Columna Política «La Feria», Sr. López (20-VII-2021).- Tío Alfredo, del lado materno toluqueño, siempre fue malvado, tanto que ya sabiéndose a punto de estrenar ataúd, llamó al Notario y dictó su testamento nombrando como heredera universal a su sufrida y joven esposa, tía María Luisa, disponiendo para cada uno de sus siete hermanos (de él), y sus 23 sobrinos (de él), una holgada pensión pagadera mensualmente por su viuda lo que la dejó en la miseria en menos de dos años. De esa calaña era el tío. No pasó nada porque tía María Luisa se hizo rica con un negocio de gelatinas, otro día le cuento.
Economía para remisos. Lección 1: Producto Interno Bruto (PIB) es la suma de lo que valen todos los bienes, servicios e inversiones que se producen en un país en un año. Todo es todo, en México, del taco de suadero, a la leche del niño, el mandado de la señora, comprar un barco, lo que le cobró el de la Combi, la comisión bancaria y una inversión en Bolsa; todo intercambio o inversión sumados, es el PIB anual. Dicho con elegancia: el PIB mide la riqueza de los países.
Con el PIB sabemos cómo anda la economía o sea, cómo anda la gente: si se produce y consume menos, las personas están más fregadas de lo generalmente aceptado (familia Slim, absténganse).
Para calcular exacto el PIB habría que preguntarle a toda la gente cuánto gastó en el año; como es imposible hay varios modos para calcularlo con cierto grado de certeza; uno es el ‘Método del Gasto’: sumar el gasto en bienes y servicios, recurriendo a toda la información formal disponible, sin saber nunca cuánto se mueve en la economía informal o en el autoconsumo (un señor que hace hojalatería en la calle o el otro que tiene una gallina ponedora); se agrega la inversión realizada en el año (que deja registro en Banca y Bolsa, declaraciones de impuestos, etc.); más el gasto público (el del gobierno), y la diferencia entre exportaciones e importaciones. Eso da una idea cercana a la realidad de cómo anda el PIB. Fin de la lección (no se aceptan reclamaciones, es a brocha gorda).
En 2019 el PIB nacional no creció, se redujo un -0.3%, lo que parece poco y es una barbaridad, si tomamos en cuenta que durante años habíamos crecido arriba del 2%, lo que significa una caída de casi siete veces respecto de los años anteriores. Grave. Luego, el año pasado el PIB bajó trágicamente al -8.5% (dato del Inegi, no crea que uno inventa), por lo mal que veníamos más el parón que sufrió el país a causa de la pandemia del Covid-19 y la ausencia de programas de apoyo y rescate de la economía de parte de nuestro austero gobierno.
Deje lo anterior en remojo para atender otra cosa: Hacienda informa anualmente cuánto fueron los ingresos tributarios (los impuestos y todo lo demás que cobra); y para saber cómo anda la recaudación, se compara con el PIB. El año 2020, reporta Hacienda que cobró el 14.5% del PIB, lo que pregonaron como un gran éxito resultado de la corretiza que le pusieron a los grandes contribuyentes (cierto), pero sin mencionar lo mucho que influyó un PIB mucho menor, por lo que el porcentaje de impuestos pareció ser más, y sin decir que antes ese porcentaje de recaudación respecto del PIB andaba en el 13% (no subió tanto, pues).
Sean como sean los números y digan lo que digan los cálculos, nadie necesita consultar a un sabio en Economía para saber que estamos más amolados que antes (aquí entran al Salón Tesorería de Palacio los Churumbeles de España, con el Presidente como solista cantando ‘Cariño verdad’: “De quién fue la culpa, no quiero saberlo, no sé si fue tuya o fue de la suerte… “).
Así, es oportuno reparar en que todos los programas sociales de este gobierno más las pensiones contributivas (IMSS, ISSSTE, por ejemplo, a las que sus beneficiarios contribuyeron a lo largo de su toda vida laboral), hoy representan el 5.5% del PIB, pero, ¡espere! (como en los infames infomerciales), el Presidente anunció en pleno tiempo de campañas para las elecciones de junio 6 pasado, que la pensión no contributiva para viejitos (“personas mayores”, dicen como si eso rejuveneciera a nadie), irá subiendo de los actuales 2,700 pesos bimestrales hasta llegar a 6,000 en 2024 y encima, la cobrarán no solo los de 68 de edad o más, sino a partir de los 65… y eso lleva a un 6.5% del PIB los programas sociales y pensiones.
Dirá usted que está bien y no, no está bien, porque para 2024 eso será casi la mitad de lo que recauda Hacienda al año. Es impagable. Faltará dinero para todo: salud, educación, aportaciones a los estados y municipios, inversión en infraestructura del gobierno, y para seguridad pública. Dejará la 4T una bomba de tiempo al que tenga la dicha inicua de colocar sus sacras posaderas en La Silla.
La cosa está seria, muy seria: según el Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2020, divulgado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), México en 2020 sufrió su peor caída económica desde 1932… se dice fácil, pero en 1932 sobrevivimos el coletazo de la Gran Depresión’ de los EUA y luego de 1939 a 1945, nos echamos la crisis global de la Segunda Guerra Mundial. Además la Cepal papaloteó su cálculo de que para México este sexenio será de crecimiento nulo, cero, nada, seis años perdidos.
Si usted es de esos que consiguen mantenerse a flote en el mar de babas del discurso oficial que glorifica la Cuarta Transformación del país, debe tener idea que en cuestión de salud vamos para atrás, sin que el gobierno atine al secreto de cómo comprar medicamentos; lo mismo que en educación con el aparato oficial chacoteando con la peor expresión del sindicalismo magisterial; y en seguridad ya vamos en el triple de asesinatos que en tiempos de Calderón (y cerca del doble que con Peña Nieto).
Por supuesto este derrotero al abismo se puede cambiar, no de parte del Ejecutivo, decidido a emular a Luis XV (“después de mí, el Diluvio”), sino del Legislativo, aprobando presupuestos sensatos y una verdadera reforma fiscal ya inaplazable. Eso o si no, sí, el Diluvio.