Damasco, 08 de diciembre del 2024.- Multitudes de sirios celebraron el domingo la caída del gobierno de Bashar al Assad, derrocado por una fulgurante ofensiva de grupos rebeldes liderados por islamistas que llegaron a Damasco, sumiendo al país en la incertidumbre.
Al Asad, quien dirigió Siria con puño de hierro desde su llegada al poder hace 24 años, dimitió y dejó el país, afirmó Rusia, su principal aliado. Agencias de noticias rusas dijeron que había viajado a Moscú junto con su familia.
Decenas de personas irrumpieron en su lujosa residencia en Damasco, la capital. La casa del mandatario alauita, quien sucedió a su padre Hafez al Asad que gobernó el país de 1971 a 2000, fue también saqueada.
«Hoy ya no tengo miedo (…) Mi única preocupación es que estemos unidos y que construyamos ese país con todas nuestras fuerzas», dijo Abu Omar.
Una sala de recepción del palacio presidencial, situado en otro barrio, fue incendiada, al igual que edificios de entes de seguridad, según periodistas de AFP y una oenegé con sede en Reino Unido que monitorea el conflicto.
La alianza rebelde liderada por los islamistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) implementó un «toque de queda en Damasco desde las 16H00 (13H00 GMT) hasta las 05H00 (02H00 GMT) del lunes».
El anuncio se produjo horas después de su entrada en la capital siria, tras una fulgurante ofensiva lanzada desde la provincia de Idlib, en el noroeste del país, el 27 de noviembre.
La violencia también desplazó a 370 mil personas, según la ONU, en un país que sufrió una sangrienta guerra civil provocada por la represión de masivas manifestaciones prodemocracia en 2011.
«¡Siria es nuestra!»
El líder islamista de la coalición rebelde, Abu Mohamed al Jolani de su nombre de guerra, llegó el domingo a Damasco y se dirigió a la célebre mezquita de los Omeyas donde pronunció un discurso.
Videos que circulan en los medios muestran que fue recibido por una multitud entre gritos de «Allah Akbar» (Dios es grande).
Decenas de personas salieron a las calles, según imágenes de AFPTV, para celebrar la caída del gobierno. Imágenes mostraron personas pisoteando estatuas de Hafez al Asad, el padre de Bashar.
«¡Siria es nuestra, no es de la familia Assad!», gritaron combatientes en las calles de Damasco. En la plaza de los Omeyas, se podía escuchar disparos como señal de alegría.
Habitantes relataron cómo algunos soldados del ejército sirio se deshicieron de sus uniformes al abandonar el cuartel general situado en la plaza.
«Después de 50 años de opresión bajo el gobernante partido Baaz, y 13 años de crímenes, tiranía y desplazamiento [desde el comienzo del levantamiento en 2011] anunciamos hoy el fin de esta era oscura y el comienzo de una nueva era para Siria», afirmaron los rebeldes.
En la televisión pública, la coalición, que tachó a Al Assad de «tirano», dijo haber liberado a todos los prisioneros «detenidos injustamente».
La caída del gobierno abre un periodo de incertidumbre en Siria, fragmentada por una guerra civil que mató a casi medio millón de personas desde 2011. El conflicto dividió al país en zonas de influencia, con fuerzas beligerantes apoyadas por potencias extranjeras.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, celebró el fin del «régimen dictatorial» de Siria.
Francia y Alemania celebraron la caída de Bashar al Assad, pero instaron también a rechazar «toda forma de extremismo».
Hay que evitar que Siria «caiga en el caos», advirtió Qatar. Arabia Saudita, a su vez, pidió proteger al país del «caos y la división».
Turquía, muy influyente en Siria donde respalda algunos grupos rebeldes, pidió una «transición» pacífica en el país y afirmó estar en contacto con los rebeldes para garantizar la seguridad.
Una salida «negociada»
Washington tiene alrededor de 900 soldados en el país como parte de la coalición internacional que se creó en 2014 para ayudar a combatir al grupo yihadista Estado Islámico.
La jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Kaja Kallas, afirmó que la caída del gobierno es «positiva» y muestra «la debilidad» de algunos de sus apoyos, Rusia e Irán.
Teherán, que vio su embajada en Damasco saqueada, avisó que su política era susceptible de cambiar en función «de la evolución» de la situación «en Siria y en la región».
Con información de La Jornada