Columna Política «Diputado 501», Por Antonio TENORIO ADAME (24-III-2025).- Para nacer, Cuauhtémoc debió de morir.
Hace cinco siglos, un martes de carnaval, del 28 de febrero de 1525, Hernán Cortés privó de su vida al “único héroe a la altura del arte”. Y, sin embargo, vive en el corazón de la Nación.

Se abre la sesión, en uso de la tribuna la oposición.
Además de ser el último emperador mexica, Cuauhtémoc ha sido el paradigma de la identidad ética de nuestra nación, por su valor supremo.
Aún en la derrota, el Tlatoani mantuvo la dignidad y pidió la muerte antes de ser mancillado; no se rindió ni en la lucha ni en el tormento que fue atroz; ya al pie de la horca, reclama a su verdugo que sabía que habría de ocurrir ese desenlace y le reprocha, ¿porqué no lo mató después de la derrota?.
La grandeza moral del mexica, que era visto como primitivo, es superior a la barbarie del esclavista europeo, cuya ambición desmedida era solo oro.
El historiador Salvador Rueda Smitters, director del Museo de Chapultepec, ofreció una conferencia en estos días, en la capital del estado de Puebla, para definir la ruta cronológica del surgimiento como héroe nacional del “último tlatoani” del pueblo azteca.
Explorar las raíces y el frondoso enramado del árbol existencial del pueblo mesoamericano de los que provenimos.
Investigar nuestra identidad reviste una tarea complicada, porque no es la única raíz viva de nuestro pasado; primero, el arribo de la expedición armada europea, comandada por el extremeño Cortés, estableció un dominio imperial ibérico de tres siglos, donde prevaleció solo el dominio español que al arribar el siglo XIX sería desplazado por un pueblo mestizo indo europeo una vez proclamada su independencia.
Ya en Europa las naciones se habían consolidado al mediar su origen en 1548 en los Tratados de Paz de Westfalia, cuando en las inmediaciones de la independencia (1835) aún disputábamos el modelo de Estado – federal o centralista- lo que abría la excusa para el invasor , anglo – sajón, quien despojara la mitad de nuestro territorio.
Cara y larga fue la jornada libertadora para formar la nación; la Europa derrotada por Hidalgo y Morelos mantendría su dominio con los fueros de eclesiásticos y militar e intentaría el dominio del Segundo Imperio con Maximiliano y el el fragor de los ejércitos austro- húngaros.
Juárez , otro indígena zapoteca, volvió a alumbrar la senda libertaria.
A. Estableció la separación de la iglesia del Estado, para romper la manipulación de la injerencia del Vaticano.
B Defendió y conservó la territorialidad íntegra de la nación, al expulsar al invasor europeo.
C. Decretó la libertad de cultos, con el objetivo de impedir las luchas religiosas tan apasionadas por el fanatismo como crueles en su intención de imponer un solo credo, como ocurrió en Europa a partir de la Reforma de Lutero en 1523.
Tiene la palabra el grupo de Mayoría.
Al volver a recuperarse la nación mexicana con el restablecimiento de la Republica, es que se dan las condiciones propicias para el retorno del “Nuevo Quetzalcóatl”.
En 1868 el difusor de la imagen del héroe de Aztlán es Rivapalacio quien en las ediciones del niño mexicano rescata a Cuauhtémoc y lo “echa andar”.
El historiador Rueda explica en dos vertientes el tránsito de la vida del defensor de la “Gran Tenochtitlán, Ciudad viva”, la llama la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. La primer vertiente parte de la responsabilidad asumida a la muerte de Cuitláhuac, quien hizo huir al invasor al derrotarlo; este guerrero tomó el poder al morir Moctezuma, no obstante es víctima de la epidemia y “el águila que desciende», es el Tlatoani del combate un valiente estratega que solo depone la guardia hasta caer el último de los combatientes; ya derrotado, no se rinde y pide ir acompañar a sus dioses.
Cortés le respeta la vida no por humanismo sino porque quiere todo El Oro azteca; para ello somete al cautivo al tormento más atroz sin lograr doblar su fortaleza moral sin lograr doblegarle sino, con su intensa fortaleza, se le escucha decir “acaso estoy en un lecho de rosas”, “no hay más oro y no voy hablar “.
El formador del holocausto indígena, sabe que sin apoyo del “gran tlatoani” no puede gobernar; en tal razón, le otorga la autoridad de Tlatelolco, y con ese carácter adjudica el agua del Lago entre Tlatelolco y Tenochitlan, como se emite su aplicación en sus respectivas ordenanzas.
Cuauhtémoc, para ser autoridad del reino de la Nueva España, debió ser bautizado, de ahí su nombre castizo.
Una obligación supuesta religiosa conectada con el sometimiento al rey Carlos I.
El capitán extremeño siempre temió que el príncipe derrocado iniciara una insurrección; por eso, en medio de la selva cuando marchaban a las Higueras, en el fatídico Carnaval de fin de febrero,1525, Cortés mandó sufriera la horca.. Cuauhtémoc lo acusó de injusto y cobarde.
El héroe forjado desde las luchas contra la invasión colonial europea asciende en la escala de su dimensión al paso de la nación, dice el historiador Rueda; “ un año después del fusilamiento de Maximiliano, el heroísmo de Cuauhtémoc vuelve a iluminar la bóveda celeste del Anáhuac. Vicente Rivapalacio comienza a difundir su imagen en publicaciones infantiles.
Está prominente tarea había sido antecedida con la distribución de algunos glifos indígenas, en tiempos del dominio del Aztlán; luego el periodista insurgente Carlos María de Bustamante imprimía sus huellas, que son nutridas por el culto novohispano Carlos de Singüenza y Góngora, todos ellos descubren y perpetúan el nacionalismo que se engendra y se difunde con cada vez mayor orgullo: el nacionalismo mexicano va de la mano con Cuauhtémoc.
La fiesta del Centenario de la Independencia abre todo el cauce nacionalista para que Cuauhtémoc se coloque, desde el Paseo de Reforma, para recibir la luminaria brillantez de todas las estrellas solares de galaxia histórica de su pueblo.
Para su aplicación constitucional.
Cuauhtémoc es el héroe de la Nación desde sus orígenes, la defendió hasta la última gota de su sangre; la derrota aniquiló su defensa, con valentía mantuvo su identidad invencible, se diferenció a su opresor de quien obtuvo mayor diversidad cultural, donde anidó un nuevo ser comunitario mestizo e igualitario, no excluyente ni supremacista racial, tal como ahora sufrimos a Donald Trump.
Su manto protector aún se extiende al mostrar la senda de valor y dignidad para enfrentarlo.