04 de noviembre del 2021.- Los casi 200 países que negocian en Glasgow una salida a la crisis climática están inmersos en una transformación energética con pocos precedentes en la historia. El carbón, motor de la Revolución Industrial y uno de los grandes culpables del calentamiento global histórico, va desapareciendo cada vez más rápidamente del mix energético de los países desarrollados, mientras que el petróleo de fácil extracción se enfrenta a unas reservas menguantes y la alta demanda de gas está llevando a unos precios de la electricidad disparados.
En la cumbre del clima, la Unión Europea y Estados Unidos presionan para acelerar la transición energética hacia fuentes renovables, ante la reticencia de potencias como Rusia, Brasil, Arabia Saudí o Australia, que aún no ven claro que las energías limpias puedan sostener su desarrollo económico. Aun así, expertos como Antxon Olabe, exasesor del Ministerio de Transición Energética y autor del libro Crisis climática-ambiental, son optimistas respecto a las oportunidades del salto a las renovables.
«La transición está muy avanzada en el ámbito de la generación eléctrica, que supone alrededor del 33% del sistema energético global, y se debe básicamente a que ahora es más económico generar electricidad con tecnologías renovables que hacerlo con combustibles fósiles», explica a RTVE.es.
El coste de la energía solar ha descendido aproximadamente un 80% en los últimos diez años y el de la eólica un 45%, lo que ha dado un gran impulso a la instalación de estas tecnologías. El año pasado, el 80% de la potencia global instalada fue renovable, especialmente eólica y solar, lo que supera a la suma de carbón, nuclear y gas. Sin embargo, el peso de las energías limpias sigue siendo reducido en la producción global: un 11.4% del total de la energía y un 26.3% si se tiene en cuenta solo la electricidad en 2019. Por ello la Agencia Internacional de la Energía advertía en un reciente informe que la transición energética «va demasiado lenta» para evitar un aumento de más de 2 ºC de la temperatura media global.
Álvaro Rodríguez, experto en Medio Ambiente de la escuela de negocios IMF, se centra en los avances y señala que «la energía renovable ha tenido una revolución en los últimos 15 años brutal». Destaca, además, que «desde hace cuatro o cinco años ha ocurrido algo que lo cambia todo y es la paridad del mercado», es decir, que resulte más barato instalar un gigavatio de renovables que de fósiles, algo que han visto los fondos de inversión para redoblar su apuesta por estas energías.
“La energía renovable ha tenido una revolución en los últimos 15 años brutal“
Sin embargo, Rodríguez cree que las renovables no son la principal palanca para la transición, sino que tiene más peso la eficiencia energética. «Por ejemplo, en España nuestras viviendas de media desperdician un 80% de la energía», cita, y señala que esta eficiencia tiene mucho por avanzar en otros ámbitos como el de la movilidad: «No tiene sentido que estemos moviendo vehículos de 1.000 kilos para llevar a personas de 60 kilos, aunque las llevemos en coche eléctrico».
Para Emilio Santiago, antropólogo del CSIC experto en cambio climático, no se debería entender la transición ecológica como una mera «sustitución de tecnologías», ya que probablemente esto no sea posible a nivel material ni ecológico. «Las renovables tienen un nivel de madurez tecnológica más que suficiente para hacerse cargo de una buena parte de nuestro consumo energético, pero no para cubrirlo todo y sobre todo, no para seguir creciendo».
El carbón se reducirá en «todos los escenarios» futuros
Ha sido esta bajada de precios de las renovables, junto a la dificultad de asumir la puesta en punto de renovar las centrales térmicas, lo que ha dado la puntilla al carbón en países como España. En nuestro país tan solo quedan abiertas tres centrales, y la generación eléctrica del carbón apenas representa un 4,3% en lo que va de año, lejos del 20% de 2015. Lo que ha dejado de producir la quema de carbón lo han asumido la eólica y la solar, pero también el gas o ciclo combinado.
«El mundo empresarial español asumió entre 2018 y 2019 que íbamos hacia una descarbonización del sistema energético, así que las compañías eléctricas ya no hicieron las inversiones por renovar las centrales, porque veían que era apostar por un caballo perdedor», indica Olabe.
