Artículo de Fondo, Por Antonio TENORIO ADAME
(Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística)
Tenochtitlán, 13 de agosto del 2021
El 13 de agosto de1521 Tenochtitlan fue destruida por la ambición y el odio de la expedición militar bajo el mando de Hernán Cortés. Su memoria trasciende a la barbarie y mantiene vivo su heroísmo extremo.
Ciudad perpetua en la memoria, tus hijos te admiran y claman tu eternidad heroica ante la ambición enemiga.
Cinco siglos de resistencia gloriosa llenan ese vacío en el que trataron vanamente de someter tu rendición.
Hoy resurges victoriosa y altiva, no te mancillaron porque no rendiste honores a los verdugos y por eso tu esplendor vuelve a relucir, como aquel día cuando maravillaste a la expedición invasora en aquel agosto y desde lo alto hiciste exclamar: “E entre nosotros hobo soldados que habían estado en muchas partes del mundo, e en Constantinopla e en toda Italia y Roma, y dijeron que plaza tan bien compasada y con tanto concierto y tamaña e llena de tanta gente no la habían visto” (Bernal Diaz – 295).
Fuiste presa del deseo y víctima de la ambición. Ni el temor ni el desdoro guiaron tu actitud ante el intruso, quien engañoso decía: su misión era enseñar la ley divina suprema para sustituir dioses; pero su codicia verdadera era robar el oro que perdieron en la noche de rapacería que huían.
Y cuando al culminar tu destrucción, el interés mayor de su preocupación, era encontrar los tejos que abandonaron en el camino.
¿Acaso fue esa la causa de tu destrucción?, el oro insaciable del que Cortés decía “estaba enfermo”. O bien, ¿acaso fuera tu excelsa majestad de lo divino que daba orden al universo?, o quizás ¿la sede de símbolos y costumbres que daban vida al principio civilizado del orden y la justicia”, cobardemente fuiste inmolada, destruida, pero jamás vencida. Ciudad ejemplo de la humanidad.
CAMPAÑA PREVIA AL SITIO DE TENOCHTITLÁN
Seis meses duró la campaña –nos cuenta don Luis González Obregón (1979)- en los territorios que rodeaban Tenochtitlán para amputar la conexión de los aztecas con su imperio tributario, el reconstituido ejército de Cortés se encontraba de nuevo en las calzadas de la capital azteca. Las principales ciudades de su territorio habían sido sometidas. La ciudad con un cuarto de millón de habitantes solo podía recibir abastos por agua. Al destruir la flota de miles de canoas que la abastecían, la ciudad quedó a merced de sus captores.
El 1º de junio Cortés ya había interrumpido el abasto del agua. Los castellanos se dieron cuenta que no bastaría con derrotar al ejército de los aztecas si querían acabar con toda resistencia, sino que era necesario invadir la ciudad y arrasarla.
Ya no queda ahora más el recuerdo de aquella humilde isleta, para imaginar siquiera aquella antigua ciudad, con sus calzadas, la del Tepeyac al Norte, la de Iztapalapa al Sur y la de Tlacopan al oeste, con su triple serie de calles de agua, de tierra; o de tierra, o de tierra y agua; anchas y rectas; y surcadas por mil canoas. Donde surge la México azteca, con su gran teocalli de pirámide truncada en el centro, rematada por dos capillas dedicadas a Huitzilopochtli y a Tlaloc, rodeada de 78 oratorios, aposentos para sacerdotes, estanques para ablaciones o de casas de retiro para mozos y mozas, y circundada del coeapantli o muro, formado de grandes culebras asidas las unas a las otras.
De esta ciudad convertida en escombros por el conquistador, se levantó la nueva México, la capital de la nueva España, y entonces se le vio cambiar: se hizo la traza que dividía la ciudad, entonces se le vio cambiar por completo la fisonomía, hasta quedar borrado para siempre el tipo azteca, por el carácter esencialmente español del resto de la población.