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¿Nace una Nación? ¿México? (Columna Política «Diputado 501»)

Columna Política «Diputado 501», Por Antonio TENORIO ADAME (23-V-2024).- HACE 500 AÑOS, el 13 de mayo de 1524, tres años después de la caída de Tenochtitlan, llegaron a Veracruz, San Juan de Ulua, 12 frailes franciscanos con la misión de evangelizar a la población originaria.

Un hecho histórico de la fusión de la civilización originaria de la gran Tenochtitlan, con la europea. Este mestizaje fue la semilla ¿de la enseñanza?; o ¿de la cultura nacional?, o simplemente ¿fue el germen del largo proceso de la formación de la Nación llamada largos siglos después México?.

Los reclamos de la Minoría.

Hernán Cortés, siempre alerta de una rebelión indígena, había insistido, en reiteradas peticiones a la Corona, la necesidad de redimir al pueblo conquistado llamado a ser protegido por la Reina Isabel la Católica al incluirlos como súbditos suyos.

La tarea en extremo complicada se convirtió en un gran reto cultural lleno de obstáculos, entre otros, la enseñanza de la doctrina se enfrentaba a las dificultades de entendimiento de una lengua común; en consecuencia, la divulgación de la fe dependió de la retención en la memoria, el entendimiento fue con base a señas antes que oral, además de confrontar la traducción de las lenguas maternas se acudía a una tercer idioma, el latín, considerado el apropiado por el Vaticano.

La evangelización fue calificada de conquista espiritual, por unos, quienes estimaban un proceso salvacionista el desplazamiento del poder imperial ibérico para expandir el dominio en los nuevos territorios, tanto por la fuerzas de las armas, como su complementación por el rescate humanitario de los incrédulos; para otros, la labor de los misioneros correspondía simple y llanamente a la expansión de la fe, acreditada por el credo cristiano establecido en Roma.

De acuerdo con la opinión de Braudel, Europa se encontraba dividida en tiempos del primer viaje de Colón al Nuevo Mundo, en la Europa del sur que correspondía a los reinos más poderosos y ricos, y la Europa del Norte, cuya pobreza era devastadora con epidemias y sobrepoblación. Estas condiciones explican el impulso promotor de desarrollo de los imperios ibéricos, y la participación posterior de la región norte, donde, además de la Reforma religiosa, se abrió la salida del Báltico como ruta para alcanzar América, como señala John H. Elliot; la llegada a la Bahía del Hudson de los peregrinos del My Flowers se dio 85 años más tarde, 1606.

A la vez de esta señalada fecha de redención espiritual, el órgano de poder de la Iglesia fundada por San Pedro comenzaba a sufrir el mayor acoso de su historia, encabezado por el monje dominico alemán, Martín Lutero; el 31 de octubre de 1517 clavaba en la catedral de Warms, sus famosas 95 tesis donde proclamaba el retorno a la mística originaria del cristianismo opuesto a los derroches fastuosos de la clerecía dominante.

Además, reclamaba la relación con Dios sin intermediarios, lo que significaba el saber leer y disponer de una biblia, con la cual se apoyaba en el impacto cultural la revolución de la imprenta, basada no sólo en la multiplicación de la difusión de ideas y conocimiento por medios impresos, sino también en la formación de un público capaz de sostener un mercado de consumo. Por tanto, se dio una doble revolución en términos de libertad de credo a la vez de formas de organización social ante el surgimiento de un nuevo personaje social, el lector, y más tarde la libertad de expresión.

La lucha de ideas se transformó en una guerra religiosa que dividió el poder omnímodo del Vaticano y diversificó el ejercicio de las religiones con mayor grado de influencia en el área anglosajona del norte de Europa.

Por la Mayoría.

Las condiciones del desplazamiento de los nuevos pobladores europeos de los territorios encontrados por Colón, llamados Indias Occidentales, fueron respaldados por la Bula papal de Alejandro VI, quien le otorgó a España y Portugal la legitimidad para su ocupación, y se vieron marcados por dos esquemas de dominio colonial, el ibérico de Portugal y España, en tanto para Roma fue considera como una compensación ante la pérdida de feligreses y territorio ocasionado por la Reforma de Martín Lutero.

