(12-09-12) Santiago Ocampo de la Paz llegó puntual al lugar de clase. El lugar había sido compuesto por aulas injertadas, maestros y al rededor de las diez de la mañana policías estatales y federales. Santiago, que caminó más de dos kilometros para llegar, era el único niño asistente.
La Injertada, lugar donde el gobierno estatal prefiguró aulas y maestros para dar clase, se quedó pendiente el arranque del ciclo escolar. En estas mismas fechas, los niños de la Nueva Jerusalén han estado al pendiente.
El lunes de la semana pasada debieron haber iniciado formalmente. No fue así. Toda la estructura educativa diseñada por los gobiernos, con aulas debidamente construidas y con maestros dispuestos para clase, y el lugar permanece a la espera. Tan sólo Santiago Ocampo acudió al llamado con peripecias en el camino pero mucho entusiasmo, su tiempo dispuesto para ello se esfumó.
¿Qué es lo que sucede en la Nueva Jerusalén? Es muy sencillo: el grupo de religiosos que sacó a los escolares, puso advertencia peligrosa sobre ellos y ha mantenido clausurada a la población, y no acudieron por miedo.
Jesús Reyna García, secretario de gobierno, no ha podido poner una solución final y definitiva. Pese a que se trata de un grupo radical reducido que cohibe la educación, pone trabas a entrar a un poblado y que se maneja fuera del marco legal, para ellos hay todas las consideraciones por omisión estatal.
¿Será Santiago el único solicitante de clases en las aulas rodantes? Esperemos que no, pues es una alternativa temporal al asunto. Mientras no exista la posición final del gobierno del estado, es decir, que a este grupo religioso radical se le impida apoderarse de ese pedazo de tierra como lo ha venido haciendo, el problema seguirá igual.