- Muchas mujeres viajan vestidas de hombres o toman anticonceptivos de forma preventiva por lo que pueda ocurrir en el trayecto.
- Según Amnistía Internacional, seis de cada diez mujeres sufren abusos en las rutas hacia Estados Unidos.
05 de agosto del 2023.- El sufrimiento de las mujeres migrantes no es nuevo, pero se sigue repitiendo. Lo saben bien las miles de mujeres latinoamericanas que dejan sus países en busca de una vida mejor. Camila (nombre ficticio) dejó su Ecuador natal atrás con la esperanza de cumplir el «sueño americano», lo que no sabía era lo que le depararía el trayecto.
«Sabemos que nos enfrentamos a peligros, pero aun así estamos obligadas a marcharnos», cuenta a RTVE.es la joven de 33 años. Los ecuatorianos, como muchas otras nacionalidades, tienen que atravesar el Tapón del Darién, uno de los puntos más peligrosos de la ruta migratoria. Camila tardó cinco días en atravesar el Darién y sobrevivió a él, «muchos no lo consiguen», narra la joven.
En lo que llevamos de 2023, más de 200.000 migrantes lo han atravesado, según el Ministerio de Seguridad Pública de Panamá. Esta cifra cuadruplica los 49.452 que cruzaron esta frontera natural entre Colombia y Panamá en el mismo período de 2022. Números que esconden historias como la de Camila.
Al dejar el Darién creía que lo peor ya había pasado, pero no. En el corredor Huehuetenango-Comitán empezó su infierno. Une Guatemala con México, no es tan conocido como la selva del Darién, pero es otro de los puntos negros en la ruta, especialmente para las mujeres. «En cada frontera tienes que pagar a los ‘coyotes’ (traficantes de personas)», recuerda Camila, que hasta aquel momento había tenido «suerte», pues solo había tenido que pagar con dinero.
Pero en esa frontera todo cambió. El reloj marcaba casi las cuatro de la mañana cuando el autobús en el que viajaba Camila fue obligado a detenerse. «Varios hombres subieron y empezaron a pedir 150 quetzales (17 euros), pero muchas ya nos habíamos quedado sin nada«, explica la joven.
Y comenzó el horror. «Abusaron (sexualmente) de todas las que no teníamos suficiente dinero», relata con lágrimas en los ojos. Cabizbaja recuerda que no solo fueron los abusos sexuales, también las golpearon. Su historia no es única, según Amnistía Internacional, seis de cada diez mujeres sufren abusos en las rutas hacia Estados Unidos.
«Volvería a cruzar el Darién un millón de veces si pudiera evitar México», sentencia Camila, aun siendo consciente de los muertos que vio y de los niños solos que se cruzó cuando atravesó esa zona.
Viajar disfrazada de hombre
Muchas mujeres se preparan para evitar la atrocidad en sus carnes. Pero otras muchas también se preparan por si, desgraciadamente, les toca vivirla.
Ana (nombre ficticio) es ejemplo de lo primero. Hoy está en un albergue mexicano en Monterrey, Nuevo León, pero conoce muy de cerca el miedo. La joven de 14 años, salió de Venezuela con su madre, dejando atrás un país que atraviesa una crisis casi sin precedentes.
«La emigración de Venezuela se ha convertido en uno de los desplazamientos externos más grandes del mundo», cuenta a RTVE.es la directora regional adjunta y oficial a cargo de la oficina de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, Cecilia Alemany. De hecho, 6.095.464 personas venezolanas refugiadas y migrantes están en América Latina y el Caribe.
Cuando quieren dejar atrás Venezuela y ponen rumbo a América Central o América del Norte, como en el caso de Ana, inician una travesía incierta, cargada de sueños, pero no olvidan el alto precio que pueden llegar a pagar. Por eso, Ana hizo todo el camino «con ropa de hombre, una gorra para esconder el cabello, y siempre iba sucia», relata a RTVE.es.