A nivel global se espera en un futuro, aunque a distintas velocidades, la pérdida de protagonismo del carbón, la energía fósil más contaminante y la más usada. El último informe de la Agencia Internacional de la Energía prevé una reducción «en todos los escenarios» planteados, que van del 10% al 55% en el mejor de los casos. A ello ha contribuido históricos anuncios como el de China, que dejará de invertir en centrales de carbón en el extranjero, aunque el gigante asiático sigue construyendo nuevas plantas en su territorio.
Allí donde desaparece el carbón, muchas veces lo sustituye el gas natural, un nombre de «marketing», denuncia Rodríguez, ya que no es más que un tipo de metano. El gas es el tipo de combustible fósil que menos contamina y «está llamado a desempeñar un papel relevante en estos próximos 20 o 30 años como energía de transición», según Olabe. Servirá, por ejemplo, para sustituir la producción industrial, difícil de electrificar, o como sustituto del carbón en los países en desarrollo. Aun así, el profesor en IMF critica que «menos malo no quiere decir bueno», e insiste en el papel del gas en las emisiones.
La importancia del gas se ha hecho dramáticamente presente en los últimos meses. La alta demanda de esta energía, junto con razones geopolíticas, ha provocado un «encarecimiento brutal», de sus precios, un aumento consiguiente del coste de la luz y cortes en la cadena global de suministros, lo que puede provocar problemas de desabastecimiento en los próximos meses.
El dilema de la nuclear
En esta «tormenta perfecta» energética, resurgen las voces que piden una nueva apuesta por la nuclear para reducir la dependencia del gas y mantener la transición energética. Sin embargo, para la mayoría de países desarrollados la energía atómica sigue siendo un tabú tras desastres como el de Chernobil o Fukushima. Tras el accidente de Japón, Alemania ordenó el cierre de todas sus centrales, que un apagón que se consumará el año que viene.
«Una parte importantísima de la sociedad civil occidental no quiere como alternativa la peste en vez del cólera», asegura el exasesor de la ministra Teresa Ribera. Además de la presión ciudadana, está el coste económico. «Una central nuclear nueva te puede costar 10.000 millones de euros. Con ese dinero puedes producir diez veces más energía con solar o eólica», continúa.
“Una parte importantísima de la sociedad civil occidental no quiere como alternativa la peste en vez del cólera“
Rodríguez, aunque contrario a la nuclear, ve más urgente cerrar las centrales de gas que las atómicas. «No creo que vaya a haber nadie que construya nuevas nucleares en España, porque no es económicamente viable. Pero eso no quiere decir que aceleremos el cierre de las nucleares que ya tenemos mientras se sigue quemando metano», defiende el profesor, también coordinador general en España de The Climate Reality Project, la organización impulsada por el exvicepresidente de EE.UU. Al Gore.
España, en una «posición óptima» para la transición
España, uno de los países de Europa con más horas de sol, está en una «posición óptima para liderar en esta década la transición verde», reivindica Rodríguez. Sin embargo, todavía es necesaria una importante inversión.
«Hay que impulsar la energía renovable, autogenerada y autoconsumida. Y en eso España va muy retrasada. No puede ser que el país del sol tenga 20.000 tejados con placas solares y Alemania tenga un millón», defiende el experto de IMF. Además de la fotovoltaica, España tiene «potencial en geotermia o en biometano sacado de los vertederos», añade.
Según Olabe, «España puede estar satisfecha» por el avance de la transición: «El descenso de las emisiones desde 1990 es absolutamente radical, y la razón principal es que el carbón ha salido del sistema energético», asegura, algo que además se ha hecho con mucha «paz social».
“No puede ser que el país del sol tenga 20.000 tejados con placas solares y Alemania tenga un millón“
Menos optimista se muestra Santiago, quien cree que nuestro país «tiene el lastre de que está llegando diez años tarde», después de políticas como el impuesto al sol de la época de Mariano Rajoy.
«Es verdad que se ha recuperado el pulso, pero se ha hecho de un modo muy insuficiente. La Ley de Cambio Climático nace vieja, se desarrolla como si toda una serie de cosas que ya están aquí no hubieran sucedido, como la pandemia, evento climáticos extremos, la explosión de la conciencia climática global en el 2019 o los fondos de cohesión europeos», remata.
La instalación de nuevas plantas solares o eólicas se enfrenta además a la oposición de muchos vecinos de la España vaciada, que critican la destrucción del paisaje y el impacto en la agricultura y la ganadería en muchos de los territorios donde se instalan.
Con información de RTVE de España