Por Víctor Ardura (02/11/12)
Espera. Exhortas. Invitaciones. Es dos de noviembre en Michoacán y las tradiciones salen de debajo de la tierra. La muerte se vive en la capital estatal como una expectativa para reactivar el turismo en la entidad.
La pregunta que ronda en torno a esta espera es si la tradición de la muerte es tan fuerte como para competir contra los conflictos que se viven en la entidad. Esto no quiere decir que seamos pesimistas y que no nos contemos entre los que desean que la estabilidad económica se de en la entidad.
Sí, nos contamos entre los que esperan justamente un momento de respiro de acción gubernamental en favor de la entidad. Esta expectativa no es gratuita. El entendido de beneficio o de común se ha mostrado restringido a ese grupo privilegiado que se encuentra en el poder ejecutivo por el simple hecho de que cuentan con su ingreso seguro y la facultad par despedir, como lo han venido haciendo, a quienes les estorben.
Este último se considera otro tipo de muerte, principalmente para los que encabezan una familia, hombre o mujer, que han sido despedidos del lugar que se ganar por trabajo por años y que con un simple tronar de dedos ahora se encuentran desempleados.
Muerte en sus diferentes rituales, en sus distintos significados, es lo que cunde en este día -en estos tiempos y en el país- muerte que suaviza el fin irreversible y terrible para cualquier conciencia. Muerte que se convierte en vida cuando la libertad exige su lugar a través de la distancia o la emanada.
Coyuntura de la que se saca raja política y que termina en represión, -muerte-. Los números de visitantes, como expectativa, son alentadores. Habrá que esperar lo que la realidad nos dice. Mañana, cuando se emitan las versiones oficiales y las respetables.
Mañana nuestra fiel compañera nos dirá si ha podido contra sí misma en aquel otro nicho de la mala imagen de la entidad.