de las alegrías de los tumultos aclamándolos. Todos en el basurero de la historia.
Hoy nuestro menor problema en México, es lo que pasa en Bolivia. Es más: no es nuestro problema. Cero. Nada. Y don Evo puede hacer y decir lo que le plazca (y ya veremos si el tío Sam no le ajusta las tuercas a nuestra multípara Patria… ya veremos).
Tampoco existe un Frente de Fifís Unidos (jamás serán vencidos), ni otro de conservadores listos a inmolarse en el altar patrio. Muchísimo menos estamos amenazados por una conspiración de la prensa vendida (lema de los años 60, por cierto).
Nuestros problemas son otros y lo triste es que tienen solución y no parece que dirijan sus pasos hacia ella nuestros actuales gobernantes:
La economía está patas arriba; no vale la pena necear en que vamos muy bien, pero muuuy bien: a la aritmética nadie le gana una discusión. Las grandísimas puntadas que siguen siendo las súper obras de infraestructura que arbitrariamente decidió ejecutar el Presidente, apuntan a grandísimos chascos (tarde o temprano entregará el poder y entonces sabremos al menos parte de la verdad). Pemex no es la solución ni parte de la solución: es un rompecabezas (y ahora está secuestrado por ‘hackers’… y van a pagar el chantaje, claro que sí, aunque lo nieguen).
Sí, nuestros problemas son otros. Unos causados por esta administración, otros heredados, pero todos pendientes y enconándose.
A nadie nos conviene ver numeritos de tres tandas por un boleto en la carpa del Senado. A nadie beneficia que fracase este gobierno. ¡Créanos, señor Presidente!: queremos que triunfe, entregue el poder y se vaya a su rancho a gozar de su buena fama, en compañía de su señora esposa con su hijito.
En el terreno de la política ficción, sería lindo que se pudiera conseguir un vacío informativo en torno al Presidente y sus colaboradores. Ya que no van a poder contener su deseo de oírse a sí mismos, que ningún medio los mencione… con la esperanza (infundada), de que se pongan a trabajar, que ya no se distraigan con lo que la prensa dice de ellos, sin preocuparse por encuestas (encuestas… en México), ni por sondeos de opinión o índices de popularidad. Nada, silencio, nadie en las giras ni en actos públicos (es política ficción), para ver si finalmente se resignan y se ponen ¡a trabajar!