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Combatir el hambre y proteger la vida silvestre en Ecuador

21 Diciembre 2021 Cambio climático y medioambiente

Subsanar el deterioro de la naturaleza es crucial para garantizar la seguridad alimentaria y para proteger la vida silvestre. Por ello, la agencia de la ONU para el desarrollo convocó subvenciones para apoyar la labor de distintas comunidades alrededor del mundo que dependen del ecoturismo y que se habían visto afectadas por la pandemia. La comunidad indígena Achuar de Ecuador fue una de las beneficiarias.

Este mono descansa en la llamada «puerta de entrada a la selva amazónica de Ecuador», Coca (formalmente conocido como Puerto Francisco de Orellana). Se encuentra en la confluencia del poderoso río Napo y el río Coca. Cuidar del medio ambiente significa proteger la vida silvestre y garantizar la seguridad alimentaria de los seres humanos.

El sector del turismo que se desarrolla en áreas protegidas de la flora y la fauna silvestres sufrió las consecuencias devastadoras de la pandemia de COVID-19. La suspensión del turismo conllevó la pérdida de empleos e ingresos, se retiraron los fondos de proyectos de conservación y, como resultado, la caza furtiva aumentó en muchos lugares del mundo. 

A esto se sumó un cuarto elemento: la inseguridad alimentaria generalizada. 

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) hizo una convocatoria en abril de 2020 para apoyar a las comunidades que dependen del turismo en zonas silvestres.

Entre los nueve beneficiarios de la «Respuesta COVID-19: subvenciones para la resiliencia de las comunidades de vida silvestre» se contó la comunidad indígena Achuar de Ecuador, que lucha para combatir el deterioro de sus bosques.

La Amazonía ecuatoriana, que alberga más del 10% de la biodiversidad mundial, se ve amenazada por la industria petrolera, la minería, la tala ilegal y la expansión humana, pero la comunidad indígena Achuar del sureste de Ecuador trabajaba incansablemente para salvar su medio natural mediante el ecoturismo.

Sin embargo, la pandemia de COVID-19 supuso un duro golpe para el turismo, cuyos ingresos servían para respaldar las actividades de conservación y educación llevadas a cabo por esta comunidad indígena.

La subvención del PNUD sirvió para capacitar a doce comunidades indígenas de la selva amazónica en métodos de jardinería doméstica sostenible, aumentando la diversidad de especies locales cultivadas. Los fondos también se utilizaron para financiar empresas de grupos comunitarios para la venta de artesanías y productos locales a nivel regional y nacional, incluida una red y una plataforma para conectar compradores y productores en el área local. 

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