Algo más de 5.000 kilómetros con el temor de que la descubrieran y la intentaran violar, no hubo un solo momento que dejase de fingir ser un hombre. «La mayoría de niñas viajan así para evitar abusos», cuenta su madre.
Mujeres y niñas que escapan de violencia en sus países de origen y que «acaba incrementándose durante el trayecto migratorio hasta el 30%», confirma a RTVE.es la gerente de Incidencia de la ONG Plan International, Julia López.
Anticonceptivos preventivos
Es una de las principales amenazas a las mujeres y el boca a boca es sonado. «Si puedes lo mejor es llevar anticonceptivos y pincharte antes del viaje», cuenta a RTVE.es Irma.
Esta guatemalteca de 27 años se refiere a la comúnmente conocida como inyección ‘AntiMéxico’, un anticonceptivo inyectable que evita embarazos durante tres meses. Desde hace algo más de una década las mujeres usan este anticonceptivo de forma preventiva, a pesar de los numerosos riesgos que conlleva para su salud.
Pero no todas se lo pueden permitir. «Hay que tomar en cuenta que la mayoría de mujeres están viniendo de Venezuela y sabemos que, por lo que nos cuentan justamente ellas, el sistema de salud en Venezuela está sumamente afectado, entonces tampoco es fácil para ellas obtener eso», confirma a RTVE.es la oficial asociada de protección, especialista en violencia basada en género de ACNUR en Colombia, Diana Ayerbe.
En definitiva, una práctica extendida entre mujeres adultas pero también entre adolescentes, que sí se lo pueden permitir. «Incluso los ‘coyotes’ te aconsejan hacerlo», detalla Irma, advertencia que, recuerda, la acompañó desde que salió del departamento de Petén a lo largo de su ruta por todo México.
Además, frente a los flujos de migración más pequeños o migración ‘por goteo’, desde 2018 los migrantes suelen viajar en caravana, «como estrategia de adaptación para hacer mitigar el impacto del actuar de autoridades migratorias y para sortear los riesgos durante la ruta», incide Cecilia Alemany.
La dureza de México
«México es muy rudo», confirma Liliana (nombre ficticio). La salvadoreña habla con RTVE.es desde Laredo, Estados Unidos. Ella es de los afortunados que logró cruzar la frontera. La ilusión se ve en sus ojos, allí trabaja en un restaurante.
La cara le cambia al rememorar las penurias de su viaje. Desde El Salvador, atravesó Guatemala y México, y este último copa sus peores recuerdos: «Caminar con hambre, el calor sofocante, pero también el cuidado con los carteles, migración y la policía».
En Nuevo Laredo llegó la peor parte, trataron de abusar de ella en el albergue en el que estaba: «Conseguí escapar gracias a Dios y fui a otro albergue», relata. Nunca lo denunció. Sabía que si lo hacía, el ‘sueño americano’ habría llegado a su fin en un centro de detención migratoria en México.
En este sentido, la directora del Instituto para las Mujeres en la Migración (IMUMI), Gretchen Kuhner, cuenta a RTVE.es que «es importante contextualizar que México es un país de detención migratoria y que esto crea muchos espacios para la vulnerabilidad para las mujeres migrantes, porque siempre están con miedo, no solamente para entrar al país, sino durante todo su estadía en el país».
Un caso similar que pone de relieve la dureza de atravesar México nos lo cuenta ella misma: «Durante la pandemia, en la estación migratoria de Piedras Negras, nos enteramos de la historia de abusos que vivía una chica que, en ese momento, tenía 17 años». La joven pasó tres meses en la prisión migratoria, donde sufrió «abuso sexual de una persona de seguridad», relata Kuhner. El IMUMI intercedió por ella: «La sacamos (del centro de detención) y la trajimos aquí a la Ciudad de México».
Historia que se suma a las muchas mujeres que, queriendo dejar atrás una vida llena de miseria, se arriesgan a pagar el cruel peaje indirectamente impuesto sobre ellas: las violaciones y los abusos.
Con información de RTVE