Artículo de Fondo «Repercusiones», Por Samuel Maldonado B. (04-IX-17).- Una de los supuestos y más grandes “aciertos” de Enrique Peña Nieto, mencionadas en su reciente y penúltimo informe de Gobierno, se refiere a la mayor eficiencia de la captación de recursos económicos fiscales, que afirma, ya no dependen de los ingresos provenientes de la producción petrolera por parte de la empresa que era identificada como una de las más poderosas e importantes en toda Latinoamérica. Lamentablemente lo afirmado por el primer ciudadano, se acerca a la verdad, pues Pemex, de ser la empresa emblemática de nuestro país, ha sido administrada de tan mala manera que no solamente ha perdido todo el prestigio que ganó desde su expropiación , sino que en este largo y tedioso ejercicio presidencial, nos hace avergonzarnos por la penosa conducta de tal Presidente.
Con la actual administración, esta empresa que fue recuperada en 1938 por el Insigne General Lázaro Cárdenas, ha cruzado penosamente por fosas llenas de cocodrilos que le han cercenado en este últimos sexenios, sus productivas re-finerías, perdido los campos de extracción, robado de sus ductos gasolinas y energéticos , pasando situaciones muy lamentables y penosas para los mexicanos y poco falta para que se logre su desaparición o venta total a compañías extranjeras.
El Presidente Peña Nieto, habla con la verdad (sic), al indicar que los altos ingresos fiscales ya no se deben a la producción de Petróleos Mexicanos, sino que provienen de los altísimos impuestos que los ciudadanos estamos aportando a través de los impuestos. La dureza del trato en contra de lo mayoría nacional, contrasta con la suavidad y tolerancia a quienes cometen atropellos y robos prácticamente en las obras que su administración ha entregado a grandes empresarios, mismos que en lugar de edificar correctamente de acuerdo a lo programado, construyen grandes socavones, que quizá sirvan para ahorrarnos el costo del entierro.
Dicen que no hay quinto malo, pero este año que dentro de cuatro largos meses terminará, ha sido el más penoso para los mexicanos, precisamente por la debilidad mostrada en los asuntos internacionales. La diplomacia mexicana, que antaño elogiosamente caracterizaba a nuestro país en toda la América, se ha perdido y ahora se interviene sin necesidad alguna, descaradamente, en asuntos que solo corresponde resolver a cada país. Su política intervencionista se ha sumado a los dictados allende mares y fronteras, que se confronta con un comportamiento sumiso y un afán más de inclinación para sólo servir de alfombra al vecino todopoderoso país del Norte.
Si realmente, como lo afirma en su Quinto Informe, cito (solo una pequeña parte de su discurso informativo): “La prosperidad de México no depende de una sola relación sino de de vínculos benéficos con países de todo el mundo…”
Su anterior frase lo debiera obligar a acatar, como en forma general lo hicieron sus antecesores en la Presidencia, los principios de la denominada Doctrina Estrada, que establece puntualmente que nuestro país, de ninguna manera, debe mostrar participación alguna en los asuntos internos de otros países. Es totalmente claro lo que significa lo anterior y por la experiencia nacional de haber sido intervenido en sus asuntos internos con frecuencia, sobre todo en la presente administración federal.
La doctrina antes mencionada, lleva precisamente ese nombre en honor a Don Genaro Estrada, quien fuera Secretario de Relaciones Exteriores en el Gobierno de Don Pascual Ortiz Rubio y desde la promulgación de ésta, todos los presidentes, desde esa fecha, salvo el actual, la han honrado. Los presidentes de México, tal vez con la excepción de Vicente Fox y el actual, atendieron con tino los principios de la Doctrina Estrada y el actual, debiera obligarse a ser más respetuoso con nuestra Carta Magna. Es su deber respetar los principios de nuestra Carta Magna y no meterse en los asuntos internos de otros países.
Alguien dentro del gabinete que en poco más de un año terminará, debiera informarle a Peña Nieto, quien fue Don Genaro Estrada, o al menos debiera lerle un poco la Historia de México, para que no incurra en otros horrores garrafales.