Columna «Sendero Político», Por José Cruz delgado (17-VII-17).- José Manuel Mireles se convirtió en un personaje singular desde que salió a dar las razones del porqué los hombres decidieron tomar las armas para combatir a las bandas del crimen organizado en Michoacán. Lo que las llamadas autodefensas estaban haciendo era proteger su patrimonio y el de sus familias ante la incapacidad de los gobiernos Federal y estatal para garantizar la paz pública, pero sobre todo la seguridad de quienes se dedicaban a las labores del campo.
Los horrores del crimen organizado eran, entre otros, el secuestro de mujeres para convertirlas en esclavas sexuales, el hurto constante del producto de su esfuerzo cultivando el campo mediante altas cuotas para no llevarse a las mujeres o para no matar a los hombres.
El infierno se desató en Michoacán a causa de la incapacidad del Gobierno y las complicidades de las policías con el crimen organizado. Para decirlo de otra manera, los michoacanos vivieron un viacrucis y nadie los ayudó.
Por eso se armaron los grupos de hombres y mujeres que trabajaban el campo, y entre ellos el que más figuro fue José Manuel Mireles. Su gran pecado fue atraer la atención y contar las verdades del periplo que estaban enfrentando los pueblos y villas de las regiones más alejadas de las grandes ciudades.
Muchas veces solicitó ayuda, muchas veces hizo llamados al Gobierno, y muchas veces encontró oídos sordos. Por eso los hombres que lo seguían decidieron que fuera él quien los encabezara.
Los alzados lograron que los delincuentes abandonaran su territorio, pero antes que recibir el beneplácito de las autoridades fueron amenazados, arrinconados y perseguidos por el pecado de haber defendido a sus familias y su patrimonio. Desde luego que era una injusticia, pero también era la única oportunidad que tenían los gobernantes para ocultar su ineficiencia y los culpó de la violencia y la inseguridad. Mientras esto ocurría, los verdaderos maleantes se regocijaban.
No conforme con su desmovilización, el doctor José Manuel Mireles fue enviado injustamente a un penal de alta seguridad donde pasó casi tres años aislado y enfermo. Salió hace poco y descubrió que las cosas seguían igual y que su ausencia solamente sirvió para que los criminales nuevamente volvieran a hacer de las suyas y se apoderaran otra vez de los territorios liberados. El Ejército mexicano hizo presencia en la Tepalcatepec y Mireles hizo un llamado a la gente a sacar sus armas y acudir en auxilio de la población.
Ahora todos quieren que vuelva a la cárcel, pero nadie acudió en su auxilio cuando los criminales iniciaron las agresiones. Efectivamente el llamado que hizo es grave, pero de ahí a solicitar que se aplique la ley y se le encarcele es lo mismo que dejar a las poblaciones de la zona en estado de indefensión. Porque nadie irá a otorgarles el apoyo que entre ellos mismos se han brindado. Y no es que esté de acuerdo con la violación de la ley por parte del señor Mireles, pero tampoco se aplicó a quienes no hicieron nada pese a que los estaban matando y robando, y los funcionarios tenían la obligación legal de hacerlo. O todos hijos o todos entenados, ¿no?. Al tiempo.