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El payaso de las cachetadas (Columna Política «La Feria», Sr. López)

Columna Política «La Feria», Sr. López (08-XI-19).- Contaba la abuela Elena (la autleco paterna), con sus ojazos verdes muy sonrientes, que un tío suyo, Ernesto, hermano mayor de su papá, desde chico se fue a Guadalajara y allá se quedó. Se hizo abogado, era Notario y se notaba cuánto lo había pulido la gran ciudad. Era todo corrección, vestía traje con chaleco, polainas, sombrero fino de fieltro y corbata de moño. En una visita al pueblo supo que Tomás el alcalde, tipo cerrero, bragado, con la mucha sabiduría que da la vida, que no los estudios (que no tenía), ejecutaba personalmente los embargos, a trompadas o si el caso lo ameritaba, a tiro limpio. Se lo topó en la plaza y le comentó que eso no era correcto. El tal Tomás conocía al tío Ernesto, sabía de qué familia era (los más bestias) y en lugar de alegar nada, le dijo fuera tan amable de enseñarle cómo, que en dos días iba a hacer el desalojo de una casa. El tío quedó muy formal y efectivamente fue. El alcalde lo esperaba frente a la casa, con varios brutos armados con trancas y palos (pistola, solo el alcalde, eso sí… moderación había). Tío Ernesto les pidió que se retiraran de la puerta y observaran ‘el poder de la razón y las buenas maneras’. Llamó a la puerta. Se abrió. Anunció cortésmente a qué iba. Una mano salió, lo tomó por el cuello, lo metió y en un minuto (poco menos), salió rodando por el empedrado de la calle, hecho una desgracia, sin sombrero, despeinado, saco y chaleco rasgados, la corbata al revés, la boca ensangrentada y gritando: -¡Tomás, rómpales la madre, Tomás! –se acabó la teoría (perdió tres dientes).

Hace unos tres mil 500 años (son rumores), un señor que hablaba con Dios, escribió de parte de Él los 10 Mandamientos (solo respetándolos el planeta sería un Edén, tirando a aburrido, pero en paz estaríamos); luego, otro (de ser ciertos los decires), también de parte de Dios, mejoró la cosa y puso solo dos mandamientos (amar a Dios y al prójimo, bla, bla, bla). Al primero, Moisés, los del ‘pueblo de Dios’, le daban por su lado, poco caso le hacían y él los hizo caminar 40 años para un viaje que (ya mucho), se hace en dos meses… parece que no se hablaba ya con ninguno, se murió de viejo y lo enterraron sin lápida ni nada. Al segundo, lo crucificaron y aquí seguimos en este valle de lágrimas (no es para tanto, pero acomoda la frase).

Cualquier país que sea país -Estado-, se asegura que solo su gobierno tenga permiso de tomar lo ajeno y ejercer la violencia. Solo el gobierno quita a los gobernados parte de lo que ganan y solo el gobierno puede repartir macanazos o balas, según sea el caso (monopolio de la violencia, violencia legal… sí, pero un garrotazo duele igual, sea de la autoridad o de un energúmeno).

Nuestro problema de inseguridad pública, de a poquitos, como las humedades, ha minado la autoridad del gobierno en algunas partes del país, a tal grado que se ha convertido en el problema número uno (aparte de otros también serios, pero ninguno tan grave).

Es válido lo que decía la abuela Virgen (la de los siete embarazos): “juegos de manos son de villanos”; y lo que dijo Moisés que le dijo Dios (“No matarás”; “No robarás”; “No desearás a la mujer…”, bueno habría que revisar alguno); y lo que dijo Jesús (“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”); pero no menos cierto es que ‘el que se lleva se aguanta’.

Es reconfortante, un bálsamo, que nuestro Presidente predique el amor, la fraternidad, los ‘abrazos no balazos’ y que hasta recurra a la admonición máxima: ‘le voy a decir a sus mamás y a sus abuelas’.

¡Qué bonito es lo bonito!, pero su chamba, para lo que fue contratado mediante el voto de 30 millones 113 mil 483 tenochcas, no es dar consejos ni predicar el bien. Su trabajo, su único trabajo, es cumplir y HACER cumplir la ley.

Por eso ni quien diga nada del endurecimiento extremo de la legislación fiscal. Que ahora los evasores contumaces se vayan a la cárcel por vía express, les congelen sus cuentas y que les decomisen y rematen sus bienes, es duro, pero… chamba es chamba. Es su deber.

Lo mismo aplica para la inseguridad: es imposible responder con abrazos a los balazos. No se trata de venerar la violencia y clamar por sangre (más sangre), no, de ninguna manera. Se trata de que el Estado, México, no puede estar inerme ante grupos criminales que no conocen límite, bandas de sociópatas, capaces de actos inconcebibles. Insistir en prescindir del uso de la fuerza legal, más la liberación de un detenido (acto ilegal, completa e indiscutiblemente), que refrenda la discrecionalidad inadmisible del gobierno al aplicar la ley (por cierto: no hubiera habido una matanza, ni una carnicería: es abrumadora la superioridad de nuestras fuerzas armadas y policiacas), ambas cosas confirman, a esos criminales que en sus cerebros no saben sino de violencia, que tienen el pandero en la mano. No son tontos, son delincuentes, y se dan cuenta que nuestro actual gobierno federal está entrampado. Están de fiesta.

Créalo, no es imposible recuperar la seguridad pública, regresar a las alimañas al albañal: el Presidente se sienta con los gobernadores omisos, sacones o hasta cómplices (son muy pocos), les dice que van los recursos económicos que hagan falta, que ‘borrón y cuenta nueva -sin público ni periodistas-, y que de inmediato nombren Fiscales, profesionales, serios y derechos: sobra gente. Sobra.

Pero, sabida que es la contumacia, perseverancia en el error, de nuestro Presidente y que no cambiará de estrategia ni con la lumbre en los aparejos, solo nos queda  asumir como propia la exigencia del Trump y hasta contribuir con algo de lo que cueste el muro en la frontera norte: cuando menos que ya no pasen armas. Ni una resortera. También se puede.

Por último, hay algo peor: ese discurso, la liberación de ese detenido y los espeluznantes asesinatos recientes, permiten que en el extranjero algunos alucinados (por decir lo menos), hagan mofa de México y clamen por una intervención militar, que no habrá, pero nos pone en el papel del payaso de las cachetadas.

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