Columna Política «La Feria», Sr. López (23-VIII-2021).- Diga lo que diga la ciencia, la especie humana se distingue de toda otra forma de vida, no por ser racional, sino por su facultad para cometer estupideces, característica única del “homo sapiens” (“homo et mulier”, para ser políticamente correctos). En otras especies hay indicios de inteligencia, así sea rudimentaria, pero no hay registro de ningún animal haciendo tonterías, ni uno. Por otro lado, de la observación de que no hay humano que no incurra así sea ocasionalmente, en alguna cretinada, sea Einstein o Newton, Aristóteles o Tomás de Aquino, Juárez o Juanga, se concluye que no es estúpido el que mete la pata, sino humano, sí, “errare humanum est”, lo que no niega la existencia de los estúpidos.
Se aclara que se usan aquí los vocablos “estúpido”, “idiota”, “imbécil”, “tonto”, por evitar en lo posible, el uso del término mexicano preciso, que rima con “dejo” y “conejo”. Y se prescinde también de otras palabras ya en franco desuso o muy blandas, para referirse a esa condición: asno, burro, bobo, cretino, estólido, estulto, gaznápiro, mentecato, necio, zonzo, zoquete y otras.
No es necesario definir qué es un estúpido ni qué es una estupidez, porque la gente común distingue ambas cosas a golpe de vista: lo estúpido es unívoca, evidentemente estúpido, no requiere demostración: pongamos por caso, los letreros en braille, para que los lean los ciegos, junto a las pinturas en el Museo Guggenheim de Nueva York. Sí, sería del todo inútil (y estúpido) elaborar un tratado de metafísica sobre la esencia de lo estúpido, “ad usum idiotarum”, para que entendieran los idiotas qué es ser estúpido, porque no entenderían. Además, cuando un no-estúpido comete una idiotez, no pide pruebas, se da cuenta, se la traga y punto, en tanto que los estúpidos piden explicaciones.
Lo que sí es inquietante para cualquier sociedad, es la generalización de alguna estupidez, pongamos por caso, cuando a fines del siglo XIX, para combatir la adicción a la heroína, los médicos recetaban… cocaína, origen de su popularidad en ciertos sectores del mercado; o actualmente, la creciente afición a la astrología o los “productos milagro”, aunque a fin de cuentas, estos y otros ejemplos, sólo ratifican la perenne presencia de estúpidos entre nuestros congéneres. Tampoco pasa nada.
Lo verdaderamente alarmante son las repetidas señales de que algunas partes del planeta y nuestro país en particular, pueden estar bajo el influjo de la estupidez; los efectos de ello (actos de gobierno estúpidos, instituciones estúpidas, gobiernos estúpidos), pueden llegar a tener proporciones bíblicas. No es especulación ni hipótesis, ha pasado, pasa.
Recuerde por ejemplo, la infinita estupidez de los representantes de 31 países -al término de la Primera Guerra Mundial-, que influidos por la idiota sed de venganza del presidente de Francia, Georges Clemenceau, en el Tratado de Versalles impusieron humillantes y desaforadas condiciones a Alemania, lo que fue causa eficiente de la Segunda Guerra Mundial, que le costó al planeta más de 70 millones de muertos y dos bombas atómicas.
Los actos estúpidos de los gobernantes no resultan de que sean estúpidos, aunque también los hay, sino de que sus intereses son mayores que su pudor y no les importa hacer de estúpidos, como la imbecilidad institucionalizada actual del combate global contra las drogas impuesto por los EUA desde la ONU, a pesar de la evidencia de que no se gana nada ni disminuye el consumo, ni sube el precio por escases de oferta (al contrario, baja el precio por la abundante oferta); y a pesar del inmenso costo social de criminalizar a los consumidores. Y ahora con el brutal despelote provocado ya no hay solución de corto plazo, pues si se legalizara de golpe el consumo mundial de todas las drogas, por un lado las bandas criminales seguirán actuando en otros rubros, pues ya aprendieron a industrializar el delito; y por el otro, se nos ha atomizado el crimen y el crimen desorganizado es peor.
En nuestro país tenemos otro ejemplo muy a la mano: el crecimiento del “gasto social”. El actual gobierno y los anteriores han gastado cantidades inimaginables de dinero en programas de combate a la pobreza… y la pobreza no cede. ¿Qué necesita pasar para que se den cuenta nuestros gobernantes que la estrategia que siguen es estúpida?: por un lado apoyan con un poco de lo más elemental a los miserables y por el otro, mantienen una severa política económica de austeridad suicida que los multiplica, sin servicios de salud eficaces, sin educación de calidad, sin fomento a estrategias institucionales de creación de empleos, sin impulso a la inversión, sin variar la legislación fiscal… y -abróchese el cinturón-, sin haberse dado cuenta este gobierno ni los ya idos, de que México debiera ser una potencia marítima mundial: tenemos poco menos de dos millones de kilómetros cuadrados de superficie continental (sin islas) y casi tres millones 150 mil kilómetros cuadrados de Zona Económica Exclusiva de mar territorial; somos más mar que tierra firme y el último que comió pescado diario fue Moctezuma. Eso es estúpido.
Pensará usted que este su texto servidor está escribiendo a lo estúpido y tal vez sí, pero es que dan ganas de jalarse los pelos de ver en qué andan nuestras autoridades. Ahora resulta que los temas nacionales son si Hernán Cortés cometió un fraude en Veracruz; si se va a liberar a un narco anciano, casi ciego y sordo, que lleva más de 30 años preso; si el INE debe tener siete consejeros o seguir con once; si el Tribunal Electoral debe bajar de siete magistrados a cinco; si la consulta de revocación de mandato debe preguntar si la gente quiere que siga el Presidente o que se vaya.
Nuestros políticos que en general no son estúpidos y algunos de vivos se pasan, saben que algunos idiotas útiles les son indispensables para mantener su circo, y eso le abre la puerta del poder a algunos verdaderos estúpidos, cosa muy grave porque no hay nada más peligroso que los estúpidos con poder.