Columna Política «La Feria», Sr. López (08-X-19).- Cualquiera que no fuera de la familia, si por mala suerte presenciaba un pleito entre tía Pina (Agripina) y su esposo, tío Martín (lado materno-toluqueño), se quedaba con sospecha fundada de que era inminente un conyugicidio o lo más seguro, un uxoricidio (porque ella era la de lengua más hiriente), lo que fuera, pero sin duda, uno de los dos no amanecía. Los que los conocíamos, estábamos al tanto que no habría hecho de sangre, ni lesiones de las que tardan más de 15 días en sanar, ni siquiera un divorcio de esos que escandalizan abogados muy bragados, nada, se reconciliaban al ratito y seguían tan campantes, como si nada… hasta el siguiente agarrón. Al correr de los años, llegó la cosa al punto que ya nadie los invitaba ni a una misa de difuntos. Daba coraje ver lo facilito que se contentaban. Pelados…
En nuestra risueña patria, las marchas, plantones, bloqueos, mítines o manifestaciones de protesta, son parte del clima. Desde de 1968, solo que entonces, no era difícil terminar el evento con una corretiza de Granaderos, regresar al domicilio con un chichón de ¡y retiemble en sus centros!, acabar hospitalizado o hasta pasar la noche detenido en alguna estación de policía; después ya no; desde lo del 2 de octubre del 68 (¡no se olvida!), y más desde el ‘Halconazo’, del Jueves de Corpus del 71, pareciera que el gobierno deja hacer y deja pasar lo que sea, si se realiza en bola. Si usted va y de una pedrada le rompe la vidriera a una tienda, le toca bote y paga lo que hizo; pero si lo hace con 40 gritando tras usted, puede seguirse con las demás ventanas: es intocable. Pruebe.
Menudo problema tiene nuestro Presidente actual, siendo él mismo, especialista en ese tipo de expresiones de democracia tumultuaria; nomás acuérdese del plantón en avenida Reforma en 2006 -¡voto por voto, casilla por casilla!-, que duró del 30 de julio hasta el 15 de septiembre, en total 47 días de duración, con algunos miles de millones de pérdidas a comercios, despidos de algunos centenares de empleados y una deuda de 500 millones al PRD, su partido de entonces… y nada.
Y eso para no ponernos memoriosos. Nuestro Presidente organizó el ‘Éxodo por la Democracia’ en noviembre de 1991, de Villahermosa, Tabasco, a la capital del país, que la puso de cabeza porque hubo tongo en unas elecciones locales de las de esos tiempos en que el PRI ganaba todo. Luego en 1994, puso en marcha la ‘Caravana por la Democracia’ -de donde mismo a donde mismo-, porque se montó de gobernador el fétido Roberto Madrazo (la burra no era arisca…). Después, en 1996 fue lo del bloqueo de pozos petroleros que nuestro Presidente encabezó durante 12 días (puso en jaque 51 pozos), en Cárdenas y Nacajuca, con pérdidas estimadas por Pemex, de 5 millones de pesos diarios, en defensa de unas indemnizaciones que exigían unos campesinos por daños causados, según ellos, por obras de Pemex… y nada.
También recorrió el país en 2005 con su ‘marcha contra el desafuero’, porque se supone no acató un mandamiento judicial (abrir una calle para conectar un hospital), siendo Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, por lo que la Cámara de Diputados federal, lo desaforó, le quitó el puesto… y nada.
Y así se vive en este país, en todas las entidades y en la capital, cualquiera que junte más de dos docenas de seguidores, puede hacer lo que le pegue la gana. Los despedidos de la antigua Compañía de Luz, los de la CNTE, aeromozos y aeromozas, pilotos aviadores, policías federales, el que sea, incluidos taxistas que ayer pusieron patas pa’rriba a la CdMx… para después de unas cuantas horas, anunciar que ya se habían arreglado con la autoridad.
Solo en la capital del país hay en promedio 3 mil 200 marchas, bloqueos y plantones, al año. Haga las cuentas en dinero y tiempo perdido… y muertos (el 29 de abril de 2016, dos niños porque no le dieron paso a la ambulancia; por lo mismo, una niña el 7 de junio de 2016 y el 12 de septiembre de 2018, murió en la calle un hombre, por lo mismo: un bloqueo no permitió el paso de la ambulancia; también ha habido partos callejeros, ni que fuera para tanto.
Una vez en 1973, si no me equivoco en Letras Libres, pero no me haga caso, en referencia al golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende en Chile, escribió Octavio Paz:
“Condenar la acción de los militares chilenos y denunciar las complicidades internacionales que la hicieron posible, unas activas y otras pasivas, puede calmar nuestra legítima indignación. No es bastante. Entre los intelectuales la protesta se ha convertido en un rito y una retórica. Aunque el rito desahoga al que lo ejecuta, ha perdido sus poderes de contagio y convencimiento. La retórica se gasta y nos gasta. No protesto contra las protestas. Al contrario: las quisiera más generalizadas, enérgicas y eficaces. Pido, sobre todo, que sean acompañadas o seguidas por un análisis de los hechos. La indignación puede ser una moral pero es una moral a corto plazo. No es ni ha sido nunca el sustituto de una política”. Pues sí.
¡Qué pena con don Octavio!, las marchas, protestas, bloqueos y movilizaciones, en México, peor que sustituto de la política, son una industria porque tenemos industrias raras, la pobreza es una, otra el 68, y muchas más (cosa rara, tome nota: antes se acostumbraba ir a protestar frente a la Embajada de los EUA en avenida Reforma, quién sabe por qué, pero ya no… algo pasó).
La cosa se va a poner interesante: los que antes protestaban contra el gobierno, ahora son el gobierno. El recurso de llamar a los protestadores de profesión, conservadores azuzados por la derecha, fifís con máscara, enemigos de las 4T, no pega, son los mismos, hasta los reconoce uno bajo sus capuchas. Algo tienen que inventar y pronto, porque ellos le enseñaron el camino a la gente y a algunos que saben que eso es productivo, muy productivo, a la par que estéril: nada arregla. Así no se forjó el acero, esto va que vuela a gatopardismo chafa, la consagración de la inmoralidad de largo plazo.