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A Miguel, Rogelio y Joaquín.-
Por Jimena Quintana.- El 15 de septiembre ya no es una fecha que haga mucha ilusión a varios mexicanos, al menos no en el sentido de celebrar una independencia. La tensión en México se siente por todos lados y debido a ella, y quizás también a la lluvia, muchos capitalinos no asistieron al tradicional grito de independencia que año con año los presidentes llevan a cabo en el balcón principal de Palacio Nacional. Eso sí la fiesta es asunto aparte. Cualquier momento es bueno para las fiestas y las reuniones familiares.
Pero a la mañana siguiente de una noche de excesos, en el centro de la ciudad, las fuerzas militares de la nación desfilan y tienen esa oportunidad única en el año de mostrar todo su esplendor y estar más en contacto con la gente a la que le prestan servicio.
Los militares se aprestan sumamente temprano para la exhibición, literalmente en las primeras horas del día. A las tres de la mañana ya están desayunando para alistarse a un desfile que será hasta cercano el medio día.
Algunos civiles también madrugan. Llegan desde las 5 de la mañana para acomodar varias sillas que rentaran por algunos pesos o bien venderán algunos guacales o banquitos de madera. Ante el hambre el ingenio siempre sale a flote y no hay que desaprovechar ninguna oportunidad para ganar unos centavos extras.
A las 9 de la mañana las banquetas ya estaban llenas de personas que esperaban con ansias el comienzo del desfile. Las familias llevaban a sus hijos a ver los carros, aviones y a las fuerzas armadas en general pasar mostrando sus uniformes y los artefactos propios de cada uno de los colegios. A las 11 de la mañana comenzó el primer acto que estuvo a cargo de los fusileros paracaidistas en el Zócalo, seguidos de 13 aviones, algunos de reciente adquisición, sobrevolaron el centro de la capital.
El trayecto comenzó desde el Zócalo para concluir en Reforma a la altura del Auditorio Nacional, pasando por las calles de Madero y Juárez. En las banquetas de estas calles permanecían abarrotadas de personas que verdaderamente disfrutaban del paso de cada una de las unidades. “¡Wooooooow!”- dijo un niño en cuánto vio a los camiones y vehículos militares que hacían sonar sus sirenas durante el recorrido. Al percatarse de la emoción de los niños los soldados respondían con una sonrisa en el rostro y saludaban tímidamente. “¡Papacitos, que guapos están!”- gritaban algunas muchachas con picardía mientras los soldados respondían con una sonrisa y con las mejillas coloradas. También el cuerpo de enfermeras y mujeres militares se llevaron sus piropos y sus chiflidos, además de toda la admiración de las congéneres que nos encontrábamos observándolas. Hasta las águilas que se presentaron al frente de varias unidades recibieron sus aplausos y sus piropos. La Armada de México también se hizo presente con sus uniformes de gala que arrancan más de un suspiro. Al final llegó la escuela de charrería. Las jinetes portaban vestidos coloridos con los que cubrían todo el largo del caballo, saludaban con entusiasmo y hasta complacían a los espectadores que les gritábamos que dieran una vuelta al caballo.
Los ejércitos siempre han sido usados para salvaguardar a las naciones, en el interior y el exterior, y claro en muchas ocasiones han sido usados como herramienta de represión. Sin embargo no hay que olvidar que son profesionales en cuidar y apoyar también en cada uno de los desastres que nos acontecen. En todas las inundaciones, en cada uno de los desastres naturales, en la lucha anti drogas, etc, quienes siempre salen al frente son esos soldados que cada 16 de septiembre además nos deleitan la pupila con sus extraordinarias demostraciones de habilidades militares. La disciplina militar no es sencilla para nadie y pocos sabemos en realidad en qué consiste. Olvidamos con mucha frecuencia quiénes son esos soldados o marinos. Pues bien, te los presento: son tus hermanos, tus padres, tus hijos, tus primos, tus amigos, pero sobre todo, ellos también son mexicanos.
