08 de agosto del 2023.- Han pasado dos meses desde que Ucrania lanzó su anunciada contraofensiva el pasado 8 de junio. Las tropas ucranianas han recuperado parte del territorio ocupado por Rusia desde que inició su invasión en febrero de 2022, pero el avance ha sido más lento de lo esperado.
La contraofensiva comenzó con unos 30.000 soldados de nueve nuevas brigadas ucranianas, pero Moscú tuvo meses para prepararse e instaló densos campos minados que han logrado frenar el avance de las tropas de Kiev.
«Llevamos meses escuchando que la ofensiva ucraniana sería determinante para dar un vuelco a la invasión y estamos viendo que no es así, que los rusos son capaces de aguantar en el terreno que tienen controlado, que lo tienen blindando y que a los ucranianos les cuesta mucho avanzar unos cuantos kilómetros», explica a RTVE.es la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, Ruth Ferrero.
«Cuando los estados mayores planifican una ofensiva o una contraofensiva, la piensan con un éxito del cien por cien, cuando al final siempre se encuentra cercano al 50%», señala el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Isidro Sepúlveda. «Una cosa son los objetivos y el calendario para alcanzar esos objetivos y otra cosa es el calendario en el que se logran esos objetivos», añade.
El ritmo de la contraofensiva: ni mejor, ni peor de lo esperado
Tras las victorias iniciales que caracterizaron los primeros días de la contraofensiva, el avance de las fuerzas ucranianas, especialmente en la línea del frente en el sur del país, se ha ralentizado casi hasta detenerse a finales de junio y a lo largo del mes de julio.
En dos meses de contraofensiva, las tropas de Kiev han avanzado poco más de 16 kilómetros a lo largo del frente. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha expresado cierta frustración por el ritmo de la contraofensiva y algunos expertos han atribuido estos progresos limitados a la demora en la entrega de armas por parte de los países de Occidente.
Ferrero afirma que «se habían generado unas expectativas muy elevadas» sobre la contraofensiva ucraniana. «Durante meses, los rusos han fortificado toda la línea del frente y dificulta muchísimo el avance de las tropas ucranianas. Ucrania, de momento, tampoco tiene el soporte que había pedido de los F-16, lo que hace que sea mucho más débil la capacidad de ataque ucraniana», recalca.
En este sentido, la profesora de la Universidad Complutense asegura que, «si esto siguiera así a finales de septiembre o principios de octubre, tendremos que ver hasta dónde es capaz de llegar el apoyo occidental, si se va a mantener en los mismos niveles, si se va a incrementar, si se va a dar apoyo aéreo o no, y ver cuál va a ser la situación en el terreno».
Por su parte, Sepúlveda detalla que «el estado mayor en Kiev diseña una contraofensiva de una forma sobre el papel bastante juiciosa, bastante previsible y dentro de los cánones ortodoxos de los estados mayores». «Lo que ocurre es que ni va al ritmo que se esperaba ni tampoco va mucho peor de lo que se esperaba», indica Sepúlveda, quien coincide con Ferrero en que «los rusos han tenido bastante tiempo para preparar su respuesta a esta contraofensiva».
«Vamos camino de una serie de ofensivas y contraofensivas. A esta contraofensiva ucraniana van a suceder nuevas ofensivas, posiblemente ya cercano al invierno o en el propio invierno», pronostica.
Uno de los objetivos, trasladar la guerra a Rusia
La contraofensiva ucraniana se centra en dos líneas principales de avance hacia el sur del país, con el objetivo de cortar las rutas de reabastecimiento de Rusia. Una línea de ataque atraviesa Staromaiorske hacia la ciudad de Berdiansk en el mar de Azov y otra, más al oeste, hacia la ciudad de Melitopol. Ambas ciudades controlan rutas de tránsito estratégicas paras las fuerzas rusas que ocupan el sur de Ucrania y la península de Crimea, anexionada por Moscú en 2014.
«El objetivo inmediato de la contraofensiva es cortar las comunicaciones de Moscú con el mar y cortar las comunicaciones entre Rusia y Crimea», afirma a RTVE.es el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia, Frédéric Mertens de Wilmars.
