Columna Política «elquenocae…», Por Leopoldo G. Arenas (26-VI-17).- La cultura política del mexicano es una de la más rara y extravagante del planeta, mientras en gran parte de los países civilizados después de una elección se cierran filas entorno del candidato ganador y del mandatario en turno, en nuestro país es el inicio de una guerra sucesoria que finalmente explica todos los males del sistema.
En México el deporte popular es criticar al gobernante en actual, hacerlo responsable de todos los males y defenestrar todas las acciones y medidas que tome.
La pregunta básica es ¿cómo esperamos crecer como país y sociedad? Si en lugar de solidarizarnos y apoyar al gobernante en turno, simplemente tratamos de descarrilar cualquier idea y proyecto bajo el menor pretexto.
En un país polifacético como el nuestro, nunca existirá una decisión que deje 100% conforme a toda la población, seria increíble que una medida que apoye a los grupos más desprotegidos cuente con todo el respaldo de las clases medias y altas por el costo económico que representa, ya que a diferencia de lo que piensan los grupos progresistas, el gasto del gobierno se sustenta en los impuestos que pagamos los profesionistas y empresarios. De igual manera, toda medida de apoyo a la inversión pública, será atacada por las clases trabajadoras ya que para ellas, progreso económico es significado de explotación.
La causa del mal es estructural y está enraizado en el sistema educativo. Durante décadas, se fomentó en los niveles básicos una cultura marxista, en las universidades públicas todo giraba alrededor de la lucha de clases y una crítica permanente al libre albedrio y a la libertad económica.
Ese ataque permanente, hoy tiene consecuencias, somos una sociedad dividida, lo cual está generando un caldo de cultivo que es explotado por el grupo radical de Andres Manuel, con la firme intención de provocar un conflicto de grandes proporciones en caso de no ser electo presidente de la nación.
El plan puede ser bueno en un inicio para sus ambiciones protagónicas, pudiera llevarlo al poder, pero será también su principal enemigo, ya que la mentalidad de desunión y critica que ha generado en la población se manifestará de inmediato en su contra.
El peligro radicará en su personalidad intolerante y fascista, al no ser un sujeto flexible, de inmediato soltaría en las calles al aparato represor del estado, como sucede en Venezuela, con la firme intención de acallar críticas y comentarios.
Estamos exactamente a un año de enfrentar nuestro destino como país, es momento de hacer un análisis profundo de nuestra realidad tanto social como económica.
Los que ya somos viejos, estamos conscientes que existen problemas, pero también sabemos que estos, no se comparan con los que se vivían cuando éramos pequeños, hoy convivimos en un país democrático, podemos hablar y escribir con absoluta libertad, las carencias económicas son ínfimas en relación con las que existían en los años setentas (no niego que existan problemas en sectores sociales identificados, pero la problemática es menor en relación a la existente hace 40 años), gozamos de comodidades y oportunidades de desarrollo.
Los principales críticos del sistema, son sus principales beneficiados, muchos fueron trabajadores de las instituciones gubernamentales, hoy gozan de pensiones que les permiten tener una vida cómoda y aun con esto se oponen a todo, creyéndose paladines de una justicia que a ojos de la realidad no existe.
Otros, de acuerdo al propio sistema, siempre han vivido de las participaciones que otorga el mismo gobierno a todos los partidos, (con lo que se cumple el refrán de te pago para que me pegues)
Estamos siguiendo los pasos del vecino del norte, en donde nos cerramos a la realidad y la dejamos de valorar, creemos en las mentiras generadas por la crítica de alguien que busca de manera obsesiva el poder, mismo que cuando lo obtenga, será utilizado en su beneficio personal.
Vemos el árbol y dejamos de percibir el gran bosque que tenemos y que podemos perder.