Columna Política «Diputado 501», Por Antonio TENORIO ADAME (02-XII-2024).- En el umbral de la celebración de 700 Años de la fundación de Tenochtitlán, 13 marzo 1325, llamada “Ciudad Viva” por la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, se advierte que, pese a su ya madura y primogénita edad, hoy se avizora un futuro siniestro ante el quebranto de un acuerdo de aranceles que aplicará el presidente electo Donald Trump al asumir, el 20 de enero próximo, la Presidencia de los Estados Unidos.
Más allá de las consecuencias de las amenazas cumplidas, México ha dejado confiar en sí mismo.
Las Minorías son potencialmente una alternativa del poder.
La amenaza que envuelve el farragoso futuro y las proezas de fundar, a la mitad de un lago, una ciudad milenaria existe el vínculo de memoria con la visión promisoria de vencer los obstáculos y mantener viva la esperanza.
Los siete siglos que anteceden la vida urbana de la CDMX se ven marcados con su destrucción, en 1521, por la devastación de la guerra de ocupación del comando militar europeo de Hernán Cortes para extraer oro de sus entrañas.
Una segunda ruptura de su convivencia, como nación, se dio en 1848 con la ocupación del Ejército de los Estados Unidos para consumar el despojo de la mitad del territorio nacional.
Así se fundó México como república federal en 1824.
Hoy enfrenta el riesgo de romper la convivencia armonizada entre las naciones de la región continental por la imposición desmesurada del 25 por ciento de aranceles a nuestras exportaciones. La impostura de Trump, pone el riesgo de dar fin al Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte.
A pesar de sus resultados del TEMEC prevalece la percepción de un convenio de prosperidad compartida, siendo que durante tres décadas arroja el resultado insatisfactorio de un estancamiento económico,
que tiende más a un estancamiento de la economía nacional ante la aceleración de EEUU y Canadá.
Las tres décadas de freno de la economía mexicana se pone fin a un futuro de retroceso, que no solo afectará el desorden del mercado nacional sino sus consecuencias irían más allá hasta agravar los rubros que se dice trata de corregir, como son la migración y el tráfico de drogas, que lejos de resolver entrarán al remolino del choque brutal de mayor violencia.
Aunque el poder se integra de la fuerza de su cohesión y de la voluntad de su aceptación, como límites de cumplimiento, los abusos de poder solo concitan su incumplimiento violatorio.
El TEMEC es un convenio de libre comercio de aranceles y capital que no cumplió sus promesas con las que se promovió de: aceleración de la economía, generar empleo y mejorar la calidad de mercancías de consumo a mejores precios al consumidor.
A esa falta de resultados aparece el fantasma del temor de su desaparición y presentar un escenario de mayor pobreza, junto con ello un retroceso generado por un escenario de derrumbes de mayor pobreza, a cambio del surgimiento de derechas represivas.
El cumplimiento de los Estados Unidos de convenios internacionales es acatado solo si favorece a sus intereses; la regla de dominio radica en únicamente negociar entre iguales.
Los tratados históricos binacionales llevan el sello de la desigualdad impuesta por la fuerza o cohesión con la que extendieron su configuración territorial de dimensiones continentales.
El repaso histórico de dichos tratados en los que el interés de México se afectó bajo el esquema siguiente:
a. El Adams- Onis (1819 adquisición de la Louisiana y la Florida);
b. El tratado de Velasco (1836, Texas como república independiente);
c. El tratado de Guadalupe Hidalgo (1848, despojó de la mitad territorio nacional);
d. El tratado de la Mesilla (1854, adquisición territorial);
f. Tratados de Bucareli (1924 reconocimiento diplomático, retroactividad del 27 constitucional, congelamiento de venta de armas);
g). Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN 1994; TEMEC Acuerdo arancelario).
El doctor Juan José Mateos en su valioso libro, “Los derechos históricos territoriales de los mexicanos”, realiza un severo examen de la condición legal y legítima de las consecuencias de la guerra injustificada, promovida por el presidente Jame K. Polk de 1846 a 1848.
Mayorías son responsables de la inclusión del consenso.
Los mexicanos vivimos el presente con el miedo a las amenazas de Trump de perder las exportaciones a los Estados Unidos, así como la deportación de los migrantes mexicanos sin papeles; sin embargo, no hay capacidad crítica para revisar el pasado.
Aunque debemos evitar defender más el Tratado Comercial y olvidar a México.
Regularmente, en política prever es conveniente al evitar sorpresas desagradables, y sobre todo, volver a repetir errores, ya que el futuro siempre es impredecible; pero ahora se trata de conocer las causas originales que llevaron a perder la capacidad de determinar nuestro destino como nación.
El general Lázaro Cardenas advertía sobre “lo que no haga México por sí mismo, no lo harán otros desde el extranjero”. Tal parece eso es lo que ocurre; dejamos de confiar en nosotros como nación.
Hace alrededor de treinta años, en 1996, durante el sexenio de Ernesto Zedillo, en la LVI Legislatura, en el auge del arranque neoliberal se discutió en el Congreso la nacionalidad mexicana con el fin de otorgar la doble nacionalidad a quienes obtuvieran otra.
El objetivo esperado era que los emigrantes mexicanos perdieran el temor de perder su nacionalidad originaria por adquirir la residencia estadounidense. Lo que daría lugar de ir a las urnas para incidir en el poder de la Casa Blanca a favor de México de alcanzar un futuro mejor.
Durante el debate en la Cámara de San Lázaro fui el único diputado en dar un voto particular para reclamar se profundizara en el examen del proceso del éxodo mexicano, con el fin de evitar lo que ocurrió en el siglo XIX, al “echar en cara” la nacionalidad mexicana otorgada a quienes después pedirían un gobierno emanado desde el imperio europeo.
Por otra parte, era fútil creer que la población Mexicoamericana alcanzara a desarrollar la capacidad de incidir en los lobbies del Capitolio para formar parte del Gobierno de la Casa Blanca.
A partir de entonces se confió en el proyecto de abrir el cauce de sangrar la población migrante mexicana para seguir el modelo trazado por las minorías contrarrevolucionarias cubanas, acogidas en su fuga de su tierra de origen para crear un modelo híbrido de dominio racial anglo sajón hispano americano.
El dictamen constitucional.
El sueño de ayer de presumir el rubro de remesas migrantes que fuera el segundo volumen de divisas, ya está a punto de convertirse en pesadilla.
No llamemos extraño que el nombramiento del cubano americano Marco Rubio dirigirá el Departamento de Estado, porque no se trata de acceder a un proceso de integración o asimilación demográfica o electoral, como existen antecedentes en la nación continental de la Unión Americana, más bien, se retoma el proyecto originario de la fundación de la nación por los “peregrinos del Mayflower”: el de “supremacía blanca”.
Para evitar el mestizaje de otras razas inferiores como la mexicana, tal como señala Trump “evitar envenenar la sangre de América”.