Por su parte, el proyecto anglo-sajón no requería de mayor apoyo de legitimidad debido a que los territorios ocupados no eran disputados, más bien se consideraban hostiles y poco atractivos por su baja productividad sujetos a la diversidad climática, sin disponer del atractivo de minerales preciosos, oro y plata, como tampoco contaban con núcleos de población, de los cuales se disponían de fuerza de trabajo, más bien la ocupación poblacional del septentrión se realizó, en sus inicios, en condiciones precarias de limitadas dimensiones de economía familiar, pero con un sistema ideológico religioso basado en el principio del pueblo elegido, pero condicionado por su sobreestima de la supremacía racial, por lo que su intención de convivencia y relación social se circunscribió a evitar su integración con los extraños para mantenerse y reproducirse sólo entre sus semejantes, de color de piel y de compartir su religión, por lo que se mantuvo la pureza étnica y se rechazó el mestizaje, abriendo paso a la exclusión, (indios)de otras personas ajenas a su comunidad y modo de pensar, como sí ocurrió en el modelo colonial de origen ibérico . De tal suerte, el filósofo Juan A Ortega y Medina concibe que la razón de las doctrinas del Destino manifiesto fueron concebidas a partir de esta composición de valores.

La evangelización del área hispana se inició con la diferenciación a los seguidores del Corán, a quienes se combatió como infieles, con intención de eliminar, como se razonaba en el libro de Santo Tomás de Aquino, la “Summa contra gentiles”; por su parte, la Reina Isabel la Católica protegió a los indígenas, a quienes se les reconoció como súbditos, además se estimó como personas de razón, tal como se concluyó en los debates entre Fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda (1516) en Valladolid, donde se reconoce a los indígenas como seres humanos.

Lo anterior no impidió que la explotación de la mano de obra indígena no se diera con diferencias en el reconocimiento de derechos y responsabilidades, con una cobertura de la creación de repúblicas de españoles y de indígenas respectivamente. Mientras que en las colonias de origen inglés se dio con más respaldo el sistema de esclavos al pasar del sistema agrícola en dimensión, como eje fundamental de fuerza de trabajo, en las colonias españolas se recurrió la esclavitud, como complementaría.

Si bien la Reforma y la imprenta posibilitaron la difusión de la alfabetización en el modelo de colonización anglosajona, como una disponibilidad de acceso a la modernidad, por otra parte se adherían frenos y obstáculos en cuanto a la integración de los colonos con los pueblos indios, al contener valores de supremacía al auto estimarse como “pueblo elegido” por la Divinidad creadora, a partir de sobrevalorarse, dando lugar a un sistema de confinamiento de las tribus indias en los llamadas reservas.

El rechazo al “otro” se alimentó de la “supremacía blanca” que luego sería expresado como “exclusión”, “racismo”, “discriminación”, formas invariables de deshumanización.

En cambio, en la Nueva España se alentó el apareamiento entre europeos y población nativa; el mestizaje fue prolijo en cuanto a una diversidad de combinaciones entre la población originaria y los extranjeros, los que se multiplicaron al mezclarse en cada generación; siendo una sociedad basada en castas, éstas se multiplicaron progresivamente sin ninguna restricción, sólo que al llegar al momento de la aprobación de la definición de quienes eran españoles en la Constitución de Cádiz, 1812, en su artículo 5º señala “Son Españoles: Primero: Todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de éstos”. En su artículo 22 condiciona el carácter de Español a quienes disponen de “pureza de sangre”.

Entre el modelo norteamericano y el hispanoamericano se dieron diferencias; el primero se enmarcó en la exclusión y supremacía, el cual derivó en racismo y discriminación, mientras promovió una sociedad estratificada, abriendo la oportunidad al paternalismo patriarcal del Estado a los indígenas, quienes fueron sometidos con fines de explotación económica en la diversidad de abusos sobre su mano de obra.

Los proyectos de ocupación poblacional de América, español-castellano y el anglosajón diferían en cuanto a la propiedad; el primer sistema descansaba en la legislación del medioevo y confería la propiedad de la tierra, divide en la superficie a particulares y en el subsuelo corresponde al monarca: en cambio, en el derecho anglo- sajón el derecho de la tierra en subsuelo y subsuelo corresponde al individuo. De tal modo, esta diferencia fijó una de las funciones del Estado sobre el mercado al otorgarle el derecho a la propiedad originaria a la Nación en el caso mexicano durante el Virreinato y restableciéndolo en el artículo 27 en la Constitución de 1917.

La promulgación Constitucional.

A medio milenio de la llegada de la vanguardia cultural europea, se aprecia que América es un continente que abarca su continuidad espacial al cubrir los paralelos de la tierra de polo a polo, en el que caben todos los mundos posibles de organización social.

La diferencia prominente entre norte y sur parte de la población originaria, cuya organización social se fundamenta en un orden comunitario; en tanto, el norte se asienta como cabeza del imperio, cuya organización individualista se extiende con el mercado.

La migración de estos tiempos marca el nuevo desafío de una lucha de cuerpos en pugna por ocupar los espacios; su agravamiento o solución abrirá las puertas al futuro para alcanzar un mejor humanismo o retroceder ante la debacle.

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