A estos objetivos se suma un tercero que, según Sepúlveda es «el más fácilmente lograble, porque Ucrania ya lo está consiguiendo» y es «llevar la guerra a Rusia». «Atacar a Rusia en territorio ruso para que los rusos sientan su propia naturaleza en su propio territorio. Que sientan lo que es la guerra, no solamente que sea una cosa proyectada, una cosa del otro que está al otro lado de la frontera, sino que la sientan como algo propio», indica.
Desde principios de mayo, cuando se produjo un ataque con drones sobre el Kremlin, se han registrado al menos otros cuatro solo en Moscú. La capital rusa está a más de 500 kilómetros de la frontera con Ucrania. Kiev no ha reclamado como propios estos ataques y no ha querido hacer comentarios sobre quién sería responsable de estas acciones con aviones no tripulados en territorio ruso.
Para Ferrero, el objetivo de los ataques con drones contra objetivos en Rusia es «intentar minar la moral de los rusos». «Quieren minar la moral de los rusos, mostrarles que son capaces de lanzar un tipo de ataque que es sorprendente porque deja en evidencia la debilidad de las defensas rusas, pero no son ataques que vayan a cambiar o a variar el sentido de la guerra», asegura la profesora. «Es una suerte de herramienta o instrumento psicológico para que la población rusa, no tanto los líderes políticos y militares, sea consciente de lo que está ocurriendo», añade.
Mertens de Wilmars coincide con Ferrero y subraya que los ataques en territorio ruso tienen el objetivo de «generar una reacción en la población rusa». «El mensaje es más bien para la población: vosotros tenéis que despertar porque estáis en una guerra y no es una operación especial», recalca.
Al final se tendrán que sentar a negociar
Sobre las conversaciones de paz para encontrar una salida al conflicto, tanto Kiev como Moscú han dicho reiteradamente que no acudirían a una mesa de negociación sin algunas condiciones previas. Ucrania deja claro que no hará concesiones territoriales y Rusia dice que Kiev debe aceptar la «nueva realidad territorial» de su país.
Arabia Saudí ha organizado una cumbre que se ha celebrado este fin de semana para acercar las diferentes posturas de los países participantes sobre el fin de la guerra en Ucrania, entre ello China e India, que son más próximos a Rusia. El presidente ucraniano ha señalado que espera que este otoño se pueda celebrar una Cumbre de la Paz y que las conversaciones en Arabia Saudí son un trampolín hacia ese objetivo.
«Todo este tipo de movimientos nos están diciendo que hay una suerte de intento por parte de Ucrania de ir estableciendo nuevos vínculos con potenciales mediadores, de peso medio», opina Ferrero. «También muestra que van a seguir contando con otros aliados que vayan más allá de los occidentales, en previsión de lo que pueda venir de cara al otoño», añade.
Por su parte, Sepúlveda explica que hay que tener en cuenta que «una mesa de negociación es un proceso complicado». «No cerrarla, sino el mero hecho de abrirla, fundamentalmente porque las dos partes deben desear sentarse a la mesa de negociación y la tendencia en cualquier conflicto bélico es alargarlo hasta una posición de dominio que se pueda llevar a la mesa de negociación», indica el profesor.
«Las partes se tienen que sentar en una mesa de negociación, bien porque una se ha impuesto a la otra o -lo más seguro- porque el mantenimiento sine die de una guerra abierta castiga las posiciones hasta un nivel inaceptable para las dos partes», asevera.
El presidente ruso, Vladímir Putin, ha dicho que no rechaza la idea de llevar a cabo conversaciones de paz. Tras una cumbre con líderes africanos en San Petesburgo, el mandatario aseguró que las iniciativas africanas y chinas podrían servir como base para encontrar la paz, pero también señaló que no podía haber un alto el fuego mientras las tropas ucranianas estuvieran a la ofensiva.
«Los rusos no quieren negociar hasta que Ucrania deje de atacar a Rusia. Es una vieja dialéctica del agresor que se presenta como víctima y que tiene como objetivo hacer durar las cosas», asegura Mertens de Wilmars.
Con información de RTVE