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Trump arrasa y será de nuevo presidente de Estados Unidos

06 de noviembre del 2024.- Como el protagonista de una película de acción, Donald Trump ha terminado por completar su reconquista del poder: cuatro años después de salir de la Casa Blanca y sin haber reconocido nunca aquella derrota, el expresidente republicano ha arrasado en las urnas a la demócrata Kamala Harris y será de nuevo el presidente de Estados Unidos. No solo es un hito histórico -salvo Grover Cleveland, allá por 1893, ningún presidente había logrado un segundo mandato no consecutivo-, sino que esta vez, a diferencia de 2016, nadie le podrá insinuar una falta de legitimidad, toda vez que ha ganado incluso el voto popular, al aventajar a su rival en más de cinco millones de votos. Los estadounidenses han decidido, sin lugar a dudas, que Trump merece otra oportunidad.

Aunque su victoria aún no era definitiva en ese momento, Trump se ha proclamado vencedor ante miles de sus seguidores, congregados en la ciudad de Palm Beach, en Florida, poco después de que se ratificara que había ganado en Pensilvania, que se unía a los ya confirmados Carolina del Norte y Georgia, tres de los estados decisivos. «Quiero agradecer al pueblo estadounidense el extraordinario honor de haber sido elegido el 47º presidente de Estados Unidos», ha declarado.

Su intervención ha discurrido sin un hilo claro, más cerca de las deslavazadas alocuciones que hace en sus mítines que de un discurso de ganador. Pero ha deslizado algunas ideas clave, como su intención de unir al país, muy polarizado en la última década: «Vamos a ayudar al país a sanar», ha dicho, para después insistir: «Es momento de dejar las divisiones atrás, lo vamos a intentar».

Trump, que ha calificado su victoria como «el día que el pueblo estadounidense volvió a ganar el control de su país» y de «victoria masiva de la democracia», ha destacado el hecho de haber superado a Kamala Harris en votos totales: «Es muy bonito ganar el voto popular», ha admitido -aunque tras su victoria en 2016 siempre presumió de que no era necesario-, mientras sus simpatizantes prorrumpían en gritos de «USA, USA». Es el primer candidato republicano que logra imponerse en el voto popular en dos décadas, desde la victoria de de George W. Bush en 2004 frente a John Kerry.

Economía e inmigración, sus grandes bazas
Trump ha prometido “hacer nuestro país mejor de lo que nunca ha sido, juntos vamos a hacer Estados Unidos grande otra vez”, aunque, en lo relativo a medidas concretas, lo más claro ha sido el control de la inmigración: «Vamos a sellar nuestras fronteras y vamos a tener que dejar a la gente que entre en el país. Queremos que la gente regrese. Tenemos que dejarlos regresar, pero lo van a tener que hacer de manera legal. Tienen que venir, pero de manera legal», ha subrayado sobre uno de los principales asuntos que han impulsado su reelección cuatro años después. Esta se ha confirmado un par de horas después, cuando ha ganado en Wisconsin y ha alcanzado los 277 votos en el Colegio Electoral.

Esa preocupación por la inmigración y, sobre todo, las dificultades económicas, encarnadas en el incremento de la inflación, parecen haber pesado más en la mayoría de los electores que las advertencias del Partido Demócratas sobre su deriva autoritaria. Tampoco le ha penalizado ser el primer presidente condenado en una causa penal, a raíz de los pagos para silenciar su aventura extramatrimonial con la actriz porno Stormy Daniels, ni las otras tres imputaciones que pesan sobre él, algunas tan graves como el intento de alterar el resultado de las presidenciales de 2020 en Georgia o la acusación de instigar el asalto al Capitolio.

Al contrario, se ha demostrado como un candidato granítico, inmune a los intentos de los demócratas de presentarle como una amenaza para la democracia en el país. «¿Una amenaza a la democracia? Si soy yo quien va a salvarla», ironizaba en uno de sus últimos mítines de campaña este lunes. La mayoría de estadounidenses, en este sentido, parecen estar de acuerdo con él, puesto que no solo le han aupado a la presidencia, sino que gozará de un amplio margen para gobernar, gracias a la mayoría que los republicanos han recuperado en el Senado, al tiempo que, según las proyecciones, mantendrán la que ya tenían en la Cámara de Representantes.

Todo ello, unido a la amplia mayoría conservadora en el Tribunal Supremo, donde seis de los nueve jueces han sido nombrados por los republicanos -tres de ellos en su primer mandato-, perfila una presidencia con escasos contrapesos para desarrollar su agenda política. Trump, además, parece más liberado de ataduras que en su primera presidencia, cuando recurrió a políticos republicanos con experiencia y a militares reconocidos para los principales cargos de su gobierno, figuras que en muchos casos acabaron por oponerse a muchas de sus decisiones. Ahora, no solo parece haber alineado al partido completamente con sus intereses, sino que está decidido a apoyarse en personas de su absoluta confianza, como el empresario Elon Musk, a quien encargará, ha avanzado, una comisión para reformar y reducir drásticamente la administración.

Trump derriba otra vez el ‘muro azul’
Para retornar a la Casa Blanca, Trump ha conseguido recuperar al menos tres de los cinco estados decisivos que Joe Biden le arrebató en 2020, Pensilvania, Wisconsin y Georgia. Además, ha conseguido ganar en Carolina del Norte, otro de los estados disputados, y el recuento le sitúa en cabeza en los tres restantes: Nevada, Arizona y Michigan. Su triunfo en este último, si se acaba confirmando, así como en Pensilvania y Wisconsin, es especialmente doloroso para los demócratas, que ven cómo se derrumba el cacareado ‘muro azul’ que Biden reconstruyó en el corazón del Cinturón del Óxido, los estados de raigambre industrial que ya dieron la espalda a los demócratas en 2016.

Especialmente significativa ha sido su victoria en Pensilvania, un estado en el que las encuestas daban una igualdad casi perfecta entre ambos candidatos y que en las dos últimas elecciones se había decidido por márgenes mínimos: 80.000 votos a favor de Biden en 2020 y aún menos, 44.000, en 2016, cuando lo ganó por primera vez Trump. En esta ocasión, y a falta de que el recuento incluya todo el voto anticipado, su margen se sitúa en 180.000 votos.

Mientras tanto, los demócratas no han reconocido aún la derrota, pese a que las posibilidades de remontada son escasísimas. Poco antes de que Trump hablase en Florida, el director de campaña de Kamala Harris, el congresista Cedric Richmond, anunciaba en Washington que la candidata demócrata “no comparecerá hoy, aunque se dirigirá a la nación mañana [por el miércoles]”.

En cualquier caso, las caras de los simpatizantes de Harris, reunidos en la Universidad de Howard -donde ella se graduó-, eran ya de tristeza desde varias horas antes, el vivo retrato de la derrota. La segunda mujer que aspiraba a presidir Estados Unidos, nominada a toda prisa ante las escasas perspectivas que ofrecía el todavía presidente, Joe Biden, ha vuelto a chocar con el mismo muro que ya detuvo a Hillary Clinton en 2016: el techo de cristal era Donald Trump.

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