Artículo de Fondo, Por Ignacio Martínez (13-X-17).- Se respira tensión y tristeza en Paracho…
Su presidente ha sido asesinado y con el transcurrir de los días del miedo, se ha pasado a la incertidumbre, a la desesperanza, a la desconfianza, a la impotencia de no saber con exactitud que pasó realmente en la calle Emiliano Zapata frente a su casa la mañana del seis de octubre alrededor de las nueve treinta.
Stalin Sánchez había llevado temprano a sus hijos a la escuela, después había corrido cerca de su casa, el ejercicio era parte de su rutina, siempre saludando sonriente a cuanta gente se encontraba a su paso, incluso repartía abrazos a quienes le apreciaban, regresó a su casa a darse un baño y prepararse así para irse a trabajar, a cumplir con su deber de presidente municipal, tomó un café con su esposa Marisol y quedaron de verse al mediodía, era común que antes de salir de su casa su madre le diera la bendición, después de un desayuno con tortillas calientes, salsa en molcajete y frijoles, aunque ese viernes llevaba además dos tortas, que serían entregadas a sus asistentes.
Comúnmente Stalin no traía escoltas a pesar de que por lo delicado de su posición para muchos era una irresponsabilidad, vivía momentos difíciles, unos días antes había despedido a una persona que presuntamente le habría dicho que lo iba a matar, su gente cercana le pedía que si no traía escoltas, que al menos usara una pistola que tenía y su chaleco antibalas, Stalin se negaba y solía decir “no soy gallina, quiero morir como los gallos”.
Stalin había mandado hacer su tumba según refieren allegados…
Esa mañana de viernes después de que su mamá le dio la bendición, recibió una llamada telefónica, le acompañaban en su casa dos mujeres que trabajaban con el, saldría junto con ellas rumbo a la oficina.
Se adelantó, salió primero, las mujeres se quedaron atrás, cuando de pronto escucharon una descarga de balazos, corrieron hacia la puerta para ver que sucedía, las dos mujeres llegaron primero pero por extraña razón no podían abrir el cerrojo de la puerta, su madre se apresuró a salir y vio a unos cuantos metros tirado a Stalin, cerca de él había una camioneta y dos hombres en su interior.
Stalin pudo aún ver a su madre y a las mujeres en la puerta y les hizo entonces una seña para que no salieran, que se metieran, la seña provocó que los de la camioneta se percataran que aún el presidente estaba vivo, regresaran de reversa y dispararon sobre la cabeza a Stalin, destrozándole el cráneo.
La primera en llegar al lugar fue su madre que llorando pedía auxilio a los vecinos, la calle estaba desierta, nadie contestaba a los gritos de ayuda de la angustiada madre, aunque a dos casas estaban unos albañiles en una obra que prefirieron guardar silencio y evitarse problemas.
La muerte se presentó de inmediato al recibir los disparos en la cabeza, dejando la masa encefálica regada en el piso de la calle y a su madre llorando la muerte del menor de sus hijos.
Su esposa Marisol me diría posteriormente que tardó la policía al menos cuarenta minutos en llegar a auxiliar a Stalin, una policía que tenía su base a unas tres cuadras del lugar, una policía que debería tener como uno de sus deberes cuidar la integridad física de su jefe superior, de su presidente.
Hay diversas quejas de que varios de los testigos aún no han sido llamados a declarar, desconocen el paradero del teléfono celular de Stalin para tratar de identificar con quien habría hablado antes de salir de su casa el alcalde, para algunos parte clave al pensar que gente de su equipo le habría llamado, sacado de su casa y lo habría puesto para que fuera ejecutado instantes después.
Stalin era un hombre que habría tenido diversos problemas con comunidades tales como Urapicho y Nurío, aunque los problemas diversos han sido ancestrales entre las comunidades indígenas, destacando en los últimos años la disputa por la posesión de la mina de arena al sur de Paracho, aunque el problema parecía resuelto al haber logrado Stalin una coordinación de trabajo con bienes comunales.
Otro conflicto estaba presente con la misma Aranza muy cerca de Cherán, dichos problemas podrían ser parte de alguna de las líneas de investigación de la causa del asesinato del presidente.
Su familia exige a la autoridad una investigación pronta y expedita, el compromiso del gobernador Aureoles fue que se llegaría hasta las últimas consecuencias, con un castigo ejemplar a los culpables.
Hay miedo en el ambiente, su familia es escoltada, aunque relata Marisol la esposa de Stalin que “su escolta” ni siquiera se da cuenta cuando sale de su casa, ni siquiera la conoce, debería de retirarse del lugar junto con el director de seguridad pública del municipio exige.
Stalin era el menor de los hermanos que siempre se distinguió por hacer travesuras, jugar con baleros, trompos, y aprender todos los oficios para cuando se ocuparán según decía desde niño.
Muchas de las veces tuvo que dejar a su familia para estar con su pueblo pero siempre supo que su familia y sobre todo su madre, lo esperaría hasta su regreso.
Cuentan que hace apenas unos días todavía tocaba la guitarra cantando las melodías de su pueblo y los sobrinos le llenaban la cara del pastel en su cumpleaños 42 apenas en septiembre.
Hoy su familia le cantaría una de sus melodías favoritas: A Dios le pido licencia, que pueda volverte a ver; ya no soporto tu ausencia, y apenas te fuiste ayer.
La familia no extraña a un presidente; llora al hijo, al hermano, al padre, al amigo.