Por Víctor Ardura.-
(12-10-12) Hace poco más de un mes, en territorio nicaragüense detuvieron a dieciocho personeros mexicanos. Fueron arreados en seis camionetas del dos mil diez a la fecha y su expediente se ha vuelto todo un dilema.
Hace pocos días, Humberto Moreira, invirtió dos días para resolver el problema de su hijo, José Eduardo, eliminado con dos balas percutidas en la cabeza.
Son dos eventos que dicen de forma desgastada lo que ya sabemos sobre la justicia mexicana.
En el asunto de Nicaragua hay todavía cosas que arreglar con respecto a las camionetas. Son varios los vehículos que dicen ser propiedad de la guerra napoleónica, y varios los tejes y manejes que debe el sistema televisivo, es decir, Televisa.
Respecto al caso del rebelde cautivo, según la marina, conceptuado de tal forma para agarrar a Heriberto Lazcano «el Lazca», lo atraparon, mataron y dejaron en tal lucha, que apenas salió la marina y tornó un grupo cerrado y rescataron el cadáver.
Es un asunto chistoso: atraparon al delincuente, y basto unas cuantas horas para que desapareciera de su lugar de velación. Y es culpa de los señores que vigilan la seguridad pública.
En Nicaragua esta pendiente algo que definirá Daniel Barrasa. En Coahuila todo va bien, a excepción hecha del cadáver que se dejó ganar. ¿Fue cosa de influencias la resolución del caso del hijo de Moreira? Si es así, solo eso les hace falta a las víctimas de Cd. Juárez y las más de setenta mil víctimas de la estrategia calderonista.