20 de mayo del 2022.- La guerra produce el silencio de aquellos que piensan diferente. Valentina, la abuela de Denys, no quiere que su voz sea escuchada. Teme decir que es prorrusa en la región del Donbás. Ella, al contrario que su nieto, no teme el control de Rusia. Se trata de un territorio que tiene vínculos históricos con el país vecino, donde muchas familias pertenecen a los dos lados de la frontera, pero que, con el estallido de la guerra en 2014, vive en permanente conflicto social.
Denys está paseando por Bakhmud. Habla un inglés perfecto y es de las pocas personas que quiere abordar esta cuestión. El 24 de febrero, cuando comenzó esta nueva fase de la guerra, se vio obligado a volver a su ciudad natal desde Járkov donde estudia un grado de electricidad.
En su casa se debate este asunto, pero su abuela siempre le pide discreción. «Son tiempos complicados», cuenta. Tiene la sensación de que son las personas mayores las que tienen mayor apego por Rusia, se sienten más identificados y aún se aferran al imaginario de la antigua Unión Soviética. En estos días, Bakhmud ha sido atacada misiles y bombas por parte del ejército ruso.
«Me siento seguro, no me importa si vivo o muero»
«Me siento seguro, no me importa si vivo o muero», dice, con un tono apático, este joven de 21 años que parece haber tirado la toalla. «La ocupación de Rusia es inaceptable para mí y para mis amigos», insiste. Se siente seguro porque desde aquí se coordina toda la estrategia de las fuerzas armadas ucranianas para mantener el control sobre aquellos territorios de la región del Donbás que aún no controla Rusia.
Los jóvenes que han estudiado fuera de esta región, nos explica Denys, los que han conocido la Ucrania de antes de esta guerra, se sienten más próximos a la Unión Europea y temen el avance de las tropas rusas sobre su territorio.
Él no va a convencer a su abuela que solo se informa a través de la televisión rusa. «Por supuesto que no apoya la guerra», asegura. Confiaba que cambiase de percepción al ver el rastro de la invasión en ciudades del este como Járkov, Mariúpol o Mikolayiv donde la mayoría habla ruso. No es el caso de Valentina que «culpa a los dos ejércitos por igual de las atrocidades».
«Yo tengo argumentos sólidos, mientras que mi abuela repite el mantra de la televisión propagandística rusa: Rusia es más fuerte y más grande, por lo que debemos obedecer», asegura riéndose. «Ésta es mi otra batalla», dice con sarcasmo. No entiende su posición y aclara que muchas de estas voces han ido decreciendo. El malestar de la población, la crisis humanitaria y el aumento de la pobreza. «Me da mucho miedo nuestro futuro, desconocemos lo que va a pasar», dice Natalia, otra joven que se quedó sin trabajo desde el pasado mes de marzo.
La situación económica empeora
La guerra en el Donbás lleva ocho años haciendo mella en su población. A medida que el conflicto se ha ido recrudeciendo, la crisis económica también. Esta situación de pobreza ha hecho que algunas personas vayan cambiando su parecer.
«La situación económica no es buena. Todas las empresas dejaron de operar. En nuestra provincia todo se detuvo: empresas, tiendas, algunas instituciones presupuestarias», relata Serhiy Haidai, gobernador del Oblast de Lugansk. Lo achaca todo a la inestabilidad, “porque no tenemos ninguna ciudad que esté segura”. Por esta razón, llega en vehículo blindado y acompañado de escolta, a un parque de Bakhmud que previamente había señalado como lugar de encuentro, para evitar que sea localizado.
No hay un lugar seguro. Ni en el territorio bajo control ucraniano ni el que está bajo control ruso. Toda la región de Lugansk está siendo bombardeada. Esto produce mucho malestar. Se está atacando el suministro de gas, de agua y las instalaciones eléctricas y esto golpea el día a día de la población. Según el Gobernador, las autoridades estiman que en estos momentos hay unas cien mil personas que no tienen acceso al agua. Además, los precios de la comida también han subido.
Aun así, Nadia no quiere marcharse. Tiene sesenta años. Su casa es muy austera. Tiene trozos de leña en la puerta de entrada. Está con su marido y un vecino. «No dejaremos este lugar. Este es mi hogar. Mi familia está conmigo. No esperamos que nadie venga”, dice refiriéndose a los rusos.
Muchos jóvenes han abandonado el Donbás
Muchos jóvenes han abandonado el Donbás. “Los bombardeos destruyeron el liceo local», dice Denys. «Es difícil estudiar. Nadie puede hacerlo» continúa lamentándose este joven del Donbás. Y es que, en muchas casas no hay conexión a internet, pues la conexión local fue destruida por los bombardeos, lo que impide a los estudiantes continuar con su formación online.
Sin embargo, para Nadia, estas adversidades no tienen la suficiente entidad e insiste tenazmente en que «estamos aquí, en nuestra tierra, esta es nuestra casa, y es donde debemos estar».
Piensa también en estas fronteras que se construyen a medida que avanza el frente. «Severodonesk no está lejos de aquí, es un infierno. Allí tengo a un gran amigo que me dice que lo están pasando mal y apenas puedo hablar con él», dice el joven. «Ayer me llamó – estaba muy emocionado – él y su familia están más o menos bien; Estaba tan feliz de escuchar eso. Quizá les evacuen pronto», dice sonriendo.
Todos conocen a gente que vive en localidades que están en disputa o que ya están ocupadas. Recuerdan que, en 2014, casi no hubo hostilidades en estos territorios, ahora las hostilidades son más activas. «Nadie nos está esperando en otro lugar y no siento que deba mudarme a ningún lado», dice Nadia.
La población en el Donbás se ha reducido a 50.000 personas
La situación es difícil, pero esto no es solo de hoy. Los bombardeos se suceden cada día en la región de Lugansk. El gobernador se felicita porque en tres meses de ofensiva no han conseguido que Rusia logre hacer ningún gran avance ni alcanzar las fronteras administrativas de la región de Lugansk.
«Así que ahora se dedican a disparar a todas nuestras posiciones y todas nuestras ciudades con todas las armas que tienen. Esto incluye artillería, morteros, tanques, sistemas de fuego a reacción y aviones. Esto sucede todos los días, sin excepción, de allí que algunas de nuestras ciudades están completamente destruidas», explica el Gobernador.
Antes de la invasión rusa, el pasado 24 de febrero, en las zonas del Donbás controladas por Ucrania vivían unas 350.000 personas, nos informa el Gobernador, pero desde que se recrudeció el conflicto la población se ha reducido a unas cincuenta mil personas. «En su mayoría son personas que realmente no quieren irse. Se van solo cuando el proyectil llega a la casa y no tienen donde vivir, entonces sí se van”, zanja.
Las ciudades de Bakhmut, Siverodonetsk y Avdiivka, bajo control ucraniano, en las últimas semanas están siendo testigo del recrudecimiento del conflicto. Bakhmut, a unos 80 kilómetros al norte de Donetsk, en el este de Ucrania, se ha convertido en una de las más importantes bases del ejército ucraniano, recibiendo, a medida que se intensifica el avance ruso, más y más tropas de refuerzo.
Desde hace pocas semanas, el grueso de la contienda bélica se concentra en el este de la región del Donbás, donde las fuerzas rusas presionaron con tenacidad tratando de capturar más territorio en nombre de las, unilateralmente independizadas, repúblicas de Donestk y Lugansk. La toma de Mariupol, el puerto principal del Dombás, ha dado a Moscú el control total del Mar de Azov y una franja ininterrumpida de territorio en el este y el sur de Ucrania.
Con información de RTVE de España